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Chile, «Las imágenes prohibidas”, un golpe al corazón Opinión

Chile, «Las imágenes prohibidas”, un golpe al corazón

Marco Fajardo. Periodista y autor del libro «Contra Bachelet y otros».


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Hace diez años, una tarde en el cine arte Alameda, vi “Imágenes de una dictadura” de Patricio Henríquez. El director presentó brevemente la cinta. Recuerdo que dijo que en Chile habían ocurrido cosas que al parecer mucha gente había olvidado. Luego comenzó la función. Por la pantalla desfilaron las imágenes del funeral de Neruda, de los carabineros apaleando gente en el Paseo Ahumada por pedir democracia, de los funerales de Rodrigo Rojas, en fin. Me la lloré toda.

“Chile, las imágenes prohibidas” es, en esencia, el mismo documental pero revisitado, enriquecido, hablando hoy, treinta años después, con los protagonistas de aquella época. Benjamín Vicuña, una auténtica metáfora del Chile actual –actor de teleserie y rostro de la tienda París, pero también protagonista de ”Isla 10”- nos guía, por ejemplo, para hablar hoy con Carmen Gloria Quintana en el mismo lugar donde fue quemada por militares junto a Rodrigo Rojas.

El impacto ha sido enorme. El rating reveló que en su debut, “Imágenes prohibidas” se convirtió en el primer programa en derrotar “Soltera otra vez”, la exitosa serie de Canal 13, y fue lo más visto de la noche. Vicuña señaló a El Mercurio que el éxito lo sorprendió. «Claramente es una señal tremenda de que uno a veces subestima al público pensando que sólo quieren entretención”, dijo.

El éxito de sintonía cobra aún más relevancia considerando que la mitad de los chilenos no habían nacido cuando ocurrieron los hechos. Quizás esto se debe a que muchas de las imágenes nunca se habían exhibido en la televisión abierta, y sólo habían circulado en el cine o el cable. Otra es que coincide con un ambiente previo a los cuarenta años del golpe. Tal vez las nuevas generaciones tratan de entender qué pasó, tal como ocurrió en Alemania en los años 60, cuando comenzó el cuestionamiento a lo ocurrido en la época nazi. Quizás sea una mezcla de todo.

También ha habido reacciones adversas. Según reveló radio Biobio, el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) ha recibido 83 denuncias en contra del programa, principalmente por “presentar una visión sesgada” y “provocar división”. “Objetivas son las estrellas”, solía decir mi querido profesor Jorge Uribe para explicar que en el periodismo, como en la vida, la tan mentada objetividad no existe. En cuanto a la división, por lo que se ve está muy bien instalada en nuestra sociedad y goza de buena salud. Pese a quien le pese, aquellas cosas ocurrieron: no se puede tapar el sol con un dedo; tampoco el pasado. Los judíos seguirán hablando del Holocausto, los españoles de Franco y los chilenos del 73.

Viendo las imágenes, triste también es constatar la vigencia actual del zorrillo, la luma y el guanaco en las protestas, elementos inexistentes en otras democracias que por desgracia ya aceptamos como normales.

“El pasado no es pasado, y ni siquiera ha pasado”, decía Faulkner. Un hombre puede haber salido torturado del Estadio Nacional hace 40 años, pero anoche se acostó, soñó que estaba allí y sintió que aquello sucedía hoy mismo.  “Nos libramos de la dictadura, pero no del pasado”, dice el cineasta y periodista argentino Shlomo Slutzky en su documental “Sin punto y aparte”. “Y cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí”, dice el famoso cuento de Augusto Monterroso. Porque efectivamente, cuando el hombre del estadio despertó, el pasado aún estaba allí.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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