Ramón Díaz Eterovic: «No quiero cambiarme de género para ser más serio»
Acaba de publicar El último deseo, la undécima novela en la que aparece el célebre detective Heredia, y cuenta que ya tiene lista la siguiente de la saga. Entre medio, pretende terminar otros proyectos en los que el investigador adepto del City Bar no figura, pero siempre dentro de la narrativa policial. »No creo que sea literatura menor, para mí la literatura es buena o mala, independiente del género».
Se sienta en su oficina y apoya su mano derecha en la barbilla. El dorso está cubierto por rasguños que son culpa de Balzac. No el novelista, sino el gato de Ramón Díaz Eterovic. A diferencia de Simenon, el gato de su personaje más famoso -el detective Heredia-, Balzac no habla, aunque a veces tiene brillos demasiado elocuentes en las pupilas, y parece que algo quiere decir.
La simultaneidad de gatos, en todo caso, no quiere decir que Díaz Eterovic y su personaje Heredia -que ya cuenta 11 novelas publicadas y 20 años de vida literaria- sean alter egos. Van envejeciendo juntos, asume el autor, pero están lejos de ser lo mismo; es sólo que el creador se siente cómodo en la piel del personaje. De hecho, confiesa que tiene comenzadas varias novelas que ha querido intercalar con las aventuras del detective solitario -cliente frecuente del City Bar-, pero siempre se le presenta el investigador como una sombra, le cuenta una nueva aventura y los otros proyectos deben esperar hasta nuevo aviso. Ahora acaba de terminar el volumen 12 de la saga, pero los lectores deberán esperar un tiempo, puesto que acaba de editarse El segundo deseo, undécima novela de Heredia.
El detective instrospectivo
La última es quizás la entrega más íntima del personaje, donde se descubre el origen de las carencias y durezas del investigador, en razón de su biografía. Obligado a encontrar al padre de un cliente, Heredia tiene que descubrir en paralelo la historia de su propio padre, del que no sabe casi nada. "El tema se centra en la figura del padre, y él tiene que enfrentarse a su propia historia. Eso lo obliga a la introspección, a entrar en sus duelos, en sus dudas, en sus recuerdos", dice Díaz Eterovic.
–El dibujante argentino Quino, después de una década de hacer a Mafalda, quedó agotado y no la quiso hacer más. ¿No le cansa seguir, después de 20 años, seguir haciendo a Heredia?
-No, me sigue entreteniendo, es trabajar con un personaje familiar. Me gusta construir sus historias, ver como crecen y se desarrollan. Lo más importante es que me sigue pareciendo un punto de vista válido para lo que quiero escribir, para acercarme a lo que me parecen las deficiencias de la sociedad chilena. En todas las novelas de Heredia hay una suerte de radiografía o crónica de lo que ha sido la sociedad chilena en los últimos 20 ó 30 años. No he pensado en jubilarlo, aunque sí quiero darme el tiempo de compartir estas novelas con otro tipo de proyectos que no lo incluyen.
-¿No lo limita escribir siempre desde Heredia, su historia, su tono, su geografía?
-No, me siento cómodo. No hago a Heredia porque sea fácil o rentable; lo hago porque me siento bien, porque me sirve para hablar de las cosas que me interesan.
-¿Va a ser Heredia hasta la jubilación o hasta la muerte?
-Me gustaría hacer una novela con un Heredia aún más envejecido, porque el personaje va envejeciendo con el autor… El problema es que no se sabe hasta cuándo le da cuerda a uno, pero mi idea es escribir unas cinco o seis novelas más con el personaje.
-¿Qué va a pasar con Heredia cuando Simenon se muera? Es uno de los pocos bastiones afectivos que tiene.
-He pensado en eso, pero no sé cómo se va a resolver. Según la equivalencia de los gatos, debería tener más de 80. Un recurso es usar la ficción y mantenerlo siempre, y otro es enfrentar a Heredia al duelo. No lo sé.
-En El segundo deseo vemos un protagonista mucho más introspectivo. ¿Responde a las necesidades de su propia edad o a las de Díaz Eterovic?
-Creo que tiene que ver con el tema. Originalmente la novela estaba centrada en la búsqueda del padre del cliente, y en la comercialización de la vejez. Cuando empecé a escribir pensé ‘¿qué pasa con el padre de Heredia?’, y me propuse reconstruir una parte no dicha de su biografía. Pero en realidad desde hace varias novelas el personaje está más reflexivo.
"No tengo prejuicios con el género policial"
-Una de las situaciones colaterales de Heredia es que tiene un vecino pequeño, que también es detective. ¿cómo es esto de meterse en el mundo del mismo personaje desde el ángulo de la literatura policial?
-La historia es bien doméstica. Tenía unos niños chicos que siempre oían hablar de Heredia, y querían leerlo, pero eran muy chicos. Mi hija menor me pidió una historia de Heredia que pudieran leer ellos. Y realmente la escribí sin intenciones de publicar, hasta que dos años después una editora me pidió algo para niños. Fue una cosa totalmente impensada, pero ahora tengo empezada una historia con los mismos niños, y sin tanta influencia de Heredia. Ha sido bueno porque los niños enganchan con el personaje.
De los autores de novela policial recientes, varios han desertado, como Sergio Gómez o Carlos Tromben… ¿es un género que disminuye?
-No creo. Ampuero sigue publicando a Cayetano Brulé, Muro Iberra ha publicado, sé que José Román tiene un par de novelas policiales inéditas…. eso sin contar los manuscritos de gente joven que me llegan a veces, que también se están metiendo en el tema. El género, además, se ha abierto mucho. El mismo Bolaño se acercó mucho al género desde el ángulo de la ruptura. Yo he sido persistente porque no tengo prejuicios con el género: no creo que sea literatura menor, para mí la literatura es buena o mala, independiente del género. Después de leer a Simenon, a Piglia, a Soriano, uno no puede decir que sea literatura de menor calibre. No quiero cambiarme de bando para ser más ‘serio’; desde lo policial soy todo lo serio que puedo ser.