El martes pasado, cerca de las 9 de la mañana, miles de personas se sumaron a una inusual y potente convocatoria. Conformaron una línea de 1210 cuerpos acostados que iba desde La Moneda hasta Plaza Italia por la vereda norte. La acción masiva #quererNoVer, convocada por la actriz María José Contreras, buscaba representar a los más de mil detenidos desaparecidos en dictadura.
No fue un “martes de horror” como reza la canción de Los Tres en alusión al día del Golpe, sino un martes de hacer memoria y reivindicar, de acción simbólica, de hacer visible lo invisible, de hacer ver aquello que no se quiere o quería ver… La acción simbólica #quererNoVer buscaba visibilizar a los detenidos desaparecidos en Chile. Pretendía hacer frente a las constantes declaraciones de algunos sectores del país que afirmaban haber ignorado en su momento las sistemáticas violaciones a los derechos humanos en Chile ejercidas por el aparato del Estado durante la dictadura.
Fueron dos kilómetros de personas recostadas durante 11 minutos, desde Morandé hasta Plaza Italia. La idea era que cada una de las 1.210 personas convocadas ocupara el lugar de un detenido desaparecido, de alguien que en estos 40 años había sido persistente y dolorosamente buscado y esperado, e incluso algunos negados. En palabras de la autora de la acción masiva, María José Contreras, lo que se “quería era mostrar esa cicatriz humana en la mitad de la ciudad, una cicatriz invisible y presente a la vez”.
La acción masiva tomó por sorpresa a los santiaguinos. Muchos sintieron curiosidad y se detenían a “cachar” de qué se trataba la cosa y a tomar fotos con sus celulares de los cuerpos recostados. Pocos manifestaron indiferencia y pasaban por encima de la fila. La gente tumbada se compenetró mucho con la acción. Se veía en sus caras sentidas. Por las redes sociales la acción prendió como un reguero, y las fotos y comentarios de apoyo a la iniciativa se multiplicaron.
María José Contreras –actriz y doctora en semiótica de la Universidad de Bolonia, y quien ha realizado otras provocativas performances sobre la Constitución de Chile, la inmigración peruana, el crimen de Daniel Zamudio, entre otras–, está aún procesando lo que pasó. En el futuro comenta que le gustaría seguir haciendo acciones de memoria, que le obsesiona la relación entre cuerpo y memoria y que por ahora sigue indagando en las intervenciones urbanas. Conversamos con ella acerca de “#quererNoVer”.
-¿Cómo nació y se gestó #quererNoVer?
Hace ya varios años que mi trabajo artístico en teatro y performance así como mi trabajo como académica se centra en la relación entre cuerpo y memoria. Esta idea en particular nació de la rabia que me da escuchar a militares que estuvieron activos en dictadura o civiles involucrados con el régimen de Pinochet decir que no sabían de las violaciones a los derechos humanos. Cuando escucho eso me da una impotencia muy grande, es una cobardía enorme alegar “ignorancia” de algo que era tan evidente. Me cuesta creer que no supieran. Una cosa es no saber y otra muy distinta es negar la verdad o “querer no ver”, preferir mirar hacia otro lado, elegir la indiferencia y la indolencia. De ahí el nombre de la acción #quererNOver. Tuve entonces esta idea de hacer una acción simple, masiva, que mostrara a vista de todos esos dos kilómetros de cuerpos que no están, esa cicatriz humana que no se ve pero que está ahí atravesando el país.
Sentí que era necesario generar esa imagen, aportar con una imagen concreta y clara al imaginario colectivo. Cuesta imaginarse 1210 cuerpos, es un número demasiado grande para imaginarlo. Por eso pensé en “hacerlo”. El número en sí no es importante en términos humanos (porque un solo detenido desaparecido es un crimen igualmente horroroso), pero sí en términos políticos. Esa cantidad habla de una política sistemática de represión, de un terrorismo de Estado bien articulado. Los desaparecidos, ejecutados y torturados no fueron víctimas de algunos sectores marginales de las Fuerzas Armadas y el régimen como sostienen algunos. Son resultado de una política clara y tristemente eficaz. Creo que al ver una fila de dos kilómetros de cuerpos uno no puede sino admitir que la desaparición fue un mecanismo sistemático y deliberado de terrorismo de Estado.
-¿Qué es lo que no se quiere ver y por qué?
A 40 años del Golpe de Estado son aún muchas las cosas que no se quieren ver. Todavía no se sabe la verdad y tampoco hay justicia. Todavía hay personas que eligen mantener el pacto de silencio. Siempre pienso en la Comisión Verdad y Reconciliación del 95 en Sudáfrica que a diferencia de los informes Rettig o Valech, implicaba poner en la arena pública las declaraciones de las víctimas y las confesiones de los victimarios. Por mucho tiempo la televisión abierta transmitió estas sesiones en que las víctimas y los victimarios se miraban a las caras. Creo que si hay posibilidad de perdón o reconciliación pasa primero por el saber la verdad, por pasar por la experiencia de reconocer el pasado.
