
¿Parto a tu manera? Un lema atrapado entre trincheras
La Semana Mundial del Parto Respetado (SMPR) fue impulsada en 2004 por la Asociación Francesa por el Parto Respetado (AFAR). Desde entonces, se ha consolidado como una conmemoración internacional que busca promover y visibilizar las prácticas de atención al parto en diversos contextos, con el propósito de exigir el respeto y cumplimiento de los derechos vinculados al nacimiento.
Investigadores, profesionales clínicos, organizaciones activistas y personas en general se suman a este llamado para sensibilizar, educar y promover los derechos del parto y nacimiento. Este trabajo no se limita a una semana al año, sino que es un esfuerzo constante, sostenido desde diversas experticias y perspectivas que intentan converger en una única voz durante estos días.
Si bien la iniciativa de la SMPR nace en Francia, en Latinoamérica, ya desde la década de los ‘90, se gesta un movimiento que pone énfasis en nombrar las experiencias de violencia que se viven en los contextos de parto. Mientras que la OMS habla de irrespeto y malos tratos, en esta región se acuña un concepto que no ha estado libre de polémica: la violencia obstétrica (VO). Venezuela, en 2007, se convierte en el primer país del mundo en legislar sobre esta materia, reconociendo la VO como una forma de violencia hacia las mujeres. Después de Venezuela, se sumaron Argentina, México, Brasil, Uruguay. En 2024, Chile incorporó la VO en la ley integral de violencia contra las mujeres, nombrándola como un tipo de violencia de género. Sin embargo, el proyecto de ley que establece derechos en el ámbito de la gestación, preparto, parto, postparto, aborto, salud ginecológica y sexual, y sanciona la violencia gineco-obstétrica, sigue trabado en el Congreso.
A menudo se debate por qué en Chile el proyecto de ley que aboga por un parto respetado y la erradicación de la violencia gineco-obstétrica sigue estancado en el Congreso. Ante esta pregunta, es común que los dardos apunten hacia las instituciones, organizaciones y profesionales que encarnan el paradigma biomédico, acusándolos de no querer avanzar hacia modelos de atención centrados en la persona. Las razones son diversas y pueden ser analizadas desde el feminismo, la psicología, la salud pública, la antropología médica, entre otras disciplinas.
Sin embargo, creo que es momento de trascender la pregunta sobre por qué no avanza y dejar de enfocarnos únicamente en buscar culpables, para dirigir nuestra legítima frustración hacia una cuestión diferente: ¿qué necesitamos para tender puentes de entendimiento que permitan avanzar hacia un cambio de paradigma en la atención del parto y proteger la salud sexual y reproductiva de las mujeres a lo largo de su ciclo vital?
Es ahí donde quiero analizar críticamente el lema de este año: “ANTES, DURANTE Y DESPUÉS DEL NACIMIENTO, HAZLO A TU MANERA”, propuesto por la Red Latinoamericana y del Caribe por la Humanización del Parto y Nacimiento (RELACAHUPAN).
Comprendo que esta frase busca reforzar el derecho de toda mujer a ejercer su autonomía y agencia sobre su propio cuerpo, lo que es fundamental y necesario. Sin embargo, no puedo evitar sentir que resulta panfletaria, vacía y despojada de contexto. Esto me preocupa profundamente.
Primero, porque los estudios muestran que cuando las expectativas previas de una mujer sobre su parto se distancian negativamente de la experiencia real, esto puede afectar de manera significativa su salud mental. En ese sentido, es crucial preguntarnos qué tipo de expectativas estamos fomentando con esta frase y cómo pueden influir en el bienestar emocional de las mujeres. Si bien es fundamental que las mujeres puedan expresar sus deseos y preferencias para el parto, es igualmente importante recordar que este es, en última instancia, un proceso fisiológico que escapa a nuestro control absoluto. Las preferencias deben ser resguardadas por el equipo de salud, pero también deben ser flexibles, evitando que se conviertan en un rígido listado de deseos que genere presión y sentimientos de fracaso cuando las cosas no salen como se esperaba.
En segundo lugar, debemos considerar el contexto de los profesionales de la salud. Muchos de ellos han sido formados en el modelo biomédico tradicional, donde la relación con los pacientes se construye a partir de asimetrías de poder y de la autoridad del conocimiento experto. El proceso de desaprender estas jerarquías y adoptar un nuevo ‘habitus médico’ centrado en la persona no es sencillo, especialmente cuando debe realizarse de manera individual y a riesgo de ser excluido por colegas más conservadores. Hoy veo profesionales que, ya sea por convicción personal o por presión social, están tratando de acompañar los partos de manera más respetuosa, pero que carecen de las herramientas necesarias para apoyar tanto la fisiología del parto como las necesidades psicoemocionales de las mujeres y sus familias. También los veo preocupados por las urgencias, los imprevistos, los malos resultados obstétricos y, en definitiva, por el principio básico de su práctica: no hacer daño. ¿Cómo pueden resolver estas tensiones sin las herramientas adecuadas para manejar la comunicación en salud y construir relaciones de confianza con las mujeres que acompañan?
Vuelvo al lema de este año. ¿Cuánto aporta esta frase a tender puentes entre usuarias, instituciones de salud, profesionales, activistas y la academia, si está despojada del contexto en el que se desarrollan estas relaciones complejas?
A mi juicio, muy poco. El lema, sin querer, podría poner presión sobre las mujeres, convirtiéndose en una suerte de mandato sobre cómo ‘debería ser’ su parto, mientras siembra la inquietud en los profesionales sobre qué sucede si las cosas no salen ‘a su manera’.
Y entonces, reitero la pregunta: ¿qué necesitamos para tender puentes de entendimiento que permitan avanzar hacia un cambio de paradigma en la atención del parto, proteger la salud sexual y reproductiva de las mujeres a lo largo de su ciclo vital, y construir relaciones de confianza y respeto entre todos los actores involucrados?
Observo con preocupación cómo seguimos construyendo diálogo desde lo multidisciplinar, con intentos de avanzar hacia lo interdisciplinario, pero que, aunque con avances, aún se sienten lentos y en tensión permanente, como si fuésemos enemigos. Vivimos tiempos convulsos, de trincheras, donde muchas veces se reacciona desde el temor, la desconfianza y la defensa, en lugar de desde el entendimiento mutuo.
Creo que es urgente avanzar hacia la transdisciplina. Este enfoque no solo implica sumar conocimientos desde distintas disciplinas, sino también construir marcos comunes que integren las perspectivas de actores diversos: profesionales de la salud de distintas especialidades, organizaciones sociales, activistas, comunidades y también las universidades. No se trata solo de incorporar voces no académicas, sino de generar espacios donde la biomedicina dialogue de manera equitativa y horizontal con las ciencias sociales, reconociendo que el parto es un evento psico-neuro-fisiológico y, por tanto, requiere enfoques integrados que no privilegien un tipo de conocimiento sobre otro.
Es posible que solo así podamos dejar de enfrentarnos como si fuéramos adversarios, para comenzar a trabajar juntos, con genuina disposición al entendimiento mutuo, para construir un sistema de atención verdaderamente respetuoso y humano, que ponga a las personas, sus historias y sus derechos en el centro, dejando de lado las trincheras y abrazando la complejidad del mundo real.
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