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Seguidilla de incendios de edificios patrimoniales: ¿coincidencias accidentales o intencionalidad programada? Se han quemado cerca de 10 edificios en cinco años. Una buena parte han sido intencionales

Seguidilla de incendios de edificios patrimoniales: ¿coincidencias accidentales o intencionalidad programada?

Los siniestros suceden usualmente cuando la norma de protección histórica les impide a muchos dueños deshacerse de sus propiedades. A pesar de los indicios, no hay ninguna investigación judicial en curso. En este artículo opinan el Colegio de Arquitectos, la Fundación Defendamos la Ciudad, académicos y defensores del patrimonio, quienes reparan en el mal estado en que se encuentran los edificios patrimoniales (fotorreportaje) y apuntan sus dardos al boom inmobiliario como presunto responsable de estos incendios «accidentales».


Esta semana fue el turno del Teatro Municipal, un nuevo edificio patrimonial que ha sido víctima de la llamas. Aunque sobre este siniestro no existe claridad sobre el origen o si hubo o no intencionalidad, lo cierto es que se suma a una serie de otros incendios que han asolado a edificios antiguos del casco histórico de Santiago y otras ciudades. En varios de ellos, Bomberos ha sido categórico en afirmar que su origen ha sido intencional, como el Palacio Aldunate, en la Alameda con Ejército, el que cayó presa de las llamas el pasado domingo 10 de noviembre. ¿Un cigarro? ¿Una persona en situación de calle que no apagó bien una fogata? No se sabe. Lo que sí se sabe es que decenas de construcciones patrimoniales se han incendiado en el último lustro, en medio de un boom inmobiliario que hace muy apetecibles inmuebles como este último, situado en ubicaciones estratégicas.

¿Casualidad? Para muchos integrantes del mundo de la defensa del patrimonio, no. Apuntan a las inmobiliarias e incluso a los propietarios, que incendiarían sus propiedades ante la imposibilidad de financiar la mantención de residencias que no pueden modificar. Aún así, no hay ni un solo proceso judicial que investigue el tema.

El fenómeno afecta la comuna de Santiago, pero también se ha replicado en barrios patrimoniales de ciudades como Valparaíso, Iquique o Valdivia.

Es una historia vieja: construcciones fastuosas de principios de siglo, construidas en medio del boom del salitre, pertenecientes a las fortunas de la época, que se encuentran abandonadas por años u ocupadas por personas de la calle, sufren incendios y luego son demolidas para dar paso a lucrativos edificios de departamentos o sedes universitarias, conservando sólo su fachada en el mejor de los casos.

“Es un fenómeno recurrente. En el barrio Yungay a cada rato se incendian este tipo de inmuebles”, señala Patricio Herman, presidente de la Fundación Defendamos la Ciudad. “Algunos de los dueños, a través de terceros, prenden fuego a sus construcciones para que se sostenga que fue un caso fortuito”.

Rumores similares ha escuchado Ignacio Ossa, arquitecto y académico de la UDP, quien junto a sus alumnos suele visitar en terreno algunos inmuebles históricos. “Un rumor, no comprobable, es que en algunos casos a la gente que está habitando estos inmuebles  –gente sin hogar, vagabundos de la calle– algunas personas les pagan veinte, treinta, cuarenta mil pesos, con tal de que se inicie eventualmente un evento tipo incendio”, cuenta.

Antes del Palacio Aldunate fue el Iñíguez (Alameda con Dieciocho), perteneciente al DUOC, igual que el edificio Luis Cousiño de Valparaíso (“La Ratonera”), que tras varios incendios también quedó bajo el alero de esa casa de estudios. Otro ejemplo es el Teatro Imperio de Valparaíso, declarado Patrimonio Nacional. Su dueño gestionó la instalación de una feria de artesanía porteña al interior del teatro, hasta que en septiembre de 2012 un incendio arrasó gran parte de las instalaciones.

Otros no quieren pensar mal, como Ana Paz Cárdenas, la presidenta del Comité de Patrimonio Arquitectónico y Ambiental del Colegio de Arquitectos.

“Este fenómeno viene dándose hace varios años, principalmente como producto del abandono”, dice. “Personalmente creo que estaríamos muy mal como ciudadanía en general al pensar que esto pudiese ser efectivamente una estrategia inmobiliaria o una forma de conseguir que estos edificios quedaran destruidos para poder construir sobre ellos. Preferiría pensar que es producto de la falta de soluciones por parte del Estado con respecto a incentivos a los privados y la falta de conciencia sobre el valor patrimonial que tienen los edificios”.

