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Narradora Claudia Apablaza: «Escribir es como estar un poco poseída»

Acaba de publicar en Ediciones LOM su primer libro, autoformato: una serie de relatos en los que el delirio y los estados mentales alterados tienen un papel central. Una fantasía en la que los grandes »ídolos» literarios -desde Bolaño a sor Juana Inés de la Cruz- son sometidos a conflictos de ego y a un mundo en el que, si no estás en el Google, no existes.


Son sus últimos días en Chile. Anda a mil, aunque a primera vista parece que nada la acelerara. En sus modos hay algo de despistado, algo de no urgencia, a pesar de que el 20 de octubre parte a Barcelona, para hacer un posgrado en escritura narrativa, y acaba de presentar su primer libro de cuentos, autoformato (con minúscula).



Ganadora del concurso de cuentos Paula 2005, su cuento "Mi nombre en el Google" fue el que le dio nombre al volumen recopilatorio del certamen; además varias de sus narraciones se incluyeron en la antología de cuentos jóvenes Lengua. Y es precisamente su condición de ‘googlemaníaca’ lo que define varias de las ficciones de autoformato: el imperio del e-mail, de Internet y del ciberespacio como nuevo escenario de (anti)socialización. Muchas de las acciones del los relatos están determinadas por ‘actos’ o ‘realidades’ que sólo existen en la web .



Y en este contexto virtual no sólo entran poetas frustrados o derechamente plagiadores, escritoras que no escriben, autores sumergidos en la megalomanía y el egocentrismo; también caben personajes como Sor Juana Inés de la Cruz y Pierre Bourdieu, que se e-mailean entre ellos sin mayores complicaciones.



Sacando a colación paradigmas clásicos de la literatura nacional, como el Hombre Imaginario de Nicanor Parra, el Altazor de Huidobro, y haciendo guiños constantes a autores como Enrique Lihn, y Roberto Bolaño, Apablaza intenta generar un diálogo permanente con la literatura criolla, pero desde el humor y el escepticismo, sin concesiones reverenciales ni sentimentalismos. En todos estos desvaríos, el delirio tiene un lugar importante. "El lenguaje psicótico, y por ende, la voz narrativa de personajes psicóticos, con egos sobreestimulados, es el punto cúlmine de la destrucción de ese mismo lenguaje", asegura.



Discurso delirante



-Varios de estos cuentos tienen un tono que va creciendo en intensidad desde lo ‘normal’ hasta llegar a lo francamente delirante… ¿Por qué eliges narrar desde la paranoia, la psicosis, el ego sobreestimulado?
-La elección de ese tipo de narrador, de esa voz, de esos personajes, tiene que ver con un ejercicio que es necesario de hacer en la literatura que es llevar el lenguaje a sus límites, a sus estados más precarios, pero también más puros. Es una propuesta estética, una concepción de sujeto, que busca incluir la destrucción dentro de una construcción narrativa.



-Algunos relatos parecen ejercicios literarios, en el sentido de tomar personajes emblemáticos y hacerlos interactuar en el mundo contemporáneo. ¿Por qué traer al hoy a Altazor, el Hombre Imaginario, Marilyn, Sor Juana Inés de la Cruz?
-Todo texto narrativo es un ejercicio literario. No hay ningún texto que sea "la Literatura"… como dice Roberto Contreras: "toda la literatura es ejercicio literario". Por otro lado, traerlos a ellos hoy en día, tiene que ver con dos cosas: por un lado, me divierto mucho en ese ejercicio. Y por otro lado, es una propuesta. Surge de que mis textos emergen sólo de mis lecturas. Es ese lugar donde me siento cómoda. Al leer muchos libros a la vez voy sintiendo la necesidad de hacer concreta la idea de que la literatura tiene algo de atemporal. Cuando ya pertenece a lo universal, los personajes se encuentran en la cabeza de cada lector en momentos disímiles. Yo como lectora, puedo estar leyendo a Sor Juana y a Bourdieu al mismo tiempo, sin que necesariamente sean contemporáneos, y desde ahí imaginar diálogos o situaciones en las que podrían estar implicados hoy.



