
La pandemia silenciosa del deseo sexual: por qué cada vez más personas dicen “no tengo ganas”
En un mundo donde el sexo dejó de ser un tabú y se habla abiertamente de placer, orgasmos y consentimiento, hay una nueva tendencia poco visibilizada: muchas personas —mujeres y hombres por igual— están perdiendo el deseo sexual. No por falta de libertad, sino porque algo más profundo está pasando.
La ciencia lo respalda: el deseo sexual está en baja. Y no hablamos solo de libido, sino de una desconexión física y emocional con el sexo que responde a un cóctel de causas biológicas, hormonales, sociales y culturales.
“El deseo sexual no solo responde a un estímulo externo, sino que nace también del equilibrio interno. Nuestro cuerpo necesita sentirse seguro para interesarse por el placer y esto tiene que ver con nuestros niveles de estrés, pero también con nuestros hábitos y estilo de vida. Cómo dormimos, cómo nos alimentamos, qué tanto movemos el cuerpo, cómo está nuestra salud hormonal y general. Todos estos son aspectos que influyen en la vitalidad y el placer. Cuando este equilibrio se rompe, el deseo es uno de los primeros en apagarse”, comenta Andreína Guerrero, coach de ciclo menstrual, educadora de Método Sintotérmico y directora de @hacialaraiz.
Modo supervivencia activado
Uno de los factores más mencionados en estudios recientes es el estrés crónico. El cuerpo humano, diseñado para reaccionar con rapidez ante amenazas puntuales, no está preparado para vivir en estado constante de alerta. Y eso es justo lo que ocurre cuando pasamos días, semanas o años corriendo detrás de metas, cuentas por pagar y noticias desalentadoras.
Un estudio publicado en febrero de 2025 en la revista de Medicina del Comportamiento de la Universidad de Oxford, mostró que cuando las personas experimentaban más estrés en un momento dado, reportaban menos deseo y excitación sexual, y viceversa. Así mismo, el estudio arrojó que la asociación entre ser sexualmente activo y estar menos estresado fue más fuerte en mujeres que en hombres.
Hormonas bajo presión
Los anticonceptivos hormonales, ampliamente usados por mujeres jóvenes y adultas, también tienen un rol en esta historia. Un metaanálisis publicado por la Universidad de Greifswald en Alemania (2020) encontró que ciertos tipos de pastillas anticonceptivas disminuyen los niveles de testosterona libre en sangre, lo que se traduce directamente en una baja del deseo sexual. Aunque no a todas las mujeres les afecta igual, sí es un patrón recurrente que merece atención.
“Los anticonceptivos no solo disminuyen el deseo sino que también afectan la respuesta sexual; hay una reducción de la testosterona de hasta un 61%, aumentan el riesgo de sufrir vulvodinia y encogen los tejidos vulvares ¡incluyendo el clítoris! Muchas mujeres se dan cuenta de que su vida sexual está siendo afectada, por lo que buscan otras maneras de prevenir el embarazo con mayor conciencia, cuidando de su cuerpo, entendiendo sus ciclos y sus días de fertilidad”, explica Guerrero.
En los hombres, también hay cambios hormonales importantes. La llamada andropausia, que suele comenzar después de los 40, implica una disminución progresiva de testosterona y estrógenos (sí, ellos también los producen). Esta caída hormonal puede provocar fatiga, irritabilidad y pérdida de interés sexual, según datos de Mayo Clinic.
Relaciones con menos raíz
En paralelo, nuestras relaciones afectivas también están cambiando. Las apps de citas y la lógica del “desliza y pasa al siguiente” han hecho que muchas personas se vinculen entre sí de forma más superficial. Y aunque eso no es negativo per se, sí puede afectar el deseo sexual sostenido en el tiempo.
Un estudio del Kinsey Institute publicado en 2021 investigó cómo las expectativas de intimidad emocional y placer físico afectan el deseo sexual en relaciones de pareja. Los resultados indicaron que la intimidad emocional influye directamente en el deseo sexual, especialmente en mujeres. En este contexto, el estudio sugiere que las personas no desean sexo solo por razones físicas, sino porque buscan una experiencia emocionalmente significativa, y que la percepción anticipada de intimidad puede ser un gatillante clave del deseo. Además, se plantea que cuando las relaciones se tornan emocionalmente distantes, el deseo sexual puede disminuir, no porque haya problemas físicos, sino porque falta el componente emocional que nutre ese deseo.
Cuerpos medicados, deseo silenciado
Medicamentos como los antidepresivos son otro factor silencioso, pero potente. Según datos de la OCDE, Chile duplicó su consumo de antidepresivos entre 2015 y 2022, pasando de 46,5 dosis por cada mil habitantes en 2015 a 94,3 dosis en 2022. Y aunque estos fármacos pueden ser una herramienta vital para muchas personas, la mayoría tienen como efecto secundario la disminución del deseo y la dificultad para alcanzar el orgasmo.
Entonces, ¿qué hacemos?
Primero, hablarlo sin vergüenza. La baja de deseo sexual no es una falla, ni una señal de que algo “está mal contigo”. Es una respuesta lógica (y a veces protectora) del cuerpo frente a contextos exigentes o poco amables.
Segundo, buscar acompañamiento profesional si el tema empieza a afectar la calidad de vida o las relaciones. La salud hormonal, ginecológica y mental son áreas claves a revisar.
Y tercero, dejar de medir nuestra vida sexual con varas externas. No hay una cantidad “normal” de deseo, y menos aún una fórmula universal para sentir ganas. Lo importante es estar conectados con nuestro cuerpo, conocerlo, y —si se apaga la chispa— saber que es posible volver a encenderla. Con tiempo, cuidado y, sobre todo, compasión.