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Precarización laboral: el desafío por mejorar la vida de las mujeres del campo BRAGA

Precarización laboral: el desafío por mejorar la vida de las mujeres del campo

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Cristina Martín
Por : Cristina Martín Directora Ejecutiva Nacional de PRODEMU
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Urge reconocer el trabajo remunerado y doméstico de mujeres rurales, asegurando condiciones justas y políticas inclusivas para un país más equitativo.


“Cuando todo esto era campo”, es una expresión que se puede usar, desde la ciudad, para graficar que algo pasó hace tanto tiempo que por encima se construyó un mall, un edificio, una ciudad. Expresión vacía si nos situamos en ese 80% del territorio nacional considerado rural, que alberga casi a un cuarto de la población y donde, efectivamente, sigue habiendo campo. En un día en que trabajadores y trabajadoras se reúnen y exigen derechos laborales, urge hacer doble clic en las mujeres del campo, aquellas trabajadoras que sufren, con aún más fuerza, la precarización laboral, graficando con claridad de qué hablamos cuando nos referimos a la feminización de la pobreza  y que este Primero de Mayo tienen que estar presentes cuando proyectemos el país que queremos.

Que hay un inmenso camino por recorrer para que las mujeres que habitan zonas rurales vivan mejor es una necesidad que ellas mismas han luchado por instalar. Hace unas semanas representé a Prodemu en el VI encuentro de la Red de Mujeres Rurales de América Latina y el Cáribe (RedLAC), donde se lanzó el Decenio de las Mujeres Rurales y se conversó sobre las brechas que enfrentan a diario con un importante énfasis en lo laboral. Con decenas de problemas en común sobre la mesa, un punto básico que se repitió fue la propiedad de la tierra, donde la frase “la tierra es de quien la trabaja” nos interpela si pensamos que a nivel mundial menos del 20% de la propiedad de la tierra está en manos de mujeres, una realidad que se extiende a Chile y que evidencia la subordinación que sufren en términos económicos.

Nunca está de más recordar que el trabajo de las mujeres no es solo el que realizan de manera remunerada, pues lo doméstico aún es invisibilizado. Y si en general hablamos de que las mujeres tienen una doble jornada entre su trabajo pagado y la casa, en el campo se suma una tercera, asociada a la mantención de huertos, cuidado de animales o recolección de alimentos, es decir, economía de subsistencia. A medida que se avanza en identificar lo doméstico como una labor de importante carga, tenemos que plantearnos más desafíos, como lograr dimensionar el aporte que las mujeres campesinas entregan al desarrollo y la economía nacional.

Si pensamos en que la autonomía económica está a la base de la prevención de la violencia machista – que tiene un fuerte impacto en las zonas rurales- se hace claro el desafío por avanzar en mejores condiciones laborales para aquellas que habitan el campo, a nivel doméstico y remunerado, comprendiendo que no es posible elaborar políticas públicas ni pensar un país justo si dejamos de lado a aquellas que, entre otras cosas, literalmente cultivan y cosechan lo que llega a las mesas de un país completo. Es por eso que con una visión integral del panorama, urge avanzar en un sistema nacional integral de cuidados y en un sistema de pensiones que incluya también a aquellas que han trabajado la tierra toda su vida y que en las lógicas que nos rigen hoy, figuran como si no lo hubiesen hecho nunca, lo que se transforma en una contradicción con un doloroso impacto en sus vidas cotidianas. Por ellas, este Primero de Mayo seguimos empujando la creación de medidas que vayan en favor de las mujeres campesinas e indígenas, porque aunque a algunas personas les cueste creerlo, acá aún hay mucho campo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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