Publicidad
Comentario sinfónico: «Volveremos a las Montañas” de Gabriel Brncic Volveremos a las Montañas, Gabriel Brncic, 1968

Comentario sinfónico: «Volveremos a las Montañas” de Gabriel Brncic

Estreno en Chile: 17 de enero 2014, Orquesta Sinfónica de Chile, director: Josep Vicent. XIV Festival de Música Contemporánea de la Universidad de Chile.


orquesta

Me parece que es perfectamente posible describir a una obra de arte, en este caso musical, desde una aparente paradoja formal: la obra sinfónica “Volveremos a las Montañas” del compositor Gabriel Brncic, es un trabajo austero y sofisticado a la vez, como una buena idea.

Es facultad de la creación artística que el refinamiento en un lenguaje de arte, pueda manifestarse, desde una alta complejidad o desde una desnudez expuesta. Su forma y su contenido, dos ámbitos interdependientes, pueden acudir a fascinantes alambiques o a simples y llanos esquemas, logrando en ambos casos un resultado relevante. Esta obra musical pertenece a ese ámbito en que reina una claridad llana y directa. ¿Qué sería entonces lo relevante? Pues la capacidad subjetiva de conmover al auditor y llevarnos a un espacio personal donde surgen preguntas, ideas, imágenes, nostalgias y futuros…

Se trata de una obra creada y escrita en el año 1968, año y tiempo de liberaciones diversas que dejarían una huella indeleble en la cultura occidental, a pesar de toda la represión posterior. Esta obra se suma entonces a los contenidos de una época prodigiosa. Sin embargo escucharla cuarenta y cuatro años después y constatar que, sin necesariamente saber la fecha de su creación, su impacto estético y las puertas que abre, siguen manteniendo su contemporaneidad intacta. No siempre ocurre así, pues la tendencia corriente es a reproducir los formatos que el período histórico indica. Pero aquellas obras de arte que nacen desde un espacio inédito, desde una idea que encuentra su armazón y que en el trabajo de ella, logra configurar un espacio sensible que podemos reconocer y vivir, esas obras inevitablemente trascienden los tiempos pues conjugan elementos que les permiten ampliar permanentemente sus parámetros identificatorios. A las montañas siempre se regresa.

Esta obra se manifiesta desde el silencio como toda música, pero siendo más precisos, esta obra se emite sobre un silencio que en sí mismo es elocuente y dice lo suyo en su pausa entre acorde y acorde. Su voluntaria ausencia de ornamentaciones y virtuosismos clásicos, hablan de una transparencia estricta, muchas veces contrapuesta a cierta lírica mesiánica de la época y de lo sinfónico en tanto que cuerpo sonoro grande y lleno de posibilidades. Aquí no, los recursos formales son de apariencia sencilla, pero de tratamiento y contenido armónico y tímbrico sofisticados, explayándose cómodamente en la amplitud soberana del sonido de una orquesta sinfónica.

La obra avanza hasta un acorde final de una gran belleza, siendo este el único acorde que se extiende en un diminuendo que hace “horizonte” y que llama al futuro de todo aquello que hasta ese momento hemos sentido.

Finalmente se trata de esto, de sentir. El arte nos da esa posibilidad, el arte de crear obra humana, expresión humana, genera situaciones con capacidad de conmovernos. Los análisis estrictamente formales, que constituyen una tendencia mayoritaria en este tipo de texto, aparecen en general como una manera eufemista de encontrar acuerdo o desacuerdo en un ámbito más racional, más manejable y con un lenguaje técnico común entre colegas del rubro. Se facilitan los abordajes y se soslayan sus consecuencias, entendidas como la huella que con gusto o rechazo, una obra de arte deja en cada uno de nosotros. Los lenguajes, sus estructuras y leyes, la verdad es que no son otra cosa que instrumentos, herramientas para lograr lecturas y resultados que apuntarán al ámbito de las emociones como un destino inevitable. Y como las emociones suelen ser devastadoras e inherentemente subjetivas, resultan temibles por su facultad de descubrirnos, de exponernos ante nosotros mismos y los demás.

Volveremos a las montañas más temprano que tarde. El horizonte al que se extiende esta obra de Gabriel Brncic es humano, es el de la vida humana futura, el qué y el cómo viene la vida entre nosotros en este mundo, no es poco, es contingente y si bien esta música fue concebida hace un tiempo considerable, el tiempo del arte no tiene números ni fronteras.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias