Ex guardaespaldas de Keith Richards revela el lado malvado y oscuro del guitarrista
Las historias que sacó a la luz, «Spanish» Tony, la mano derecha del músico, son tan increíbles que hasta el día de hoy se duda de su veracidad. Su libro de memorias es considerado el bicho raro de la bibliografía de la banda británica, sin embargo, fue su publicación la que que gatilló que, por más de 30 años, los Stones obliguen a sus empleados a firmar férreos contratos de confidencialidad.
Si se busca bibliografía sobre el grupo que encabeza Mick Jagger, es probable que se encuentre con «Up and down with the Rolling Stones», de «Spanish» Tony Sánchez (con lentes atrás en la foto). ¿De quién?, pues del mismísimo guardaespaldas de Keith Richards, el guitarrista y compositor de la banda británica.
El diario español El País lo califica como «el patito feo» de la gama de libros que existen sobre la intimidad y la evolución de los Stones. Es sencillamente «una colección de cotilleos crueles, puro coge-el-dinero-y-corre, rellenado con poca imaginación por un plumífero sin escrúpulos».
Sin embargo, los títulos hasta ahora creados sobre la banda, se basan en las historias narradas por Spanish Sánchez o usan uno o que otra dudosa anécdota dentro de las cientas que cuenta.
Al español, el libro se traduce «Yo fui el camello de Keith Richards», un título que deja mucho para la imaginación, pero que se enfoca en una perspectiva desde «Spanish» Tony como el «hombre-para-todo» del guitarrista. El que se encargaba del trabajo sucio y del muchas veces del «sucio» de su jefe. No obstante, el trabajo no lo hacía gratis, se movía con un sueldo que oscilaba entre 150 y 250 libras esterlinas (175 y 293 euros) por semana.
Los secretos más insólitos del músico británico quedan al descubierto por «Spanish» Tony y estos apuntan, principalmente, a todo lo que se refiere al negocio de las drogas y su consumo descontrolado.
«El conseguir sustancias ilegales para el guitarrista era una de las variadas funciones de Tony. Cuidaba de sus residencias, apaciguaba a sus mujeres, ejercía de guardaespaldas; negociaba con policías corruptos si se necesitaba manipular pruebas. Se esperaba también que pusiera en práctica las venganzas de Richards, que ordenaba palizas o asesinatos como cualquier Capone; prudente, Sánchez esperaba a que pasara su furia. Además, asumía que se comía el marrón si el músico se estrellaba al volante de sus cochazos, generalmente cargados de drogas. Desastroso como conductor, Richards adquirió práctica en evaporarse tras un accidente, dejando a Spanish Tony el tratar con la policía, el seguro y los pasmados espectadores», resume El País, las diversas tareas que debía cumplir semanalmente el suertudo de Sánchez.
Es más, el guardaespaldas «aguanta-todo», culpa a Keith Richards de su futura adicción a las drogas duras, la atribuye como consecuencia de la inevitable convivencia con el guitarrista. Sánchez confiesa que empolvaba constantemente su nariz con cocaína y que, luego de la muerte de su novia por sobredosis, se graduó en las jeringas con heroína. Es tanto lo que dice conocer y haber experimentado con el miembro de los Stones, que al momento de describirlo no hay calificativo que sobre.
«Indiferente al rastro de caídos, solo piensa en conseguir lo que necesita (¡mucho!) en todo momento. Puede pagar sin rechistar a unos intimidantes traficantes marselleses, que venden jaco puro por kilos, pero luego regatea unas libras con infelices que han cruzado fronteras para llevarle cargamentos de emergencia. Utiliza los juguetes (y puede que las ropas) de su hijo Marlon para transportar contrabando. Su instinto de supervivencia no le falla: sabe cuándo exhibir sus armas, blancas o de fuego. Semejante monstruo se humaniza gracias a sus épicas meteduras de pata», son fragmentos de la personalidad de Richards que se concluyen, tras leer «su retrato con los peores colores».
Pero, ¿qué es lo que pensó el famoso guitarrista de los Rolling Stones cuando leyó semejante libro de memorias? ¿Es creíble Tony Sánchez?.
Según el propio Richards, «escencialmente, sí».
Pese a que las descripciones le parecieron «exageradas, con errores grotescos y diálogos inventados». Desde que leyó la primera página no aguantar las carcajadas.
Tras la ventilación de los rasgos más sucios de su vida íntima como músico de los Rolling Stones, la banda aprendió la lección: «desde hace más de 30 años, todos los empleados de la banda firman férreos contratos de confidencialidad».