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Skármeta reivindica a los protagonistas anónimos de la transición chilena

El escritor confesó que su última obra «es un guiño fraternal, un abrazo de cariño» a esos anónimos, a quienes agradece la nobleza que tuvieron al arriesgar poco o mucho en esta búsqueda.


Los miles de chilenos que fueron protagonistas anónimos del proceso de transición a la democracia son reivindicados por Antonio Skármeta en «Los días del arcoíris», novela con la que el autor celebra la jubilosa reconquista de la libertad por su país.

En una entrevista con Efe, Skármeta confesó que su última obra «es un guiño fraternal, un abrazo de cariño» a esos anónimos, a quienes agradece la nobleza que tuvieron al arriesgar poco o mucho en esta búsqueda.

Esos chilenos contribuyeron a que Chile se liberara del oprobio de Augusto Pinochet, con el triunfo del no en el plebiscito de 1988, manifestó el autor, quien presentó «Los días del arcoíris» en la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

La novela abarca ese fragmento de la reciente historia de Chile, que en 1990 vio partir, derrotado, al general Pinochet, quien en 1973 se apropió del poder en un golpe militar contra el Gobierno del socialista Salvador Allende.

«El precio de la libertad no se logró solamente con una canción alegre, con una buena campaña publicitaria», aclaró Skármeta (1940), cuya última obra obtuvo el Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casamérica 2011.

El narrador, cineasta y filósofo se lamentó de que la celebración chilena de la libertad hubiera estado precedida de un largo período que costó la vida de «mucha gente honesta, honrada y valiente».

«En medio de la novela hay una frase de Dante que dice que ‘es tan grande la virtud de lo que se desea, que por esa libertad hasta la vida se da», recordó Skármeta.

Es el caso de miles de chilenos que en «Los días del arcoíris» son representados por el profesor Paredes, que impartía clases de filosofía en un colegio de secundaria y quien apareció degollado tiempo después de haber sido detenido.

Una de las «sombras profundas» que Skármeta pintó en este título, que no opaca el sentimiento antipinochetista escondido en el corazón de los chilenos y que afloró con la convocatoria del plebiscito, es la campaña publicitaria con el arcoíris como símbolo.

Se trató de una creación de publicistas y artistas que se unieron para elaborar el mensaje de promoción del «no» al dictador en un espacio televisivo ofrecido a los opositores.

«No es una pieza de publicidad solamente, sino una obra de arte», opinó Skármeta, quien siguió aquella experiencia previa al retorno de la democracia, junto al expresidente Patricio Aylwin, ya en su país, del que se había marchado tras el golpe militar.

El escritor se refugió en Argentina y después en Alemania, donde se empleó como profesor y recreó la historia que lo consagró, la del cartero del poeta Pablo Neruda, que vertió en la novela «Ardiente paciencia» (1985) dos años después de su propia versión original cinematográfica.

Y es que Neruda (1904-1973) es una presencia constante en la obra de Skármeta.

«Es como si usted fuera a Chile y me preguntara dónde está la cordillera de los Andes. Está enfrente nuestro, y lo vemos todos los días. Neruda es algo fundacional de la imaginación de Chile», apuntó Skármeta para justificar la mitificación del poeta.

Como en «El cartero de Neruda», nuevo título del texto de 1985, él mismo está de lleno, con «alma y cuerpo», en «Los días del arcoíris», que ofrece como una novela de triunfo, de crecimiento, llena de luz, porque, según dijo, «termina y desemboca en la libertad».

Skármeta está convencido de que con esta obra celebra algo muy sencillo: la certeza de que con la imaginación y la fantasía, con movimientos cívicos, se pueden superar los tiempos de grandes represiones y crear un ansia de libertad que prospera hasta la instalación de gobiernos estables y pacíficos.

«La otra gracia que tiene que decir ‘Los días del arcoíris’ al público internacional es que la liberación chilena se diferencia de otras transiciones en el mundo, que han sido o son a sangre y fuego», subrayó el autor.

En palabras de Skármeta, esa transición «fue un acto de bondad de los corazones, de dignidad de los corazones que mantuvieron vivo un no a Pinochet durante todo el tiempo de la represión, y un acto fantástico de los artistas que diseñaron esta campaña, deslumbrante por su ingenio, su dramatismo y su poder de convicción».

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