Nombres en el Google



¿Te hace gracia ver -ahora crecientemente- tu nombre en el Google?
-Debo admitir que el Google es una especie de vicio. No sólo para buscar mi nombre y el de los demás, si no que también para leer, buscar información, hacer cruces. Lo que sí me causa es que siento más cercana la experiencia del lector. Cuando aparece mi nombre, se acorta espacio-temporalmente ese abismo que hay entre autor-lector, aunque sea en un grado mínimo.



-El libro está narrado desde la ironía y el escepticismo, incluso frente a los dramas más terribles; ¿es un modo de desdramatizar la realidad? ¿No a la cursilería literaria?
-Como principio: no a la cursilería ni al llanto lastimoso en la literatura. El llanto se esconde o se trasviste. El narrador debe ir un poco más allá de sus dramas cotidianos y adoptar un punto de vista que haga juicio a esa "realidad". Si no hay narrador, ni punto de vista con distancia, mejor escribir autobiografías. En realidad la ironía implica el drama, pero retorcido, amasado, pensado, ideado, reconstruido.



-Por qué tantos de estos cuentos se estructuran desde un monólogo interno? ¿Qué posibilidades te permite explorar?
-Permite limitar estados de conciencia -y por ende, posibilidades del lenguaje- que andan dispersos en uno como autor. Permite redefinir voces que a uno se le escapan en lo cotidiano, velocidades, estados de las cosas que son, aparentemente, mínimas.



"Me río, me muero de la risa"



-En uno de los relatos hay una burla -puesta en la boca de Sor Juana Inés de la Cruz- a los escritores jóvenes que se citan entre ellos y se antologan. ¿Era un chiste personal, ya que fuiste antologada en Lenguas, hace poco?
-Hay dos cosas: es un chiste personal y colectivo. En fin, también soy parte de este juego del "sistema literario" que a veces resulta absurdo en su composición, pero es así. Es también asumir el ridículo de estar en ese "sistema" y abogar porque los demás también lo asuman. Que esto de la literatura no es tan grave, o si lo es, mejor buscar el punto en que uno puede mirarlo sin tanta gravedad.



-El relato «Respuestas a una entrevista…» surgió antes o después de que ganaras el Paula?
-Comencé antes y lo terminé después. Me explico: cuando llevé el cuento a la revista me sentí bastante ridícula en ese deseo. Como también escribo desde esos estados de patetismo, el título vino de inmediato. Comencé con el cuento, pero lo interrumpí a los días por comenzar con otros. Cuando me llamaron de la revista Paula, sentí ese ridículo con más intensidad -también la natural sensación de felicidad, lo admito- y terminé el cuento de un segundo a otro.



-Se te ha sindicado desde hace a algún tiempo como una ‘joven promesa de las letras’; te sientes parte de esa categoría o te parece un calificativo ‘cerdo’, como dicen tus personajes?
-No sé muy bien a qué se refieren a eso de las "promesas". Es un invento de los periodistas, creo. El tema es escribir o no. El tema es publicar o no. Es intentar hacerlo de la mejor forma posible.



Cuánto de tu prosa se ha generado leyendo poesía?
-La mayor parte. Construyo leyendo poesía y muy poca narrativa. La narrativa como estímulo de escritura ha sido por ejemplo leer a Bernhard, a Walser, a Saer, Cocteau, Woolf, Faulkner, Perec, Vila-Matas, Cortázar, Borges, entre otros. Pero la mayor parte es cuando leo poesía o teoría.



¿Cuánto te reíste haciendo tu propio libro? ¿Cuánto te divirtió poner en diferentes situaciones a personajes paradigmáticos?
-La verdad es que cuando escribo adopto una actitud bastante seria. Es como ser parte también de ese juego. La ironía me coge y soy parte de ella. Ya no me diferencio, por eso no hay espacio para la risa. Es como estar un poco poseída. Luego, cuando todo acaba, me río, me muero de la risa. Sobre todo cuando leo mis textos en conjunto con otros amigos.


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