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«Get Behind me Satan»: La reinvención de The White Stripes

Reformulándose y alejándose de la línea musical plasmada en sus producciones discográficas más recientes, The White Stripes regresa con su nueva apuesta. En un tono casi acústico, el dúo norteamericano entrega trece canciones en las que se fusionan de gran forma, guitarras eléctricas, marimbas y piano.


Perteneciente a las bandas que resucitan el rock garage (tal como The Strokes), The White Stripes surge en 1997 con Jack y Meg White como únicos integrantes. Provenientes de Detroit, este ex matrimonio (pese a que ellos afirman que son hermanos) inmediatamente rompió con todos los esquemas rockeros con su aparición en la segunda mitad de la década de los noventa.



Con un estilo minimalista y un manejo amplio de géneros (que cruzan del folk, el pop o el blues al rock y el punk), The White Stripes irrumpió en la escena musical en 1999 con su ruidoso debut homónimo: un disco repleto de temas en los que Jack aplica una variedad interpretativa que logra rescatar recocidas influencias al rock clásico y las adapta al tono del conjunto.



Las bases guitarreras y las baterías enérgicas se repetirían en su segundo trabajo, De Stijl (2000). Tras este disco, The White Stripes comenzó a llamar la atención por su interesante apuesta y pujante sonido. Sus siguientes placas, White Blood Cells (2001) y Elephant (2003), simplemente encantarían al público, con sonidos y despliegues musicales que estrujaban lo mejor del rock y propiciaban la creación de temas tan inmortales como Seven Nation Army.



Tras dos años de ausencia, la banda de Detroit regresa con su quinto álbum, denominado Get Behind me Satan. Sin bien, su exitosa anterior placa, Elephant, dejaba la vara altísima, este nuevo trabajo sabe como esquivar la excelencia musical pasada, dando una vuelta de tuerca a la línea mostrada, desplegando una gama de variedades sonoras e interpretativas de alto vuelo.



Get Behind me satan continúa en cierta forma con esos exquisitos guitarreos y aquella particular tónica interpretativa muy al estilo de The White Stripes. Sin embargo, se muestra como un álbum mucho más intimo y menos estridente (pese al demoledor comienzo con Blue orchid), donde se sienten y aprecian muchas influencias rockeras clásicas, pero que nunca hacen olvidar que escuchamos a The White Stripes.



Producido íntegramente por Jack White, la nueva entrega discográfica de estos hermanos-no hermanos se permite jugar con baladas sentidas en un tono blusero con pizcas de rock, intercaladas con canciones que estrujan lo mejor del rock de décadas pasadas. En un alto nivel de experimentación, Get Behind me Satan emerge como una placa trascendental dentro de la trayectoria de The White Stripes, y por cierto, dentro de la música contemporánea.

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