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¡Peligro! Cuando los satánicos invaden Santiago Opinión

¡Peligro! Cuando los satánicos invaden Santiago

Pablo Hales Beseler. Director de CÍVICA Ong., practicante de kung fú, músico, actor aficionado y… majadero


Black Sabbath

Fue una semana agotadora. Hermosa. Poder ver a Iron Maiden, Slayer, Alice in Chains,  Megadeth y Black Sabbath en vivo en una misma semana es un privilegio de otro tipo de países. Eso no estaba dentro de nuestras posibilidades.

Y los tres conciertos a tablero lleno, con un público entregado al 100% que emocionó a nuestros ídolos y renueva el romance, una y otra vez, hasta la locura.

Vayamos por orden.

Tal vez la mayor sorpresa para mí fue Alice in Chains. Porque era su primer concierto serio en Chile. El anterior fue en el del Festival Maquinaria, en el que compartieron escenario con otras bandas más grandes y ahí siempre se pierde algo. Además, era el debut de Duvall. Un cantante nuevo que debía reemplazar nada menos que a Layne Staley, el gran ícono de la banda. Además Duvall es negro, característica que lo vincula más bien con otro tipo de estilos, pero lo aleja simbólicamente a estilos tan oscuros y depresivos como Alice un Chains.

Pero fue un recital tremendo. Alice in Chains es ahora una mejor banda. Porque Duvall no sólo canta en el mismo registro que Staley sino que además constituye un aporte musical con su segunda y a veces primera guitarra. Me parece que es el socio ideal para Jerry Cantrell y se nota en las canciones nuevas. Están cada vez mejor. Creo que están para las grandes ligas.

De Iron Maiden no hay mucho más que decir. Es tal vez la mejor banda en vivo del mundo. Es un grupo para tocar en estadios llenos de gente. Bruce Dickinson siendo uno de los mejores cantantes del rock es además un verdadero animador que se echa el público al bolsillo. Ya hay una relación permanente con los Irons. Para qué hablar del resto de la banda. Fue la séptima venida. Para la próxima, que será en el verano, seguro, como lo adelantó nuestro Bruce, nos piden que seamos 80 mil metaleros. Vale, lo van a conseguir. Sólo les pediría una cosa, que vengan con un disco nuevo bajo el brazo y que sea bueno. En mi opinión, los dos últimos no han estado a la altura de los anteriores.

Slayer. Tom Araya. Kerry King. Ahora Gary Holt plenamente posesionado de su rol de sustituto de Hanneman y  el “nuevo/viejo” batero Paul Bostaph (que ya estuvo en otros discos). Slayer es uno de los BIG4. Es LA GRAN BANDA que lidera el lado más extremo del metal. Desde Slayer nacen todos los demás estilos. Rapidez, violencia, eficacia, brutalidad. Esta vez fue como siempre, un tema brutal tras otro, una descarga sin piedad de violencia sobre el público. Gran sonido y puesta en escena. Sin estridencias ni efectos, metal puro y simple. A la vena. Además con el agregado de la localía. Slayer ya es chileno. Esperamos que la próxima visita sea con disco nuevo y como líder y no teloneando, porque la única queja es que nos quedaron debiendo 30 minutos.

Megadeth fue para mí la mayor decepción. Debo confesar que es una de mis bandas favoritas y que creo que Dave Mustaine es uno de los tres mejores compositores de canciones del rock (con Lemmy y Iommy). Cuando escucho sus discos del pasado, escucho sólo hits de metal y agradezco a Dios (o a Satán si corresponde) que se haya ido de Metallica. ¡Qué acierto! Porque ahí no tendría espacio para su tormento personal. Porque más allá del hit, los temas de Mustaine son siempre historias de drama, dolor y tormento. Y eso nos encanta.

Y por todo eso, fue una tremenda decepción. El nuevo disco no es de los mejores (desgraciadamente el anterior tampoco) y para peor, la producción del concierto los trató mal. Como a los peores teloneros. El sonido de Megadeth no fue bueno. Ni las luces ni las pantallas. Además fue corto. Nos deben un concierto como principales, con luces y sonido a la altura. Y con un disco nuevo acorde a la ocasión.

Para el final lo mejor. Lo que me puso la carne de gallina. Los embajadores de la oscuridad. Los inventores del metal. Los padres de la oscuridad. BLACK SABBATH… creo que no hay nada más grande. No sé si será la novedad, pero creo que puedo decir que es el mejor concierto que he visto.

Para los metaleros de tomo y lomo, que sabemos que ahí está la creación e invención del metal, siempre fue una fantasía ver a Black Sabbath en vivo con su formación original. El único que faltó fue el batero original, pero después del concierto el cambio se agradece, porque el nuevo es una máquina. Y ahí va la fantasía, porque la pregunta era cómo podía llegar a sonar esa banda infernal con una producción moderna. Y los vimos. Y los oímos. Y casi enloquecimos. Ésa es la mejor banda del mundo. Tocaron casi dos horas y les quedaron hits para dos horas más.

Con una diferencia que es lo más alentador. Que el nuevo disco está a la altura de los anteriores y solamente augura que el nuevo disco va a ser aún mejor. Tremenda banda.  Espero que el próximo año regresen. Y que Dios o el Diablo cuiden a Tony Iommy de su cáncer y vuelva.

Y entonces, mis amigos que no son rockeros se ríen y me dicen que por qué hablamos del diablo y usamos todos esos signos, cruces, calaveras, poleras negras, cadenas, etc. Y de que somos satánicos y oscuros.

Y les cuento que no es así, que son conciertos buena onda, que no hay peleas ni agresiones, sino energía pura y liberada. Que no hay violencia, hay rock and roll.  Y que salvo contadas excepciones, no creo que haya mucha gente en esos conciertos que realmente sea partidaria del demonio o de la destrucción del mundo.

Además, me doy cuenta de que es necesario explicarles, que sí es “rock oscuro y malvado” y podríamos decir que sí es “satánico” porque es nuestra forma de protestar contra el orden establecido, porque el diablo es una figura temida, nítida y indesmentible de rechazo al mundo que los poderosos han construido. De ese mundo dirigido por verdaderos demonios oscuros que han conducido al mundo hacia su destrucción, a la acumulación descontrolada de riquezas y poder, a la manipulación de las masas a través de la religión, a la destrucción de la cultura y los valores humanos básicos, la represión y sanción de las expresiones primarias del hombre como la fuerza y la violencia…. Y no a su compresión, integración, a la hermandad y comunidad verdadera entre los hombres.

Ésa es nuestra postura. Ahí estamos todos juntos, 60 mil personas. Hombres, mujeres, viejos, jóvenes y niños. Familias y amigos. La iglesia del rock. Gozando del espacio para decirle a todos que no creemos en su mundo ni en su orden establecido. Que seguimos a Ozzy y levantamos nuestras manos haciendo la señal de los cuernos del diablo…. Pero no para destruir el mundo y quemarlo, sino para decirle que se vayan al diablo, porque al menos en ese espacio, en ese momento, con la precariedad de ese momento…. Somos libres y no vamos a seguir siendo sus esclavos.

Qué viva el rock.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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