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«El velo de Berta»: El relato vivencial sobre el conflicto del Alto Bío-Bío

El filme de Esteban Larraín -realizador también de »Patio 29» y »Ralco» – fue recientemente premiado en el festival de cine de Rodas, en Grecia, ha recibido elogiosas críticas en Europa y se estrenará en Chile en los próximos meses. El documental es una narración íntima de la batalla de las »ñañas» por no perder sus tierras ancestrales.


Marzo del 2004. En el interior de una notaría, los abogados leen el acuerdo final que da por terminado el conflicto entre un grupo de familias pehuenches y la empresa hidroeléctrica Endesa por la construcción de una mega central hidroeléctrica. Berta Quintreman, símbolo de la lucha para que la obra no se llevara a cabo en tierras de sus ancestros, habla con voz conmovida a los abogados. «La tierra es sagrada, es la madre, el padre. Tenemos que respetar a nuestro padre y nuestra madre», dice, y respira entrecortadamente. «Esta mujer está sufriendo por su tierra, por su río. Me están destruyendo la tierra inútilmente».

Es la culminación de un largo y doloroso proceso del que da cuenta, con mirada intimista y gran sensibilidad, Esteban Larraín -realizador de «Patio 29» y «Ralco»- en su premiado trabajo «El velo de Berta». El documental, que ha tenido exitosa recepción en muestras europeas, recibió el premio especial del jurado en el Festival Tres Continentes, de Milán; ganó además el Ramsar, del Festival de Cine de Rodas, en Grecia, y será estrenado en Chile durante el festival de Valparaíso, en noviembre próximo. El director, eso sí, no descarta hacer una exhibición simbólica para el aniversario de la inauguración de la central Ralco, en septiembre.

A través de la lente de Larraín se ve un proceso mucho más matizado y profundo que lo que la prensa pudo narrar en su momento. Una negociación complicada y la enorme contradicción entre terminar la lucha y quedarse en la tierra de los antepasados. Con el sonido del río como fondo del documental y una fotografía excepcional, la «ñaña» Berta hace sus labores cotidianas, todas ligadas a su geografía, y su lucha, contextualizada, toma otro sentido.

«Fue como una conquista amorosa»

Larraín -periodista, además de cineasta- comenzó a familiarizarse con el tema a partir del año 96, cuando estaba trabajando en el diario Financiero, y le tocaba cubrir las noticias referentes a la construcción de la central Puangue, y ya se producían problemas entre la empresa y la comunidad pehuenche.

Si bien «Ralco» y «El velo de Berta» forman parte de una misma historia, se pueden leer de modo independiente. La primera se centra en el período entre el ’98 y fines del ’99, cuando por primera vez se paraliza la obra y luego se revoca este fallo. La segunda, da cuenta de un escenario distinto. «Cuando volví de Italia en el 2002 -explica el director-, fui a ver cómo estaban las cosas, y habían cambiado los personajes, porque si antes era mucha gente, muy coral, ahora era muy solitario. La masa de voluntarios del comienzo ya no estaba, no había prensa casi, era todo mucho más íntimo. Nicolasa -protagonista del primer documental- ya había vendido sus tierras y el gran personaje que había era la Berta, que había sido como la co-heroína de Ralco». Decidió entonces hacer un nuevo documental.

Esta vez no le fue tan difícil comenzar el trabajo, puesto que los contactos con las «ñañas» y el mundo pehuenche ya estaban hechos. Cuando filmó Ralco, pasó largo tiempo conviviendo con la comunidad de la zona antes de comenzar a rodar. «A seis meses de trabajar con ellas pudimos sacar recién una cámara para filmarlas haciendo cosas, ni siquiera hablando. Fue un proceso como de una conquista amorosa, muy de a poquito», cuenta.

Berta contra los molinos

«La tierra es sagrada. Es madre y padre». B.Q.

Una de las claves de la cinta es la idea de que la vida del pueblo pehuenche, la vida de Berta, está ligada al suelo de sus ancestros. La imagen de un empecinamiento gratuito queda atrás cuando aparece Berta recolectando semillas, barriendo las hojas, haciendo ofrendas a la Mapu Ñuque (madre tierra) y el Mapu Chao (padre tierra), hablando con sus espíritus ancestrales, recorriendo los caminos del valle. Su permanencia en ese territorio es un mandato atávico.

«La contradicción de la Berta la tenía muy mal; no quería irse -relata Larraín. Ella termina firmando porque ya la represa esté hecha, las familias están convencidas. Ella sabía que estaba al final de sus días, pero pensaba mucho en su hijo único, quería que ese sacrificio colectivo lo beneficiara a él de alguna manera». El momento de firmar el acuerdo es el clímax del documental, con su improvisado y urgente discurso. «Por primera vez vi que se emocionaba con la situación, consigo misma, con el momento que estaba viviendo. Termina su alocución casi llorando. Eso es enormemente significativo.»

Sin embargo, Berta Quintremán no abandonó la zona. «Traspasó las tierras que le entregaron a su hijo, al menos de facto, pero ella se quedó donde vivía, sólo que muy a la orilla del lago. Es la única que no se fue. Eso cerró el círculo de su consecuencia», explica el realizador.

De Ralco a las elecciones

El estreno de «El velo de Berta» debería ser para el festival de cine de Valparaíso, en noviembre. Larraín, sin embargo, quiere mostrar el filme en septiembre, cuando se cumpla un año de la inauguración de Ralco. La idea es exhibir la cinta no sólo en Santiago, sino también en algunas ciudades del sur, como Concepción, Temuco, Osorno y Los Ángeles.

Paralelamente, planea ya su próximo documental, «Los hijos de Seligman», situado en las elecciones de este año. La exploración, según explica, se orienta hacia la apatía electoral y el concepto de «desesperanza aprendida», es decir, de abatimiento tras repetidos fracasos. Eso que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo llama «el malestar con la democracia».

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