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El subestimado potencial de la multimillonaria colección de arte moderno gestada en la Unidad Popular El Museo de la Solidaridad inauguró una muestra permanente con 47 piezas

El subestimado potencial de la multimillonaria colección de arte moderno gestada en la Unidad Popular

Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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Son más de 2.600 obras de arte que fueron donadas por artistas de categoría mundial durante la UP y luego, secretamente en dictadura, a través de artistas y gestores en el exilio. Según historiadores del arte, su evalúo es inestimable, pero un cálculo simple lo eleva por sobre los 100 millones de dólares. «Se trata del mayor proyecto de artes visuales que tiene en sus manos el país», dice la directora del museo Claudia Zaldívar. Hoy, su gran potencial está subestimado por el Estado. Gran parte de la ciudadanía no conoce la obra y goza, igual que el resto de los museos en Chile, de una política del abandono.


Dicen que las artes visuales de un país, hablan de ese país. Que son una especie de coro, que canta las singularidades históricas y estéticas de una nación.

Chile, sin embargo, pareciera estar mudo. Al menos respecto a la colección de arte moderno -de propiedad del Estado de Chile- más rica de Latinoamérica, 2.600 obras de los artistas contemporáneos más importantes del Siglo XX, con un avalúo inestimable, que según los entendidos superaría la centena de millones de dólares, y una génesis política única en el mundo; un proyecto utópico, un espacio que con el ejemplo mostró que la vinculación entre arte y política no estaba articulada sólo por tensiones y conflictos, sino también por amistad. Un museo, que pese a los esfuerzos de sus directores, aún se mantiene ausente de la memoria colectiva nacional.

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El principio

Para hablar del Museo de la Solidaridad Salvador Allende no basta con decir que posee una enorme colección con obras de Joan Miró, Frank Stella, Víctor Vasarely, Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto y Alexander Calder, entre muchísimos otros; que aún mantiene en su sótano una gigantesca máquina de espionaje telefónico cuando en los 80 el edificio neoclásico, en donde ya hace varios años se emplaza el museo, servía de cuartel secreto de la CNI; tampoco que la fundación privada Arte y Solidaridad es la encargada de administrar su patrimonio.

Primero, hay que hablar de utopía.

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Escultura de León Ferrari. Argentina

En 1971, en plena Guerra fría, y según cuenta Carla Macchiavello, licenciada en estética de la PUC, en su ensayo Una bandera es una trama, «a partir de una trama compleja de relaciones intelectuales, políticas y artísticas que entrecruzaron la historia de un proyecto social revolucionario con un museo de arte internacional», se creó el Comité de Solidaridad Artística con Chile, CISAC, que en su Declaración necesaria de noviembre de 1971, señalaba que el comité se funda en el hecho de que «artistas de renombre mundial hicieron llegar al Presidente Allende su deseo de ofrecerle obras suyas como señal de simpatía» por las reformas que estaba experimentando el país con la llamada «Vía chilena al socialismo».

Aprovechando el exilio en Chile del crítico de arte brasileño Mario Pedrosa, uno de las personas «más inteligentes y valientes» que ha pisado Chile, según la crítica de arte contemporáneo estadounidense Dore Ashton, se comenzaron a enviar cartas a los artistas más importantes del mundo para concretar en Chile un museo de Arte Moderno y Experimental, que no fuera privilegio de la elite, como ha sido históricamente en el arte, sino que uno destinado a la gente común, y que sirviera de puente para afianzar la identidad cultural chilena.

El propio Salvador Allende en su carta de 1972 destinada a «Los Artistas del Mundo» lo recuerda así: «Se trata (la donación) de un acontecimiento excepcional, que inaugura un tipo de relación inédita entre los creadores de la obra artística y el público» y «será el primero que en un país del Tercer Mundo, por voluntad de sus propios artistas, acerque las manifestaciones más altas de plástica contemporánea a las grandes masas populares».

La idea de Allende era abrir una exposición permanente con esas obras en el UNTACD III, hoy Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM).

José Balmes, junto a otros artistas en Chile, se dedicaron a coordinar el recibo de las obras. Antes del Golpe de 1973 llegaron cerca de 500 obras de artistas de países como Estados Unidos, Italia, Francia, España y Argentina y otros.

Caroll Yasky, encargada de de la colección y Claudia Zaldívar, directora del museo Foto: Javier Liaño

Caroll Yasky, encargada de de la colección y Claudia Zaldívar, directora del museo
Foto: Javier Liaño

Claudia Zaldívar, directora del Museo de la Solidaridad, explica que este movimiento fue de tal envergadura en el contexto internacional que en 1972 el curador suizo Harold Zseesmann, uno de los intelectuales más prestigiados del arte contemporáneo a nivel internacional, y que en ese año estaba a cargo de «documenta 5» (una de las exposiciones de arte contemporáneo mas importantes del mundo) «le pidió a todos los artistas de esa ‘documenta’ que donaran obras al museo, y eran todos artistas súper importantes. Pero todo eso se frustró con el Golpe, pero Zseesmann ya había integrado la comisión. Esa era la categoría de participantes que tenía este proyecto».

Una vez instaurada la dictadura, los artistas en el exilio y especialmente Miria Contreras Bell, La Payita, continuaron con la labor de recolección de obras haciendo valer las cartas de compromiso de donación de obras de artistas en el mundo. Uno los antecedentes más valiosos de este período fue un video grabado por el escritor Julio Cortazar, donde solicitaba retomar la donación.

