Juan Carlos Torres. Extensión académica de la Universidad Central
El dramaturgo y académico Raúl Osorio, plantea las exigencias que debemos asumir, si queremos ser capaces de sacar conclusiones sobre el estado de la cultura en Chile y definir políticas de largo plazo.
Le llama a la atención que a pesar de que existe un bajísimo porcentaje de la población en nuestro país que declara asistir al teatro, el informe «Cultura y Tiempo», editado por el INE y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, nos entregó la “buena noticia” de que la cantidad de espectadores había crecido el 2012, en relación al 2011.
Las autoridades no demoraron en destacar el avance, que se expresaba en un aumento del “consumo cultural”, particularmente medible en la cantidad de espectadores a conciertos y al cine chileno.
Pero cabe preguntarse, ¿es es así cómo debemos medir el desarrollo cultural del país? ¿Nos podemos dar por satisfecho sólo con las cifras?
El profesor Osorio nos advierte -con razón- que a pesar de que vivimos en una sociedad de mercado, no podemos asimilar las artes a un bien de consumo, porque esa aproximación es estéril, y nos dice poco y nada del impacto que debe tener la experiencia artística en el consumidor de cultura.
Se debe evaluar hasta qué punto estamos siendo capaces de dejar una huella en el espectador, integrándolo a una “experiencia vital”. Este no sólo debe consumir un espectáculo, sino incorporarlo como un factor de crecimiento y belleza.
El ex ministro Cruz-Coke señaló que “fue un año muy positivo para la cultura y las artes en nuestro país”, cuando presentó el noveno informe anual de Cultura realizado por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Destacó el 8,6% de aumento en el número de asistentes a espectáculos públicos, los 912 mil personas que congregó el cine, un 163% más que el año anterior.
La directora del observatorio de Políticas Culturales, Bárbara Negrón, recalcó que a pesar de que el crecimiento es positivo, es una tendencia que se ha registrado desde años anteriores y que la producción nacional continúa con bajas cifras en relación a los productos extranjeros. Por su parte el subdirector de la revista del Magíster en Gestión Cultural de la Universidad de Chile, Fabián Retamal, cuestionó el positivo balance que se hizo para el cine chileno: “Cuando uno mira con lupa cuáles son las producciones nacionales que acarrean más público, se da cuenta de que hay un género que prima, que es la comedia más bien comercial».
Mientras, un grupo importante de la población sigue sin acceso a la cultura, no solo por recursos económicos, sino también por el capital cultural que posee. Y las cifras no se hacen cargo de lo que pasa en términos más específicos: “si se hiciera un análisis comparativo, por ejemplo en la Región Metropolitana, sobre todas las comunas en las que se exhiben estas manifestaciones artísticas, esta actividad que se ve pujante se focaliza en tres o cuatro comunas”, subrayó Retamal. Esta misma situación se vive de manera descarnada en las regiones extremas de nuestro país, donde el porcentaje de asistencia y desarrollo de actividades culturales es mucho más bajo que en otras zonas del país.
Debemos avanzar hacia el acceso gratuito para sectores más vulnerables de la sociedad, siempre y cuando estos no sean eventos aislados, sino que sean sustentables como política, de manera que las actividades artísticas se complejicen y lleguen a ser un hábito cultural incorporado como forma de vida.