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¿Qué celebramos cuando celebramos ‘El Día del Cine Chileno’? Opinión

¿Qué celebramos cuando celebramos ‘El Día del Cine Chileno’?

Constanza Arena, Directora Ejecutiva de CinemaChile


constanza nuñez

Sucede cada tanto que países alejados de los centros culturales de Occidente (léase Europa y Norteamérica), se abren espacio y logran captar la atención de la crítica cinematográfica y del circuito de festivales clase A. Sucedió con Rumania, Irán y Corea del Sur. Ahora es el momento de Chile.

Con una producción estable que supera los 25 títulos anuales, nuestro país está siendo reconocido como la cinematografía más interesante de Latinoamérica por su frescura, originalidad y renovado sentido de libertad.

Luego de años de silencio creativo, el mundo celebra y aplaude nuestras películas, directores y actores. Para buena parte del planeta, Chile existe gracias a su cine. No por el salmón, ni el vino, ni los mineros (aunque se está haciendo una película sobre ellos).

En la agencia de promoción del audiovisual chileno, CINEMACHILE,  nos sentimos parte de este fenómeno. Durante los últimos cuatro años hemos trabajado sistemáticamente para construir una imagen particular de Chile, desde su cinematografía y producción audiovisual. Sin embargo, así como somos testigos privilegiados del gran entusiasmo y admiración que genera nuestro cine afuera, vemos con frustración cómo nuestras películas no encuentran espacio en la cartelera nacional, y cuando lo hacen, es muy breve el período de permanencia y el gran público, esquivo.

Cabe preguntarse entonces, ¿por qué celebramos el ‘Día del Cine Chileno’?

Más allá de recursos marketeros para vender entradas o de políticas que aspiran a dejar contento a un sector, el ‘Día del Cine Chileno’ nos da la oportunidad de pensar por qué es importante tener un cine nacional fortalecido.

Acá algunas respuestas que nos hacen sentido:

Porque el cine nos invita a comprender otras formas de mirar y otras formas de narrar. Lo que equivale a elaborar nuevas formas de pensar y de expresar lo que nos pasa.

Porque nos da la invaluable oportunidad de que el público se haga parte de un imaginario colectivo y aporte a construir un tramado identitario común.

Porque nuestras películas nos invitan a desarrollar la capacidad crítica: no es lo mismo decir «esto es bueno/malo» que ser capaces de decir POR QUÉ  algo es bueno o es malo.

Porque nos permite como país dar respuesta creativa a la hegemonía de Hollywood. ¿Queremos realmente que nuestros hijos sólo vean cine proveniente de una sola ciudad del mundo?

Chile está despierto. Se manifiesta en las calles, da su parecer sobre todas las materias, incluso aquellas que durante décadas quedaron en manos de la clase política exclusivamente. Los estudiantes marchan. Los cineastas hacen cine, y cada vez más.

Se ha dicho que el cine chileno es demasiado político. O demasiado intimista. Que le saca el cuerpo a los conflictos que nos aquejan como sociedad. Que es puro drama. Que es lento. Que le da la espalda al público.

Nada de eso es cierto y todo eso puede ser cierto.

Lo importante es que cada vez más chilenos tengan algo propio que decir sobre nuestro cine.

Y lo expresen en palabras.

O en películas.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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