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«El robo de la obra de Rodin expresa un sentimiento de abandono académico»

El docente y crítico de arte asegura que detrás de la desaparición de la estatua de Rodin hay graves falencias en el sistema educacional. Enfatiza que no se trata de un hecho aislado, y que es una práctica habitual que estudiantes sustraigan fragmentos de piezas de artistas famosos.


El robo de "El Torso de Adèle", del Museo Nacional de Bellas Artes, el viernes pasado, puso de manifiesto no sólo una serie de falencias en las políticas de seguridad de los museos, sino también en la calidad de la enseñanza que se imparte a los estudiantes de las carreras artísticas. Ésta, al menos, es la opinión del director de la escuela de artes de Uniacc, Justo Pastor Mellado, quien asegura que no sólo hay un hecho delictivo por parte de un estudiante, sino también un problema educativo.



Por estos días, la universidad Arcis estudia la expulsión o suspensión de Luis Onfray Fabres, el autor del hecho, luego de anunciar públicamente que solidariza con el Museo de Bellas Artes, y que el acto cometido por el alumno -quien catalogó el secuestro de la pieza como una "acción de arte"- es una "transgresión ética", y no estética.



Mellado plantea que el problema es más profundo, y no se trata de un hecho aislado. Denuncia actos similares de vandalismo desde hace ya bastante tiempo, y cree que el problema es que las escuelas de arte en las que se forman no están cumpliendo con su misión. "No se trata de solidarizar con el museo; se trata de que cuando uno tiene un estudiante así, es muy fácil echarlo. Al contrario, tienen que asumirlo nomás. Él ya tiene suficiente castigo por la justicia. De algún modo, si hace eso, es un tipo de enseñanza el que fracasa, porque el muchacho no sabe hacer distinciones mínimas", opina.



-¿Pero eso no podría pasar en cualquier universidad?
-No, no podría pasar. Depende de cómo se trate. Hay ambientes que favorecen eso. No quiero decir que sean todos unos ladrones. Es una cuestión mucho más grave: se favorece el no establecimiento de nociones de contención de los propios estudiantes.



-¿Qué haría usted?
-Le daría una pateadura por imbécil. En serio, es un estúpido.



-¿Una pateadura física o académica?
-Es que forma parte de la "pateadura" académica, por ejemplo, el obligarlo a venir a clases. A ser buen estudiante.



-En este minuto él no está yendo a clases.
-No, pues. Tiene que asumir. Tiene que ir a clases y leer lo que tenía que leer. Cumplir con lo que tenía que cumplir. No sé, así es como pienso yo y mi teoría pedagógica se relaciona con eso. Justamente en esas condiciones, a ese pobre estúpido no se le puede dejar solo, porque para algo estamos: para contener. Y que él haya tenido esa iniciativa es la muestra de que estamos haciendo mal nuestro trabajo. Me refiero al sistema de enseñanza en su conjunto.



-¿Pero tendrá siempre que ver un tema académico?
-Por supuesto. Él abre la boca y se hunde más. Se defiende diciendo que eso es una acción de arte. ¿Quién le enseñó eso? ¿Quién le enseñó a hacer distinciones? ¿Quién se hace cargo de su estupidez?



-Supongo que, estrictamente, no podría ser una acción de arte.
-Por supuesto que no. Y por último, si lo fuese, él debe asumir el efecto legal de su acción. Yo tengo alumnos a los que les encantan los graffitis. Pero está claro que si hacen graffitis están atentando contra la propiedad privada, y eso es una falta. Creo que en todas las escuelas un poco está pasando lo mismo. Lo que pasa es que en algunas hay antecedentes de esos "jueguitos": alumnos que hace varios años se dedicaban a hacer actos vandálicos contra las obras de algunos compañeros cuando exponían en galerías, por ejemplo.



-¿Romper obras, por ejemplo?
-Exactamente. O bien, estudiantes que sustraían fragmentos de obras instaladas en Santiago por grandes artistas, y se jactaban de tener una colección de fragmentos sustraídos en su casa. Pequeños fragmentos, como si nada, como para que la merma no sea percibida como robo. Hay un ambiente estudiantil de mala leche que promueve ese tipo de cosas, y creo que hay profes que no le ponen el cascabel al gato. Yo no puedo acusar al Arcis directamente, pero conociendo el ambiente, no me extraña para nada.



El vandalismo por denuncia



El proceso de denunciar mediante hechos transgresores no es nuevo. En el campo del arte, precisamente, tiene bastantes antecedentes. Sin embargo, entre las denuncias y el vandalismo hay bastantes diferencias. Según Mellado, el tema no es poner en evidencia una situación, sino el procedimiento por el que eso se hace.



"Hace varios años, dos chicos de Lyon hicieron una operación similar. No la llamaron acción de arte, sino un ‘acto ciudadano’. Entraron al museo por detrás, grabaron el trayecto y demostraron que era posible ingresar al museo. Y no sustrajeron nada. Eso justifica que alguien diga ‘estamos denunciando la vulnerabilidad de los museos.’ Los tipos no sustrajeron nada. Son pequeños detalles. Otra cosa es, por ejemplo, que el tipo saque la estatua, se vaya a la oficina del director y le diga ‘mire, señor, lo que tengo en la mano’. Es distinto, porque el tipo no la sustrae; la desplaza en el mismo recinto. Son muy importantes los procedimientos", afirma.



-Entonces- había otras formas de demostrar lo mismo, sin tanto descrédito internacional, además.
-Además. A raíz de esto subieron los costos de los seguros de las ya pocas muestras internacionales que llegaban a Santiago. ¡Entonces ese tipo es un idiota! ¿Cómo analiza programáticamente su acción? Por eso te digo que hay un ambiente que favoreció su torpeza.



-¿Cree que es un hecho aislado?
-No. Es un sentimiento que existe bastante más de lo que uno supone en estudiantes de arte abandonados. Este chico, haciendo este acto, expresa un gran sentimiento de abandono académico.



-¿Esto pasaba antes en Chile?
-No. Eso quiere decir que hay un gran sector de jóvenes, estudiantes de arte, que abrigan una bronca contra las instituciones que está sobredimensionada, porque no tienen ni siquiera bagaje institucional. Entonces, se confunden de "enemigo". En vez de apuntar a Milan Ivelic -no es que haya que apoyarlo, es que hay que querer que el museo sea algo mejor-, hay que apuntar al ministro de Cultura, al ministro de Educación, al Presidente de la República. El acto desgraciado de este pobre muchacho estúpido nos habla de la impotencia en el marco en el que desarrollamos nuestro trabajo. El problema es la vulnerabilidad de la política general del museo, que el Estado de Chile no permite que sea consistente, básicamente por un tema de recursos.


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