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Crónicas Cínicas XXIX

Es tarde en la noche. Murillo está editando un video en un pequeño cubículo sin mucha ventilación. Se ha conseguido un computador a la mala con unos ex -compañeros de la escuela de cine. A pesar de que es de noche y de andar sólo en shorts, polera y chalas, está muerto de calor, lo que lo hace transpirar y con esto se le resbalan los anteojos en la nariz, lo que hace que no pueda concentrarse en los monitores.


Cuando por enésima vez se le han resbalado los anteojos y se los ha vuelto a instalar con un gesto brusco, tocan la puerta. Murillo choreado se da vuelta en la silla para abrir. Para su sorpresa, el Gordo lo saluda con una sonrisa y dos Escudos heladas de a litro en la mano. Murillo no puede sino alegrarse con la llegada de su amigo, no sólo por las chelitas sino porque a estas alturas está chato lidiando con un material vacuna de un matrimonio mal filmado. Necesita parar un rato. Con una sonrisa acoge al Guatón diciéndole:



-¡Justo a tiempo compadre, este pituto me tiene hasta las masas!
-Si poh Negro, caché que deberíai estar con sed y te pasé a verÂ… ¿y qué se teje?
– Así es la pobreza Guatón, pa ganarme unas monedas tengo que atinar con el matrimonio de un primo de Punta Arenas. Lo filmó la hermana chica de este cabro, que se las da de audiovisual y filma como el forro. Como mi vieja cree que soy Coppola, se los palabreó y me mandaron las cintas para que yo les arme el videoÂ…
– ¿Y te pusieron unas luquitas en el sobre?
– Vos cachai lo amarrete que es mi vieja compadre, cree que cinco lucas es una fortuna, pero en finÂ… mandó 30 pesos, seguro ella cree que me va a alcanzar pa comprarme una casaÂ… Imagínate si tengo que pagar por el compu, salgo pa atrásÂ… pero como están los tiempos, 30 lucas son 30 lucas, ¿no?
-Seguro NegroÂ… Es que Punta Arenas será más barata que SantiagoÂ…
– No Guatón, al contrario, todo es súper caro en mi tierraÂ… es que ella es así: viuda, esforzada, profesoraÂ…¿cachai? ¿Y como te fue con la Laura el otro día Guatón?
-Me volvió a mandar a la cresta, esta vez por pedante y barsúo…



Murillo lo queda mirando, se toma un trago de cerveza y suelta una carcajada:



-¿Pedante tú?, ¡Gordo querido!
– Es que fuimos a ver el Ladrón de Orquídeas con esta mina y yo le dije a la salida que me había encantado la película, porque por primera vez veía una peli que problematizaba el viejo dilema entre la narración de conflicto central y la narración de ruptura, o más bien en la que se describe la complejidad de los personajes. Y le seguí explicando este dilema del que tanto se ha hablado y por el que tantos autores han sufrido: el dilema que hay entre, por un lado, contar una historia en la que vemos y seguimos el recorrido de un héroe, héroe capaz de sobrepasar los obstáculos más grandes y triunfar al final o morir, o contar una historia sin grandes obstáculos ni conflictos, sin siquiera un héroe a veces, pero que nos muestra o nos hace seguir una narración en la que se observa con sensibilidad al ser humano o a la naturaleza. La primera opción genera interés y entretenimiento entre la audiencia y la segunda aburrimiento y perplejidadÂ….
-O sea Guatón el viejo dilema entre Hollywood y Europa, entre cine comercial y cine arteÂ…¿no?



-Claro, pero ella se choreó pesado, dijo que yo era un pelotudo, que ella de más entendía la película, que está bien que fuera cajera de supermercado, pero que se había leído la poética de Aristóteles a los 12 años, que ahora estaba de nuevo juntando plata pa terminar filosofía en el Arcis y que no tenía derecho de ningunearla así, que yo era sólo un sociólogo sin pega que me las mandaba porque mi viejo me mantenía, que porqué no te aprendía a ti que no eras un diletanteÂ…



