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El cáncer no es tu culpa ni de tus emociones Yo opino Créditos: Cedida.

El cáncer no es tu culpa ni de tus emociones

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Rocío Donoso Pineda
Por : Rocío Donoso Pineda Paciente con cáncer de mama en tratamiento de quimioterapia.
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Recientemente conocimos la historia de Fabiola, una mujer chilena de 52 años con cáncer de mama que lamentablemente falleció tras seguir las indicaciones de una supuesta “guía espiritual”. Esta persona, Margarita Galaz – fundadora de la llamada Comunidad Hameriana – la convenció de rechazar la medicina convencional, aislándola de su familia y prometiéndole que “la masa se achicará tras el conflicto emocional”.

Le hizo creer que su cáncer era solo un “conflicto emocional” que podía resolverse sin atención médica . El resultado fue trágico: al postergar sus tratamientos reales, Fabiola murió a fines de 2024 debido al avance de la enfermedad . Este caso estremecedor me indigna profundamente. No podemos permitir que se siga difundiendo la idea de que una enfermedad tan compleja como el cáncer se produce (o se cura) por lo que uno siente.

Mi experiencia como paciente de cáncer de mama

Me llamo Rocío Donoso, tengo 38 años y soy paciente de cáncer de mama. A lo largo de este camino he escuchado de todo. Muchas personas – a veces con buena intención, otras por simple desconocimiento – me han insinuado que “seguramente el cáncer me dio por las penas que he sufrido”. En otras palabras, que mis emociones me enfermaron. Estos son ejemplos reales de comentarios que he llegado a escuchar:

  • “Te enfermaste por todas esas tristezas que te guardaste.”
  • “El cáncer es por el estrés emocional; debes haber tenido mucha angustia.”
  • “Si perdonas y sanas tus heridas del alma, te vas a curar del cáncer.”
  • “No estés triste ni enojada, que el cáncer se alimenta de esas energías.”

Lejos de ayudar, este tipo de frases solo logra que uno, como paciente, se sienta culpable de su propia enfermedad. Como si no fuera suficiente con cargar el peso de un diagnóstico de cáncer, además tendríamos que cargar con la culpa de haber “sentido” demasiado, de haber tenido emociones supuestamente prohibidas. Quiero decirlo muy claramente: ningún paciente “se enferma porque quiere”, y echarle la culpa a nuestras emociones es no solo absurdo, sino también cruel.

La realidad es que el origen del cáncer es multifactorial. En mi caso, los médicos nunca me han hablado de “penas” ni “rabias” como causa; me han explicado factores genéticos, hormonales, ambientales… cosas concretas. Los especialistas en psicooncología – que saben de emociones y de cáncer – lo recalcan: “el cáncer no se genera por emociones, sino que es una patología multifactorial”. No hay evidencia científica que demuestre que el no expresar un sentimiento o atravesar un período de tristeza cause por sí mismo un tumor maligno.

Sí es cierto que el apoyo emocional es importante durante el tratamiento (nadie niega que mente y cuerpo están conectados hasta cierto punto), pero de ahí a afirmar que “una tristeza te provocó cáncer” hay un abismo. Ningún estudio serio avala esa simplificación.

El peligro de los mitos y la importancia de la detección temprana

¿Por qué es tan grave que se difundan esas ideas? Porque distraen de lo realmente importante: la detección temprana y el tratamiento médico adecuado. En lugar de decirle a alguien “no te amargues, así no enfermarás”, deberíamos estar diciéndoles: “Hazte tus exámenes de rutina, consulta al médico, cuida tu salud”. Yo descubrí mi cáncer a una edad en la que muchas personas creen que “no te va a pasar”.

De hecho, la sabiduría popular y hasta las campañas de salud suelen enfocarse en mujeres sobre 40. Sin embargo, cada vez somos más las mujeres jóvenes con cáncer de mama, y necesitamos visibilizarlo. Estudios recientes han observado un aumento en la incidencia de cáncer de mama en mujeres menores de 40 años.

La Organización Mundial de la Salud ha reportado que, aunque es más común después de los 50, las tasas entre mujeres de 30 a 39 años están incrementándose en varios países, y el cáncer de mama ya es la principal causa de muerte por cáncer en mujeres de 15 a 49 años a nivel global . Es decir, no es cierto que “a las jóvenes no les da cáncer”: nos da, y mucho.

A pesar de esto, en Chile la salud pública no siempre está preparada para ver el cáncer en mujeres más jóvenes. Conozco casos de chicas de veintitantos años que, al presentar un síntoma, inicialmente no fueron tomadas en serio: “a tu edad, debe ser un quiste, no te preocupes”.

El reportaje de La Tercera sobre cáncer en menores de 40 destacó el caso de Francisca, diagnosticada a los 25 años solo después de insistir mucho, pues al principio atribuyeron el bulto en su mama a algo benigno por su juventud . Esa desconfianza inicial retrasó su diagnóstico, y cuando finalmente supo que era cáncer, ya estaba avanzado. Historias así muestran por qué debemos reforzar las alertas en salud: el cáncer de mama no tiene edad mínima.

Aquí es donde entra la responsabilidad de las políticas públicas. Es fundamental invertir en campañas educativas que también apunten a las mujeres menores de 40, fomentar el autoexamen y la consulta médica oportuna ante cualquier signo sospechoso, sin importar la edad. Asimismo, necesitamos mejores herramientas de registro y seguimiento. (La propia Ley Nacional del Cáncer en Chile tiene una deuda pendiente en ese aspecto, al no haberse implementado aún un registro nacional de cáncer que permita dimensionar cuántas jóvenes están siendo afectadas ).

Detectar a tiempo salva vidas, esa es la verdad. Mi llamado es a no esperar a los 50 para ocuparse: si algo te preocupa, insiste en que te revisen. La diferencia entre un tumor detectado tempranamente y uno hallado tarde puede ser, literalmente, la vida o la muerte.

Aferrarse a la medicina, no a la culpa

Quiero destacar algo positivo en medio de todo esto: mi experiencia con los equipos de salud ha sido muy profesional y humana. Desde que fui diagnosticada, me he atendido tanto en el sistema público como en el privado, y en ambos he encontrado médicos y personal de la salud comprometidos con mi bienestar. Ellos nunca me juzgaron ni insinuaron que yo “provoqué” mi cáncer; al contrario, me explicaron el plan a seguir, resolvieron mis dudas y me brindaron contención cuando la he necesitado. Gracias a esos profesionales – oncólogos, enfermeras, tecnólogos, psicólogos – estoy recibiendo tratamientos efectivos y tengo esperanza de curarme.

Por eso, me duele ver casos como el de Fabiola, que cayó en manos de una charlatana. Me duele porque pudo haber sido yo, o cualquiera. Cuando uno recibe el diagnóstico, queda vulnerable, asustado, dispuesto a hacer lo que sea por sanar. Y ahí, lamentablemente, aparecen estos pseudogurús con promesas falsas. La llamada Nueva Medicina Germánica que Margarita Galaz promovía no es más que pseudociencia peligrosa – ha sido ampliamente desacreditada y rechazada por la comunidad médica internacional.

Sus postulados (que cada cáncer se origina en un trauma emocional específico y que se cura mágicamente al “resolver” ese conflicto interno) no tienen base científica y han llevado a muchas muertes por abandono de tratamientos reales. No caigamos en eso. Aferrémonos a la opinión de los médicos de verdad, de la salud oficial (pública o privada), porque ellos son quienes conocen la enfermedad y cómo combatirla.

Las terapias alternativas, en el mejor de los casos, podrían usarse como complementos de apoyo (por ejemplo, para relajación o bienestar emocional), pero jamás como sustitutos de la medicina basada en evidencia. Si alguien les dice que dejen la quimio o las operaciones porque “solamente debes liberarte del odio y todo sanará”, huyan de ahí.