Santiago Aránguiz, decano de la Facultad de Diseño de la Universidad del Pacífico, cree que una razón es la falta de proyectos para recuperar y poner en valor las edificaciones. Y coincide con que la falta de conciencia es clave. Si existiera “a nadie se le ocurriría instalar un edificio de diez, doce pisos en el patio de un monumento nacional, como ocurre con la Casa Rivas en Alameda con San Martín. Es una aberración, una cosa grotesca”.

Yungay

Pero tal como sostiene Herman, el fenómeno no sólo afecta construcciones insignes. El barrio Yungay, creado en 1839 (el primero fundado como tal en Chile), en el centro-poniente de Santiago, ha sufrido el fenómeno innumerables veces, especialmente desde el 2005, según cuenta Rosario Carvajal, residente de la zona y presidenta de la Asociación Chilena de Zonas y Barrios Patrimoniales.

“Nuestras sospechas de intencionalidad son porque siempre se cumplen los mismos patrones en estos incendios, que comúnmente ocurren los fines de semana, como en el caso del Palacio Aldunate, y que afectan casas de valor histórico y que se ubican en las esquinas”, que tienen mayor plusvalía para las inmobiliarias, dice.

“En la comuna de Santiago tenemos por lo menos tres incendios al mes. Claramente acá hay una intencionalidad que tiene por objetivo desafectar estos inmuebles que tienen alguna protección legal, porque cuando se incendian, esa protección pierde sentido”, explica.

Carvajal recuerda que los incendios recrudecieron en 2008-2009, cuando se trabajaba por obtener la declaración de “zona típica” del barrio Yungay, “especialmente en las calles Compañía y Catedral”.

Agrega que los incendios además son fáciles de encubrir. “Crear un siniestro por problemas de electricidad o echarle la culpa a un indigente por una fogata en una casa tomada es muy fácil”, dice. “Incluso ha muerto gente, pero quienes han provocado los incendios gozan de absoluta impunidad”.

Manos atadas

“Esto lo saben todos los alcaldes, pero están atados de manos, porque cuesta mucho pesquisar”, señala Herman.

En el caso del Palacio Iñíguez, Herman recalca que el DUOC “quería hacer una serie de modificaciones en el interior de la casona para habilitarlo para su negocio educacional. Todo esto fue objetado en diferentes ocasiones por el Consejo de Monumentos Nacionales”.

A raíz del incendio “uno perfectamente puede sostener la idea de que aquí hubo manos moras. Yo no puedo acusar, no tengo elementos de juicio, para acusar al DUOC, pero da la casualidad de que ellos no podían hacer las refacciones que consideraban necesarias para su negocio, y de la noche a la mañana se incendió”.

Desde el DUOC, por su parte, señalaron que “la institución no está dando ningún tipo de declaración con respecto a este tema”.

Falta de incentivos

Todos reconocen que uno de los problemas es que la normativa actual no contempla mayores incentivos monetarios  para que los propietarios conserven los inmuebles patrimoniales.

“A muchos dueños les es difícil mantener estos edificios, dadas las restricciones que presenta la misma normativa de monumentos”, coincide Ossa. “Es complejo. Casi que, en un caso dado, lo que quisieran algunas personas es que el edificio se derrumbara completamente, cosa de partir de la nada y tener libertad absoluta”.

Para el Colegio de Arquitectos, las soluciones vienen especialmente desde la política pública, no sólo por lado de los incentivos y la renovación de una normativa obsoleta (la institucionalidad patrimonial es administrada por el Consejo de Monumentos Nacionales, conforme a la ley 17.288 del año 1970), sino también a través de la educación desde el colegio sobre el valor del patrimonio.

En el mismo caso del incendio del Teatro Municipal, “me da la impresión que los ciudadanos sienten un poco de pena, pero les da un poco lo mismo, cuando la pérdida es invaluable”, según Cárdenas.

“Una nación tiene componentes determinantes para entender su sentido de identidad”, reflexiona el decano Aránguiz. “Uno de esos sentidos es la herencia. Estamos heredando una historia. Cuando no se cuida esto, nos desviamos en el reconocimiento de lo que fue el origen de nuestro pasado”.

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