Este año el FICValdivia presenta una muestra con las 10 mejores películas latinoamericanas de los últimos 20 años. “Aquí se construye” del documentalista chileno Ignacio Agüero fue escogida entre ellas. Es un registro fílmico del atentado contra la memoria arquitectónica de Santiago que inflige una constructora de edificios en un barrio residencial. “Hace tiempo que vengo diciendo que hace mucha falta un Punta Peuco para arquitectos, pero de varios pisos” sentencia el cineasta acerca de la evolución arquitectónica de la ciudad.
Este año el Festival de Cine de Valdivia (FICValdivia) celebra 20 años de vida. Y para esta ocasión inaugurará la sección titulada “20= 10 +10”. Ésta corresponde a la selección de las 10 mejores películas latinoamericanas de los últimos 20 años, según la votación propuesta por el equipo organizador a nueve festivales de cine de Latinoamérica. Escogida entre ellas resultó la cinta chilena, “Aquí se construye” de Ignacio Agüero.
Las listas de las mejores películas son siempre arbitrarias. Un tanto odiosas. No falta quien cuestione el criterio de selección. Siempre hay alguien que echa de menos una u otra película. A fin de cuentas, todo el mundo tiene sus favoritas.
Para esta ocasión, el criterio fue invitar a “nueve certámenes latinoamericanos cuyo perfil de programación están en la línea de lo que Valdivia defiende e instala como idea de cine: una visión fuertemente autoral, con películas que interpelan al espectador y dialogan tanto con la historia de Latinoamérica como con la propia historia del cine”, explica Raúl Camargo, programador del FICValdivia.
Los festivales invitados fueron el BAFICI (Argentina), el FICUNAM (México), el Cali (Colombia), el FIDOCS (Chile), el Transcinema (Perú), el Cinema Tropical (Estados Unidos), el Festival Cinematográfico del Uruguay (Uruguay),el Tiradentes (Brasil) y el de La Habana (Cuba).
Así fue como los directores y/o programadores de cada certamen votaron junto al equipo del FICValdivia “con total libertad de elección, para enviar un listado de 10 films latinoamericanos con duración a partir de 30 minutos y estrenados mundialmente entre el 1 de enero de 1993 y el 31 de diciembre del 2012. A su vez se solicitó que dentro de la lista de diez títulos no hubiesen más de dos films por país” aclara Camargo. Así se armó esta muestra que pretende “convertirse en una gran fiesta cinéfila”, enfatiza.
Ignacio Agüero, destacado documentalista chileno, autor entre otras de “Cien niños esperando un tren” (1988), “La mamá de mi abuela le contó a mi abuela” (2004), “El diario de Agustín” (2008) y “El otro día” (2012), se toma con humor esta inclusión de ser reconocida su cinta dentro de las 10 mejores de Latinoamérica: “No me opongo a que esté dentro de la lista, pero me parece una exageración”.
“¿Los méritos? Hacer cine con la ciudad; trabajar con la ciudad como si estuviera hecha de palabras de un idioma nuevo; no tener ningún apuro y contener la conciencia de que, pudiendo no terminarse nunca, termina, para lo cual se fabrica un final; transformar lo banal en expresivo; tener una estructura y salirse de ella y volver a la estructura otra vez; empujar ensanchando las posibilidades de significación, etc.”, explica el cineasta nacional.
Méritos no le faltan al filme. Y agrega irónicamente contradiciendo lo dicho en un principio: “La verdad, parece que es una gran película y no sería ninguna exageración que integre la lista”.
Consultado el documentalista por las otras películas seleccionadas, afirma no tener ninguna favorita en especial, “casi todas lo son”. Aunque reconoce que dentro de su lista estarían “No tan lejos de Andrómeda”, de Juan Vicente Araya; “Días de campo”, de Raúl Ruiz; “Wichan”, de Maga Meneses.
Entre 1997 y 2000 Agüero rodó este documental. En él se muestra cómo un barrio residencial de Santiago paulatinamente desaparece como consecuencia de la construcción de un block de modernos departamentos. Viejas casonas agonizan en pantalla junto a la destrucción de la vegetación que las rodeaba. Es el registro fílmico de cómo se borran las huellas del patrimonio arquitectónico de un barrio en favor de la supuesta modernidad arquitectónica.
El documentalista escoge a un biólogo como narrador del documental. Éste nació en una de esas casas que aún sobrevive a la masacre arquitectónica. Impotente ve cómo las sombras de los nuevos edificios van aislando su hogar. El biólogo y su casa representan la resistencia al atentado contra la memoria arquitectónica de Santiago que inflige la constructora de los flamantes nuevos edificios. La cámara de Agüero se limita a poner en evidencia el descalabro, no opina. Registra todo elemento y detalle del momento histórico que afiance la verdad irrefutable que quiere sacar a la luz.
¿Qué nuevos significados o resonancias ha cobrado para ti la película desde que la creaste hasta hoy?
La resonancia es la de los combos contra los muros y los martillos contra los fierros en la banda de sonido de la película que se replican fuera de ella cerca de mi casa y adonde quiera que uno vaya.
Los temas que aborda tu película se mantienen muy vigentes (la memoria colectiva, la relación del hombre con el pasado y el uso de los espacios urbanos). ¿Cómo has visto la evolución de Santiago en todo este tiempo?, ¿qué cambios en la ciudad te impactan?
Los cambios que los arquitectos y constructores diseñan y ejecutan son en su mayoría pequeños o grandes negocios inmobiliarios que jamás toman en cuenta, no digamos la ciudad, sino que la calle o el vecino directo. Es una ciudad tonta diseñada por mediocres. Hace tiempo que vengo diciendo que hace mucha falta un Punta Peuco para arquitectos, pero de varios pisos.
¿Cuán alterada o violentada se ve la memoria colectiva cultural y patrimonial por la idea de la ‘modernidad’, vale decir, cuánto más por delante se pone el ‘progreso’ material en desmedro del ‘progreso cultural’?
El progreso material siempre es cultural. y aquí, hoy, respecto de la ciudad se trata de la cultura de la estupidez en la que todos los habitantes aceptan que se les transforme la ciudad y el barrio solo porque sube el valor del metro cuadrado. Aún así, debemos alegrarnos de que tanto el parque Forestal como los cerros Santa Lucía y San Cristóbal aún no han sido vendidos.
En 2008 Agüero estrenó “El diario de Agustín”, documental que ofrece pruebas contundentes de cómo El Mercurio y su dueño, Agustín Edwards, ayudaron a encubrir crímenes de la dictadura. A principios de este año el filme estuvo en la polémica, pues fue comprado por TVN y ARTV, pero finalmente se negaron a exhibirlo.
Tú que hiciste el documental sobre el papel de A. Edwards en tiempos de dictadura, ¿qué te parece que se le haga declarar por el tristemente célebre titular de La Segunda, «Exterminados como ratones»?
“El diario de Agustín” revela cómo ese diario promovió y ocultó los crímenes de la dictadura y en él aparece Edwards esquivando cualquier posibilidad de asumir su responsabilidad en estos crímenes, lo que a su vez revela que el «nunca más» es una ilusión.
«Exterminados como ratones» es un titular escrito por alguien que sabía perfectamente lo que estaba haciendo: ocultando crímenes que conocía, y ese alguien era un empleado de la confianza de Edwards, sino él mismo. Entonces me parece muy bien que se le llame a declarar siempre y cuando después se le comunique la pena.