También creo necesario aclarar: gestionar nuestras emociones sí importa, pero no porque de ello dependa la cura, sino porque el proceso de sobrellevar un cáncer es duro y el apoyo psicológico puede ayudar a enfrentarlo. Es muy distinto decir “expresa tus sentimientos, busca contención para que lleves mejor tu tratamiento” a decir “no te enojes que si no, no te mejoras”. Los propios expertos en psicooncología aconsejan evitar frases como “debes ser muy positivo para que el tratamiento funcione”, ya que esa tiranía de la positividad solo genera más culpa e impide que el paciente exprese lo que siente libremente.

El cáncer no es una guerra de voluntad ni un castigo por pensar en negativo – es una enfermedad, y necesita tratamiento médico y también apoyo emocional, ambos de la mano. No es culpa tuya tener miedo o pena; nos pasa a todas las personas con diagnósticos difíciles, y reprimirlo no es la solución. La solución está en la ciencia y en el acompañamiento, no en la culpa.

Un llamado a la responsabilidad

Para finalizar, quiero hacer un llamado amplio a la responsabilidad de todos los actores en torno al cáncer.

A las autoridades sanitarias y reguladoras: que no miren para el lado con las pseudoterapias. El caso que mencionamos terminó en una querella judicial por homicidio y ejercicio ilegal de la medicina (como debía ser) , pero idealmente nunca debió ocurrir. Es urgente fiscalizar a quienes lucran poniendo en peligro la vida de pacientes vulnerables. Además, reforzar la educación pública sobre el cáncer: informar con claridad que ni las emociones lo causan, ni “pensar en positivo” lo cura, sino que la prevención, la detección precoz y los tratamientos oncológicos oportunos son la clave para salvar vidas.

A los medios de comunicación y líderes de opinión: que actúen con responsabilidad al tratar estos temas. Dar tribuna o validar teorías sin sustento científico (aunque sean “populares” o llamativas) causa daño. Por favor, cuando hablen de salud, consulten a profesionales serios. No contribuyan a difundir mitos que después nosotros, los pacientes, sufrimos en carne propia.

Y a la sociedad en general, a cada persona que tiene cerca a alguien con cáncer: piensen dos veces antes de comentar. Lo que digan puede aliviar o herir. Si no saben qué decir, a veces lo mejor es solo escuchar o simplemente estar ahí. No sumemos más peso emocional a quien ya lleva una carga enorme. En vez de buscar “porqués” metafísicos o culpar al enfermo, enfoquémonos en cómo ayudar: ¿Ya se hizo sus exámenes? ¿Necesita compañía a sus controles? ¿Requiere apoyo con sus hijos, su trabajo, su estado de ánimo? Esas son las cosas concretas que marcan la diferencia.

En mi caso, agradezco a quienes me han apoyado sin juzgarme. A mis seres queridos que en vez de decir “seguro te pasó por X o Y”, me dicen “aquí estoy para lo que necesites”. Ese apoyo sincero vale oro y les aseguro que ayuda mucho más que mil teorías culpógenas.

El cáncer ya es suficientemente difícil; no añadamos desinformación, culpas ni magia engañosa a la ecuación. Mejor añadamos empatía, ciencia y responsabilidad. Cada vez que alguien repite que “el cáncer es por algo emocional”, se desvía la atención de lo verdaderamente importante y, peor aún, se hiere a quienes luchamos por sobrevivir. Rompamos ese círculo vicioso. Informémonos, respaldemos a los pacientes con respeto y hagamos equipo con la medicina de verdad.

El llamado es claro: hagámonos cargo con seriedad de esta enfermedad. Por favor, no más culpas ni explicaciones sin base. No más Fabiolas perdiendo la vida por seguir consejos irresponsables. El cáncer no es por lo que sentiste, y superarlo no depende de “no sentir”, depende de un diagnóstico a tiempo, de un tratamiento adecuado y del apoyo de todos. En eso debemos concentrarnos como sociedad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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