La vida pública de El Tila en verso libre
Optando por la información de la prensa, el poema Criminal reorganiza a modo de crónica libre la historia del psicópata Roberto Martínez Vásquez, balanceándose entre el rescate de la figura literaria y el sentir social ante la criminalidad.
La historia es conocida y perturbadora. Un joven entra a una casa de La Dehesa, viola a las mujeres adentro, furioso las golpea, casi mata a un niño y se lleva el dinero. Era El Tila, delincuente de trayectoria, que antes de saltar a las primeras planas con ese atraco, había asesinado y descuartizado a una joven de 16 años. Su prontuario revelaba que desde niño estuvo ligado al mundo criminal y a las drogas, en una carrera que como pocas, fue cubierta por la prensa.
Para sorpresa de cualquiera, Roberto Martínez Vásquez, nombre de El Tila, aparecía insistentemente en el archivo de la crónica roja. Como ejemplo de rehabilitación a los 15 años en un viejo reportaje de Canal 13, al ser detenido por el asalto a un ex gerente de El Mercurio o en la revista Ya, donde incluso se publican sus poemas y un autorretrato.
Tras su condena a cadena perpetua por el descuartizamiento, Martínez Vásquez continuará fuertemente ligado a los medios; de hecho concedió una entrevista a TVN en la cárcel, encadenado de pies y manos, donde repitió lo que fue su explicación continúa sobre sus crímenes: fue la sociedad. Probablemente en esas razones habría ahondado El Tila en la obra que escribía durante su estadía en la cárcel, pero la máquina de escribir que utilizaba -un regalo del juez Carlos Carrillo, quien lo procesó- tenía algo especialmente útil en su condición de preso rematado: el cable a la electricidad, con el que una noche en que quedó a oscuras por una apagón en el sector, se ahorcó.
Pero antes de que su nombre entrara al archivo periodístico y social como otro criminal, Roberto Martínez Vásquez había llegado a la prensa como un niño inocente que vendía globos en Talca con una foto publicada por el El Mercurio. La imagen intervenida es justamente la que ilustra el libro Criminal de Jaime Pinos Fuentes, editada a fines del año pasado por la Calabaza del Diablo, y que en un formato poético recorre la vida pública de El Tila, configurando en esa reconstitución de los hechos una suerte de explicación -o compresión- social sobre la criminalidad de quien fuera llamado el psicópata de La Dehesa.
Utilizando la información disponible en la prensa -optando directamente por evitar una investigación sobre la vida de El Tila-, en Criminal Pinos sitúa en la niñez un momento fundamental para comprender a Martínez Vásquez. De hecho, desde la foto que ilustra la portada del libro parece apuntar a esa idea: la imagen muestra a un niño con un ramillete de globos, con una mirada ya incluso algo asustada. Quizá el último momento de inocencia.
Discursos apropiados
La operación de Criminal tiende a la reorganización de un discurso público. Todo lo escrito y hablado sobre Martínez Vásquez está el libro. A modo de una crónica recorre su entrada a la vida pública, las reacciones policiales, la manera en que la prensa rescató viejas historias, sus propias palabras, las pruebas psicológicas que lo dan como una persona imputable, su condena y suicidio.
Pero más que un recorrido simple, Pinos realiza un ordenamiento en verso libre, que se balancea entre el rescate de la figura literaria -en el amplio sentido del término- de El Tila y el sentir social ante la criminalidad. El sujeto y su vida íntima quebrada y desgraciada, por un parte, y por otra, la reacción social ante la amenaza inminente del horror cumplido.
«Soy el que acecha», comienza Criminal; «Yo soy su miedo», agrega en el primer poema, entrando con una voz de misterio y decidora de uno de los tópicos del libro: Roberto Martínez Vásquez -nunca nombrando a lo largo del texto- opera como concepto e individualización de uno de los miedos más reales de la sociedad moderna, del crimen brutal. Cobra sentido así, que el libro obtenga su materia prima en la información de prensa.
Si se advierte una explicación de la motivaciones de El Tila, habría que captar también que los argumentos utilizados son justamente los de conocimiento público, es decir usados y abusados, tan superficiales y torcidos como puede exponer la prensa las pulsiones criminales de un individuo con una historia personal. Criminal¸ no es sociología ni sicología, es un poema que de fondo deja sentir el aliento intranquilo del temor.
En el otro lado, en el interior del personaje, Pinos explota la veta literaria de Martínez Vásquez. Habla por él, utiliza sus declaraciones a la prensa y las retoma en un tono poético asfixiante de resignación de llevar la carga de ser quien es: "Yo soy el que no tiene perdón", dice en el último poema en donde la voz el criminal aparece; antes ya había dicho "Los siete demonios/ El horrible bramido de sus voces/ Saturaron su cabeza". Y también: "No hay más alternativa / que curar el mal con el veneno".
Más aun, Pinos introduce a El Tila en la historia literaria, a través de al menos tres citas incluidas en Criminal. En el poema ‘Discurso de las Bellas Letras’ termina con el significativo verso "Yo soy el poeta maldito". En esa misma línea de escritores, se cita a Antonin Artaud, al titular las misivas que envió Martínez Vásquez al juez que llevaba su causa y al Ministro del Interior, Carta a los Poderes I y II. Además entrelaza la voz de El Tila con el ‘Aullido’ de Allen Ginsberg.
Con ambas operaciones, al apropiarse de la información mediática y de la voz de Martínez Vásquez, Jaime Pinos plantea la constante social para entender un fenómeno como El Tila. Pues más allá, de la historia específica, Criminal en realidad se mueve en la situación del crimen y su impacto en la vida pública. En ese sentido, y probablemente por su lenguaje más bien seco y lejano, se plantea como un eco.
Criminal, a modo de crónica recorre un momento cultural partiendo en hecho de perturbación pública, estableciendo en el ámbito literario lazos con Manuel Rojas, Carlos Droguet y las voces marginales de las letras chilenas. Quizá con más fuerza la cercanía está con Enrique Lihn, especialmente con obras como El Paseo Ahumada o La Aparición de la Virgen, por el hecho de partir de una situación real.
No obstante, el ceñirse tan fielmente a los hechos conocidos termina por afectar a Criminal. Sus posibilidades expansivas -en tanto historia social- y potencia literaria -en tanto personaje finalmente literario-, quedan reducidas a la crónica que si bien evidentemente poética, pareciera desperdiciar una ambigüedad latente. De todas maneras, el volumen funciona a modo de reflejo cultural o quizá como una imagen fragmentada de un horror demasiado mediado.
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