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La grafitera afgana que huyó del movimiento Talibán

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El «crimen» de Malina Suliman fue pintar las paredes de Kandahar con un grafiti de un esqueleto vistiendo una burka y representar a un afgano enredado por una corbata estadounidense y un turbante utilizado por un miembro de este grupo fundamentalista religioso.


Tras recibir amenazas del Talibán por los dibujos que hizo en Kandahar, una joven grafitera afgana encontró refugio en la ciudad india de Bombay.

El «crimen» de Malina Suliman fue pintar las paredes de Kandahar con un grafiti de un esqueleto vistiendo una burka y representar a un afgano enredado por una corbata estadounidense y un turbante utilizado por un miembro del Talibán.

Desafió al movimiento durante todo el tiempo que pudo.

Pero cuando las amenazas se hicieron frecuentes y su padre se rompió una pierna en un ataque, tuvo que dejar su ciudad natal, en el sur del país, y refugiarse en Bombay.

«Arte antiislámico»

Suliman, la más joven de ocho hermanos, recuerda cómo comenzaron sus problemas el año pasado.

«Pintaba grafitis en rocas y paredes, y me tiraban piedras y me condenaban. Me hubiera mudado a otra zona, pero si lo hubiera hecho, me habrían seguido y lanzado piedras».

Sus grafitis indignaron a musulmanes conservadores y al Talibán. Declararon que su arte equivalía a la idolatría, que por lo tanto era antiislámico y le advirtieron que dejara de hacerlo.

Los padres de Suliman, de 23 años, no supieron que su hija estaba haciendo esos grafitis hasta que recibieron una amenaza del Talibán.

Posteriormente, no sólo se enfrentó a la ira del Talibán sino que también sufrió la oposición de sus familiares.

«Virtualmente estaba bajo arresto domiciliario, sin acceso a internet y sin poder encontrarme con otra gente. Era como vivir en el infierno», recuerda.

Su grafiti era un acto desesperado de desafío tanto contra su familia como contra el Talibán.

«Durante mi confinamiento en casa me sentí abrumada por un montón de sentimientos. Me di cuenta de que podría haber otras chicas que se enfrentan a los mismos problemas. Pintar en casa no habría servido para nada. Quería enviar un mensaje a las mujeres en mi situación de que no tengan miedo y que se expresen en público».

Igualdad de género

Cuando se supo del valor de Suliman fue invitada al palacio presidencial en Kabul, donde tuvo la oportunidad de mostrar su talento.

Pero está molesta con el gobierno por sólo «hablar de la boca para afuera» sobre la igualdad entre hombres y mujeres en Afganistán. Dice que si alguien descubre a un hombre y una mujer tomados de la mano, se los encarcela y se informa a los padres.

«No queremos la libertad al estilo occidental, pero queremos igualdad de género en una sociedad islámica», dice ella.

Suliman lamenta el hecho de que no se trata sólo del Talibán, sino que «la gran mayoría de los afganos en Kandahar se están pareciendo al Talibán. No podemos decir que todos ellos son del Talibán, pero podemos decir que todos ellos son como el Talibán» .

El esqueleto con burka es un autorretrato, cuenta Suliman.

«Cuando salgo a pintar grafitis estoy completamente cubierta con un burka y, sin embargo, la gente me mira con desprecio. Algunos me insultan y dicen que mi lugar está en casa. Incluso me dicen que soy un agente extranjero».

En marcado contraste, el campus de la prestigiosa Escuela de arte Sir J.J., en Bombay, es un centro creativo que acogió a la joven afgana.

Suliman trabaja en una pieza artística, una llave de metal del tamaño de una computadora portátil.

«La llave es un tema recurrente en mi arte. Abre las puertas al éxito, así como el bloqueo mental de las personas», explica.

En el taller de la escuela, Suliman parece tranquila y en paz, pero esconde una profunda preocupación: «No sé lo que me deparará el futuro. Estoy luchando para liberarme».

Y dice que le gustaría quedarse en Bombay. «Cuando veo a los niños y niñas trabajando en equipo me siento exultante. Necesitamos ese tipo de libertad en Afganistán».

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