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BBC News Mundo

Los niños enfermos que conmovieron a Spielberg

La serie de televisión «Pulseras rojas» bate récords de audiencia en España. Su versión en inglés será producida por el consagrado director estadounidense.


Su tarjeta de presentación no es habitual: «Yo tuve cáncer desde los 14 a los 24 años y perdí una pierna, un pulmón y medio hígado, pero fui feliz». Directo y natural. Así es Albert Espinosa, el hombre detrás de la serie Pulseras rojas, que bate récords de audiencia en España y cuya versión en inglés producirá Steven Spielberg.

Se toma todo con humor, antes y ahora. Siempre repite que no todo el mundo puede decir que tiene un pie en el cementerio, en referencia a que enterró su propia pierna amputada.

Ese humor, mezclado con un cúmulo de sentimientos es lo que plasmó en Pulsera rojas.

Pero la obra de Albert va más allá de esta serie que arrasa en la televisión española con casi 3 millones de espectadores.

«Me molestaba mucho cuando veía películas sobre el cáncer y sólo enseñaban la tristeza, la quimioterapia, y daba la sensación que no entendían la enfermedad», explica en medio de una charla con BBC Mundo.

Su objetivo fue y es mostrar otra realidad sobre los niños hospitalizados. Los capítulos muestran a un grupo de «chavales», cada uno con su particular problema de salud. Pero comparten su seña de identidad, de pertenencia: unas pulseras rojas.

El último baile

Espinosa quería hacer una serie en la que «el protagonista fuese el enfermo, no el médico». El argumento no carece de lógica. «En el hospital a los médicos los ves cinco minutos. Y cuando veo una serie donde el aparece todo el rato no es muy realista», puntualiza.

«Yo quería que fuese el punto de vista de los chavales, de cómo te sientes en el hospital, el protagonismo que sientes luchando contra tu enfermedad y junto a otros pacientes», apunta, y no solo en referencia a enfermos oncológicos.

La serie es un espejo para Albert. Muchas de las escenas de la ficción tuvieron su momento en la vida real del guionista. «Lloro mucho cuando veo algunos capítulos», confiesa. Y pone como ejemplo una escena que por sí sola justifica todo el primer capítulo: el último baile a dos piernas.

Pero no hay solo autobiografía: «También es un homenaje a mis amigos, a los que perdí». Y ahí se abre un universo de vivencias y reflexiones.

Siempre tiene presente el pacto que hizo con ellos. Que la vida del que se moría se repartía entre los que quedaban y se sumaba a la que cada uno ya tenía. «Y a mí con 15 años me tocó vivir 3,7 vidas en los 10 años de enfermo; más la mía, 4,7 en total».

Mirada crítica

Cuando lee en un periódico que tal o cual persona «perdió la batalla contra el cáncer» no entiende ni comparte esa forma de expresarse. «Eso es falso», enfatiza, y subraya que «lo importante es luchar».

Espinosa piensa que héroes como Jordi, Roc, Ignasi, Lleó, Cristina o Toni, sirven a los chicos que hoy están en los hospitales.

De sus años de hospital aprendió la teoría de que «cada chico que moría es como que distraía al cáncer y mientras lo hacía podíamos pasar dos o tres». Lo tiene claro: «Si yo estoy vivo es porque hubo otros chavales que distrajeron al cáncer».

También le molesta cuando ponen que alguien «murió de una enfermedad muy larga». Considera «un insulto no decir la enfermedad, porque cáncer, tumor, son palabras con las que convives y no es nada vergonzante decirlas».

Espinosa piensa que héroes como Jordi, personaje que más se le parece, o Roc, Ignasi, Lleó, Cristina o Toni, sirven a los chicos que hoy están en los hospitales. «Y también a que aumenten las visitas», señala.

Es que la serie no está exenta de una mirada crítica sobre el acompañamiento al enfermo por parte de amigos, familiares y profesionales.

Por eso apunta: «Cuando estamos sanos, olvidamos que los hospitales están llenos».

«Cuando vas a un hospital intentas salir cuanto antes de él. No piensas que te pueden pasar cosas buenas allí», pero Pulseras rojas muestra otra cara muy real.

«Creo que faltan más caricias y más abrazos que es lo primero que pierdes con las enfermedades largas. Te dan palmadas en la espalda y te dicen te vas a poner bien, macho», dice con autoridad pero ni una partícula de resentimiento.

Agradece estar así, asegura que está viviendo «años de regalo, años que no esperaba vivir». Y recuerda a un compañero «que decía que no es triste morir, lo que es triste es no vivir intensamente».

Enseñanza

«Creo que la gente olvida que morirá, y yo creo que no es triste morir. Si hubiera gente que no muriese, sería terrible pero como todos moriremos no me parece tan terrible», reflexiona.

Cada obstáculo, en lugar de un trauma, le dejó una enseñanza. «Antes de que me quitaran la pierna, me quitaron el hueso y me pusieron uno de metal, y volvió a salir el tumor encima», recuerda. Y de allí sacó otra enseñanza.

«No hay que plantearse el porqué, los porqués te llevan a la tristeza, a la depresión», remarca. Y también para esto tiene una frase preferida: «Cuando crees que conoces todas las respuestas llega el universo y te cambia todas las preguntas».

Esta vida, la vida de Albert Espinosa, se plasma en cada segundo de Pulseras rojas. Primero la emitió TV3 en Cataluña. Ahora, doblada del catalán al castellano, se emite para toda España. Tiene pensado hacer cinco temporadas para poder contar todo el proceso.

Alguien que sabe mucho de producciones con emociones fuertes se fijó en Pulseras rojas y quedó tocado. Steven Spielberg producirá la versión para Estados Unidos, con Marta Kauffman (de la serie «Friends») en la adaptación del guión. Albert sabe que no quedará rincón del mundo donde no llegue su historia y que está «en buenas manos».

El éxito no le hace olvidar de la gente que, como le pasó a él, vive dentro de un hospital. Todas las semanas visita y habla con chicos enfermos, que tienen como héroes a los protagonistas de la serie.

Allí, se encuentra frente a frente con el efecto que produjo su obra: «Veo a los chavales tan felices con sus pulseras rojas, no las venderían por nada en el mundo». No es para menos, es la insignia que los identifica como luchadores de una batalla que sólo ellos conocen.

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