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Ser trabajadora y ejercer una maternidad presente ¿es posible? Yo opino Créditos: Cedida

Ser trabajadora y ejercer una maternidad presente ¿es posible?

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Nickol Ortiz
Por : Nickol Ortiz CEO de @mamabogada y especialista en derecho laboral y familiar.
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En Chile hemos intentado avanzar hacia una mejor -lejísimos aún de lo idóneo- conciliación entre la vida laboral y la familiar. Por ejemplo, estamos celebrando un año desde la implementación gradual de la Ley de las 40 horas, que cuando esté completamente puesta en marcha, reducirá en aproximadamente una hora por jornada (considerando días hábiles). Tuvimos un aumento de sueldo mínimo, que hoy alcanza los 510 mil pesos. Todo parece prometedor… pero no para las mujeres y mucho menos para las que hemos decidido ser madres.

Y es más, mientras las políticas públicas buscan apuntar hacia esa conciliación, son muchas menos las que deciden maternar. El país alcanzó mínimos históricos en la tasa de fecundidad, con 1,16 hijos por mujer. Y si bien puede ser una tendencia por estilos de vida, me parece que no es casual que lleguemos a mínimos. Y por eso, quiero contrastar con la realidad.

Ser madre, esa madre que acompaña, presente y que quiere criar, es un privilegio. Porque sí, todas las mujeres pueden ser madres, pero no todas tienen las condiciones para acompañar activamente esa maternidad. Y que en este contexto aparezcan discursos de incentivo a la natalidad resulta un tanto insólito si miramos la realidad de esa “conciliación”. El desafío es aún inmenso.

Criar con presencia no es simplemente estar, sino también sostener emocional, física y económicamente el desarrollo de una hija o hijo. Cuando las condiciones materiales y sociales no permiten ese acompañamiento, la maternidad se transforma en una experiencia fragmentada, que muchas veces se vive con culpa, sobrecarga y agotamiento. Y esa vivencia tiene efectos no solo en las mujeres, sino también en las infancias que crecen sin la presencia que necesitan.

Como punto de partida, quisiera revisar las brechas de género en el trabajo. Según el VI Reporte de Indicadores de Género en las Empresas en Chile (realizado por los ministerios de Hacienda y Economía junto a Fundación ChileMujeres), las mujeres representan el 39,6% del total de trabajadoras.

Sin embargo, su presencia en cargos de gerencia de primera línea se reduce a 25,6% y a apenas a un 22,1% en los directorios. Es decir, mientras más poder de decisión hay, menos mujeres participando. Además, en términos generales, las mujeres ganamos un 28% menos que los hombres, según datos de la Dirección del Trabajo. Estos datos reflejan para muchas, maternar y avanzar en la carrera laboral siguen siendo caminos que por poco no son excluyentes.

La segregación también se manifiesta según el tamaño de las empresas. Las grandes organizaciones son las que reportan mayor presencia femenina en general, pero curiosamente, las pequeñas son las que concentran más mujeres en cargos gerenciales (VI Reporte de Indicadores de Género en las Empresas en Chile).

Esto sugiere que muchas mujeres deben buscar espacios más flexibles o menos jerarquizados para poder compatibilizar trabajo y familia, aunque ello implique menor estabilidad o proyección profesional. No se trata solo de oportunidades, sino de las condiciones que permitan ejercer una maternidad sin tener que renunciar a una carrera. Pero aún hay más: incluso la tasa de desempleo muestra un desfavorecimiento a las mujeres, pues es de 9,5% para mujeres, mientras que la de los hombres es 8,1%, de acuerdo a la medición de enero a febrero de este año del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

El tiempo también es una variable crucial. Según la II Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo de la institución, las mujeres dedican en promedio dos horas más que los hombres al trabajo no remunerado. Son casi cinco horas al día en labores domésticas, cuidados y apoyo a otras personas, que no generan ingresos, pero sí sostienen la vida cotidiana.

En el grupo de 25 a 44 años, la brecha se amplía aún más. Esta carga invisible incide directamente en las posibilidades de desarrollo laboral, personal y en la calidad de vida y de la maternidad que se puede ofrecer. En términos concretos, si un hombre decide irse a las cama a las 10 de la noche, probablemente la mujer irá pasada la medianoche.

Por otro lado (pero muy paralelamente), Edenred Chile dio a conocer el alza de mensualidades para salas cunas y jardines infantiles, los que podrían acercarse a los 600 mil pesos. Este aumento ocurre mientras el derecho a sala cuna no está garantizado en todos los casos: cuando el empleador no puede ofrecer dicho servicio, cuando el niño o niña no puede asistir (acreditado con certificado médico), cuando se trate de localidades que no cuenten con estos establecimientos o cuando las madres se desempeñan en faenas o en horarios en los que no se presta el servicio, el empleador podrá pactar un bono en reemplazo de este derecho.

El monto aún es un vacío pese a existir un proyecto de ley que duerme en el Congreso. Cabe mencionar que también Dirección del Trabajo y la Contraloría han dado ciertas directrices, en muchos casos, no se entrega el beneficio hasta que las madres lo solicitan. Si bien existen también la Junji e Integra, sus requisitos han ido aumentando, y los cupos siempre son un temazo. Y todo esto me hace pensar en que si trabajo, ¿quién cuida a mis hijos? Y si los cuido yo, ¿de dónde saco plata para vivir?

Entonces… ¿alarma la baja tasa de natalidad, pero no alarma la precariedad laboral de las mujeres? Maternar con presencia y trabajo no debería ser un privilegio, pero estamos llegando al punto en que lo es. No basta con reconocer el valor de la maternidad o celebrar su sacrificio; es urgente construir condiciones materiales, laborales y culturales que permitan a todas las mujeres ejercerla sin culpa ni exclusión. Y esto no es sólo una causa de género, es una responsabilidad colectiva.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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