Murillo mira al Gordo con cara de risa, con una expresión de no lo puedo creer. Entre risas interrumpe a su amigo:
– ¿O sea que se fue en la más dura Guatón? Esa mina te ama Gordo, ¿no cachai que te está educando?
– Pero me dijo cosas terribles Negro, dijo además que la película era una gueá, que nadie la iba a cachar, que el director – el Spike Jonze – era lo peor y que los hermanitos Kaufman, que se ponen en escena, son más saco de hueas que el Jonze y que Being John Malkovich era una idiotezÂ…
– Ta súper equivocada tu mujer Gordo, yo la encontré genial. No sólo por poner en escena un dilema de la narrativa fílmica, sino porque de la forma más ingeniosa, en el giro final del relato, te hace una demostración magistral de cómo resuelve Hollywood el problema de darle un final movido a una peli fomeÂ…
– Noooo, si estoy absolutamente contigo compadre, sólo que esta cabra se puso paranoica.
– ¿Y la vas a ver luego Gordo?
– Bueno, nunca tan heavy como pa no verse másÂ… la pasé a ver a la pega y le robé un besitoÂ…
– ¿Y la de Nicholson, Gordo? ¿la viste?
– ¿Las Confesiones de Schmidt? La vi Negro y también me gustó. La encontré la raja, para ser más preciso. Me gustó el tema, ¿cuándo se puede ver una peli que tiene humor y que al mismo tiempo el sujeto es la definición de lo fome?



El Negro, que estaba tratando de pegar dos tomas en el computador, lo interrumpe sin levantar la vista de la pantalla:



– La actuación de Jack Nicholson es el 90% de la peli, compadre. Pero ¿te fijaste en los meticulosos detalles de la ambientación? Es extraordinaria la dirección de arteÂ…



Luego el Negro se calla para tratar una vez más de atinar con el montaje. El Gordo continua con su comentario:



– Es que el tema NegroÂ… un viejo que acaba de jubilar, un viejo que no se ha movido de su pueblo de mierda en toda la vida ¿qué tipo de experiencias con un personaje así de fome, puede ameritar una historia? El desafío es enorme, enorme y en eso el director y co-guionista Alexander Payne es admirable. Nos hace creíble y amable lo imposible: hacer de la vida pequeña de este pobre hombre que se enfrenta al sin sentido de su existencia a los 66 años, una historia apasionante y sensibleÂ…



Murillo, sin mirar a su amigo y todavía tratando de trabajar, le vuelve a replicar:



– Mr. Payne será un choro como realizador compadre, pero sin nuestro querido Jack no habría llegado a ningún ladoÂ…



– Seguro, Negro, pero déjame insistir, porque esta película me toca de cerca en la sensibilidad , es el cine delicado y realista que más me gustaÂ… como te decía, esa manera que tiene Payne de afincar la narrativa en la observación de un pequeño mundo sin eventos, de gente simple, tranquila, gringa profunda, que ha visto pasar los años entre la tele y la pega y hacer de eso, de esa materia, una película brillante con una mirada culta y aguda sobre el sentido de la sociedad americana, no es menor compadre, no es menorÂ…



Murillo metido en su cuento, no pesca al Gordo en su volada estética. Se toma otro trago de cerveza con los ojos pegados a la pantalla del compu. Está tratando de encontrar el punto preciso para hacer un corte en ese materia mal grabado por su prima que usa la cámara de manera huidiza y sin sentido. El Gordo guarda silencio esperando un cometario, pero Murillo sigue en silencio. El Gordo se aburre y vuelve a la carga:



– ¿No te parece, ah?



Murillo lo mira sorprendido y le dice:



-¿Qué?¿qué me estabai diciendo?



El Gordo choreado va a abrir la boca, cuando se apaga la luz. Murillo creyendo que son los nocheros de la escuela los que se la apagaron y que por ende lo cacharon que estaba usando los equipos sin permiso, se pone un dedo en los labios, para indicarle a su amigo que se quede callado. Pasan un par de minutos, no vuela una mosca, el Negro, una vez más, se vuelve a instalar los anteojos en su nariz llena de gotas de sudor. Sólo de vez en cuando se escucha el ruido de un trago a las botellas para tranquilizar el ánimo. De repente se prende la luz y se abre la puerta. Los dos saltan asustados. En el umbral de la puerta una pareja de punks curados, viejos amigos de Murillo, aparecen riéndose a carcajadas mientras les dicen al unísono:



-¡Hola cabros, los vinimos a ver!



* Luis Mora, realizador, comentarista y profesor de cine.
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