La memoria no sólo se construye con palabras y con discursos, sino también con actos, con acciones, con cuerpos movilizados. #quererNOver fue una acción de memoria viva, en la que todos los participantes estaban ahí en silencio, pero en presencia. Estamos demasiado acostumbrados a comentar por las redes, a opinar, y poco a generar memoria viva. Pero la memoria también se construye de experiencias compartidas en el espacio público como éstas. “#quererNoVer” tuvo en ese sentido algo de ritual.
-¿Contribuyó esta acción masiva a visibilizar aquello que no se quería ver?
Creo que sí. He recibido decenas de correos y mensajes de personas que participaron o la vieron y todos concuerdan con lo conmovedor de la experiencia.
Yo estaba en Morandé y un taxista que venía desde Plaza Italia se detuvo en la esquina cuando habíamos terminado y me preguntó de qué se trataba la manifestación. Le expliqué ´y me dijo: “No, pero cómo … si no son tantos”. Estaba perplejo, me comentó asombrado: “No sabía que eran tantos. Es que están desde Plaza Italia hasta acá”. Como él pienso que muchas personas pudieron concretamente “ver” la triste y dramática cantidad de detenidos desaparecidos en Chile.
Y bueno, creo que “#quererNoVer” también sirvió para visibilizar la voluntad de verdad, de justicia, la cantidad de gente que hoy está dispuesta a participar en la construcción de una memoria viva. Una mujer, hermana de un detenido desaparecido, me dijo con lágrimas en los ojos: “Nunca me imaginé que le importara a tanta gente.”
“#quererNoVer” fue muchas cosas a la vez: fue una respuesta a los que no quieren ver, fue una provocación pacífica para los que mantienen el pacto del silencio, fue un gesto de solidaridad a los familiares, fue una posibilidad de generar una memoria viva fundada en una experiencia colectiva tan simple. Fue un acto efímero y frágil, pero a la vez muy potente.
-¿Cómo fue la participación y coordinación de la gente?
La participación fue sorprendente. Llegaron las 1210 personas, pero lo que más me llamó la atención era la diversidad de las personas que participaron. Había jóvenes, personas de la tercera edad, mujeres embarazadas, mujeres con sus niños, familias enteras. Fue muy emocionante ver que el llamado se acogió en forma transversal.
En la organización me ayudaron mis compañeros actores/performers Iván Smirnow, Pablo Dubott y Andrea Pelegri. También contamos con la ayuda de organizaciones para convocar, como el Teatro del Puente o Festival Cielos del Infinito. La coordinación in situ la hicimos junto a un equipo de 30 monitores que ese día asistieron a las personas.
Y bueno, lo más importante se hizo gracias a la participación de todas las personas que llegaron. Ésta fue una verdadera acción ciudadana. Las personas se inscribían en la web y recibían un correo con su ubicación. Entonces cada cual sabía dónde tenía que llegar .Y las personas estaban tan comprometidas que la cosa se armó casi sola. Era conmovedor ver la solemnidad con que se hizo la acción. El silencio de los participantes.
-¿Qué sentiste al ver esa línea de gente por las calles?
Yo estaba muy emocionada. A medida que se iba haciendo la fila no podía creer cómo la calle se iba llenando. Hasta el último minuto no sabía si la gente iba a llegar o no. De a poco me fueron llegando mensajes de los monitores diciendo: “Estamos llenos” o “Llegaron todos”.
Me emocionó también ver cómo llegaba gente tan diversa, y cómo sin conocernos todos fuimos “uno” por once minutos.
Yo también participé en la acción. Estuve tendida en el piso los 11 minutos. Y entonces toda la acción para mí cobró otro sentido. Estar ahí tendida en el piso fue muy conmovedor. El pavimento frío, el cielo gris, estar así boca arriba… había personas que preguntaban de qué se trataba esto. Incluso hubo personas que se unieron en ese momento a la fila. Pero también se sentía la indiferencia… Yo escuchaba el sonido de la ciudad que no se detiene. Y por instantes se sentía lo que deben sentir los familiares que llevan años pidiendo justicia sin ser oídos. La desolación que implica estar ahí tendido y que todo siga su curso…
El gesto de tenderse en el piso por 11 minutos es muy fuerte, evoca miles de imágenes y sensaciones. Muchos participantes me decían que estar así les había permitido por primera vez sentir cómo sería ser víctima de las violaciones de los derechos humanos en dictadura.
-Tu proyecto fue un hit en redes sociales, ¿qué te parece y cómo lo evalúas en relación a la percepción y recepción de tu proyecto?
Yo sólo sentía que era necesario hacerlo, sentía que era imprescindible que hiciéramos juntos este acto de memoria. Y ese sentimiento resonó en muchas personas. Por eso las personas acudieron al llamado, por eso tuvo ese impacto en las redes. Supongo que la acción tocó una fibra que le hacía sentido a mucha gente. Mientras con el equipo organizador preparábamos la acción nunca pensamos en la repercusión, necesitábamos puro hacerlo nomás. Jamás nos imaginamos tampoco la repercusión en los medios extranjeros… Nos han llegado mensajes de muchos países… Si hubo repercusión fue porque la acción logró poner en el espacio público algo que permanecía velado.