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Proyecto cartas Valparaíso Yo opino Créditos: Cedida

Proyecto cartas Valparaíso

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Paulina Vergara Almarza
Por : Paulina Vergara Almarza directora de Centro cultural Letras Públicas
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Comienzo esta reflexión con una sencilla invitación a imaginar lo que sucede dentro de una cárcel de mujeres. Aunque las condiciones materiales son menos extremas que las de cárceles masculinas, la realidad es que al igual que la población penal de todas las cárceles del país, las mujeres del Centro Penitenciario Femenino Valparaíso se encuentran expuestas a una realidad carcelaria permeada por la precariedad. Esta cárcel está, además, llena de ausencias; hijas e hijos son una ausencia que duele a la que se suma la de madres, hermanas y sobre todo la de sueños y proyectos en libertad. La ausencia de parejas masculinas también se padece. A diferencia de las cárceles de hombres, que los días de visita se llenan de madres y esposas haciendo fila desde muy temprano para llevar alimentos y productos de aseo, a las de mujeres acuden madres y hermanas principalmente.

Pero están las otras ausencias; la ausencia de oportunidades reales y no imaginarias, la ausencia de capacitación laboral y lo que está en la base de todas ellas: el acceso a una educación de calidad y a la cultura, que de manera radical segmenta, discrimina y distingue a una chilena de otra. Estas limitaciones y carencias involucran la afectación de la identidad personal y social y de la autoestima. Y esta se expresa a nivel individual pero también a nivel grupal y comunitario. Las mujeres que ingresan a los espacios de reclusión de nuestro país comparten en su mayoría, características similares; sus edades oscilan entre los 20 y los 60 años, cuentan con una baja escolaridad, sin capacitación laboral alguna y con dificultades para expresarse de manera oral y escrita. El 89% son madrs y el 58% tiene al menos un hijo menor de 13 años.

Las interrogantes aparecen de manera obligada pero por razones de espacio elegiré solo tres: ¿Quién cuida a sus hijos en casa? ¿Quién los lleva a la escuela y les prepara el desayuno? ¿Quién los defiende de los peligros de crecer en una zona vulnerable de la V Región, a la que pertenecen la mayoría de las mujeres privadas de la libertad de CPF Valparaíso?

Es en este escenario es donde el género epistolar, se pone al servicio de mujeres prisioneras ya que uno de sus rasgos principales es su construcción en ausencia. Como Centro Cultural Letras Públicas trabajamos con cartas y privación de libertad desde 2017 impartiendo talleres de escritura e intercambio de cartas en la Región Metropolitana, V Región y Región de Tarapacá. El camino ha sido largo, durante estos años hemos ido creando una didáctica para fomentar la lectura y la escritura adentro de las cárceles, pero sobre todo para conectar y enlazar a las personas que participan de la iniciativa.

En nuestro taller de escritura de cartas, la ausencia se hace palabra, característica que cobra especial sentido en una cárcel de mujeres. Puede incluso lograr que una madre esté presente aun estando privada de libertad, puede ser la prueba de que esa madre estuvo, a pesar de su ausencia porque la misiva en su dimensión material permanece, se guarda, atesora y siempre es posible regresar a ella.

El intercambio de cartas no solo comunica el adentro con el afuera (siempre prohibido) sino que resulta ser un elemento de amparo, comunicación y contacto, un puente de palabras entre quienes se encuentran privados de libertad y el mundo exterior, incluso, reforzando o recuperando el vínculo materno siempre en riesgo.

Por eso, buscamos que, en primer término, las cartas se dirijan a miembros del mundo afectivo. Sin embargo, también fomentamos la escritura de cartas a desconocidos. Es decir, invitamos a personas en libertad a sostener correspondencia con mujeres prisioneras. En nuestra experiencia, con el paso del tiempo (y de cartas) comienzan los vínculos, y se entabla así, el verdadero intercambio epistolar. A través de la escritura y lectura de misivas, las participantes conocen realidades que abren puertas hacia otros mundos posibles.

Esta escritura permite a las mujeres narrar sus experiencias, acontecimientos y sueños a ellas mismas en primera instancia y también a sus destinatarios. Así, se transforman en narradoras de su propia historia. En este sentido la escritura de cartas promueve la reflexión, la introspección y la proyección hacia un futuro diferente.

En este contexto, es importante que la sociedad conozca otros ámbitos de las mujeres privadas de libertad y la literatura y, en este caso la escritura de cartas, puede ser la forma de acercarse a la persona y no a la cifra o al estereotipo presentado por los medios de comunicación masivos una y otra vez.

Las mujeres que hoy están tras las rejas saldrán mañana en libertad y si no invertimos en reinserción, (término bastante insuficiente para describir la quimera y su antónimo, la realidad que encierra esa palabra en nuestro país), una que incluya a la cultura como prioridad, los índices de seguridad seguirán siendo nuestros enemigos.

A fin de año publicaremos un libro que va a contener las cartas que actualmente están siendo escritas en nuestros talleres. Los invitamos a conocer este proyecto que con apoyo y participación, puede marcar la diferencia para quienes están hoy en privación de libertad a lo largo de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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