Este período es conocido como la «Resistencia». La suma de las obras del período Solidaridad y Resistencia suman más de 2.500 obras. Otros, incluso, hablan de 3.000.

Depósito de las obras, que por seguridad, se mantiene secreto. Foto: Javier Liaño

Depósito de las obras, que por razones de seguridad, se mantiene secreto.
Foto: Javier Liaño

Potencial subestimado

El 2005, año en que la colección pasó a ser de propiedad del Estado, artistas y museólogos previeron un futuro prometedor a la colección. Se pensó entonces -y con toda razón- que la envergadura de las obras, su avalúo, la importancia de los artistas y el contexto histórico en que se realizó, permitiría fortalecer la identidad cultural de Chile, con programas en los colegios, itinerancia de las obras por el país y posicionamiento internacional.

Diez años después, la colección sigue siendo ampliamente desconocida y su contexto histórico inadvertido. A la fecha, de total de obras apenas un 10 o 15 por ciento del total ha visto la luz pública.

La directora del museo explica que la exposición siempre se está mostrando y que en la medida de lo posible se generan programas con estudiantes a través de la unidad de público del museo. El  problema es que la dimensión de la colección habla de un potencial incalculablemente mayor, que sin embargo se encuentra subestimado, invisibilizado.

Es curioso pero cierto -admite Zaldívar,- el museo «parece más conocido en el extranjero que en Chile».

«El proyecto del Museo de la Solidaridad es el proyecto más importante de artes visuales que tiene en las manos este país hoy», remarca con vehemencia la directora, para quien el problema pasa por la » falta de una mirada donde se entienda que la cultura es una política de desarrollo, que hay ciertos ámbitos que son fundamentales, como la economía, lo social, pero también lo cultural».

La situación de este museo- aclara la historiadora del arte- es un paradigma de los otros museos. «Nosotros somos una fundación privada con una colección pública, que tenemos en comodato esa colección. Si tu ves la realidad de los museos en Chile no es muy distinta de la nuestra. No ha habido una preocupación ni una política en torno a los museos. Siempre han estado muy abandonados, abandonados respecto de los estándares internacionales», sostiene.

«Los únicos museos que se salvan de esta situación es el Precolombino (que recibió 17 millones de dólares de  Minera Escondida), el Museo de la Moda y el museo de Carlos Cardoen (MAVI)», señala.

Caroll Yasky, encargada de la colección y su conservación, explica que el abandono se aprecia en que la colección chilena no cuenta con los estándares de seguridad ni de conservación. «No  tenemos elementos para monitorear… Instalar medidores de clima y humedad», cita a modo de ejemplo.

«Si tuviéramos un museo acorde a los museos internacionales, si tuviéramos depósitos también acordes, que podamos visualizar las obras. Si tuviéremos una política de museos de verdad… Este es un proyecto que te habla de tendencias, es un proyecto único que te habla de una utopía con grandes obras y de ahí se pueden hacer programas de públicos», reitera Zaldívar, sin contar con todo el potencial en investigación.

«Se puede hacer un gran trabajo con los archivos. Tenemos cartas de Allende, carta de críticos de arte que ya están muertos, carta de Miró, cartas de Matta, de Pablo Neruda… hay mucho material para investigar para desmitificar el contexto cultural en el cual surgió el museo, que era parte de una política cultural de la Unidad Popular «.

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«Assasins», Ricardo Vaccaro

Si bien el panorama, comparativamente hablando con otros países donde entienden a los museos como la columna donde se yergue la historia de las naciones, se vislumbra pesimista, en el museo tienen esperanzas en que la actual administración de gobierno, a través de la ministra Claudia Barattini, incorpore de una manera robusta esta situación en el futuro Ministerio de la Cultura.

Cultura+Ciudad, sin embargo, intentó durante semanas conocer cuál era la apreciación política del Consejo de la Cultura de las Artes respecto de los museos, pero no fue posible. No devolvieron los llamados ni contestaron los mails.

Máquina de espionaje telefónico de la CNI.  Se encuentra en el sótano del museo.  Foto: Javier Liaño

Máquina de espionaje telefónico de la CNI. Se encuentra en el sótano del museo.
Foto: Javier Liaño

Exposición actual

Durante todo el el 2014, el Museo presentará la exposición “Solidaridad y Resistencia. La historia del MSSA”. Son 47 piezas que representan los dos períodos claves de la colección.

En el primer piso están aquellas donadas al Museo de la Solidaridad (1971-73) por artistas como Joan Miró, Alexander Calder, Lygia Clark, Frank Stella, Víctor Vasarely y Roberto Matta, entre muchos otros. Este grupo de obras da cuenta del carácter moderno y experimental que tuvo el Museo en su fundación.

En el zócalo están las obras donadas al Museo Internacional de la Resistencia Salvador Allende (1976-1990), el cual tras el Golpe de Estado de 1973 funcionó en el exilio través de comités en distintos países. Esta selección muestra obras de carácter más diverso y complejo: autores de distinta trayectoria y tendencia y obras de distinta calidad que restituyeron, ampliaron y dinamizaron el espíritu fundacional del museo, basado en los conceptos de fraternidad, arte y política.

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