
Uno de los mejores libros del año: “Un hombre enamorado”, de Karl Ove Knausgård
El libro forma parte de una ambiciosa serie autobiográfica del autor, llamada provocativamente “Mi lucha”, compuesta por seis tomos, que ha generado una norme controversia por cómo Knausgård expone allí a sus seres queridos.
“Un hombre de enamorado” (Editorial Anagrama), del escritor noruego Karl Ove Knausgård, ha sido citado como uno de los mejores libros aparecidos en nuestro país en 2014. ¿Hay razones para ello?
Se trata de una obra de más de seiscientas páginas, donde el autor cuenta cómo su alter ego homónimo, en la treintena, deja a su mujer y se muda de Noruega a Suecia, a Estocolmo, para ser más precisos. Allí acabará reencontrándose con Linda, una poetisa que había conocido antes, con la cual terminará formando una familia.
El libro forma parte de una ambiciosa serie autobiográfica del autor, llamada provocativamente “Mi lucha”, compuesta por seis tomos, que ha generado una norme controversia por cómo Knausgård expone allí a sus seres queridos.
Primer punto: Knausgård no aburre, al menos no lo suficiente para dejarlo, un mérito a estas alturas de la historia. Cuenta su historia y la va mezclando con reflexiones sobre la vida, citas de los autores clásicos escandinavos (como Henrik Ibsen) y alterna con largos diálogos con los amigos que hace en su nuevo país.
Cuenta cómo se enamora (perdidamente, como suele ser cuando así es) de Linda. Habla de la difícil (y distante) relación con su madre, y con su suegra. Describe el ambiente de intelectuales y artistas de Estocolmo, y nos permite saber lo sorprendentemente diferentes que son Noruega, su país de origen, y Suecia, su país de acogida.
“The devil is in the detail”, dicen los ingleses, y Knausgård lo aplica a la perfección: cuenta desde las desventuras y felicidades de ser padre –como el cambio diario de pañales o las dificultades para ir a un restaurante con un bebé, pero también esos instantes de amor que hacen olvidar cualquier sacrificio- hasta cómo se desgasta su relación con Linda. Relata cómo dicta una conferencia en la universidad de su ciudad ante sólo siete personas, o cómo un periodista lo destroza en una entrevista. Habla de sus dificultades con los apoderados políticamente correctos del jardín de sus hijos en Malmö o de cómo se fractura jugando al fútbol.
Éste libro es todo él: desde la primera persona en que narra el libro hasta la foto desde la cual nos mira en la tapa del mismo. Y aún así lo narra de una forma en que parece la vida de cualquier de nosotros, de cualquier artista chileno que, digamos, se cría en Concepción y se muda a Santiago para conocer a una mujer y formar una familia con ella, mostrándonos de paso qué tan distintas son ambas ciudades y sus habitantes.
A la luz también quedan las miserias y dolores de quienes los rodean. De su suegra, una mujer que bebe a escondidas y no acepta ser alcohólica. De su esposa, una artista –cómo no- de frágil salud mental, con más de una temporada en el siquiátrico.
Y de él mismo, como cuando dice: “Y tenía una debilidad en mi carácter que me hacía decir que sí cuando quería decir que no, además de tanto miedo a ofender a los demás, tanto miedo a los conflictos, tanto miedo a no gustar, que era capaz de renunciar a todos mis principios, a todos mis sueños, a todas mis oportunidades, a todo lo que olía a verdad, con el fin de evitarlo. Yo era una prostituta. Ésa era la única palabra adecuada”.
Alternando esto, por si fuera poco, con lecciones como ésta:
“Si he aprendido algo durante estos años, algo que me parece extremadamente importante en nuestra época, tan rebosante de mediocridad, es lo siguiente: No debes creer que eres alguien. No creas ni de coña que eres alguien. Porque no lo eres. No eres más que una mediocre mierdecilla”.
E insiste: “No creas que eres alguien, no creas que eres nadie en absoluto, porque no lo eres. Sólo eres una mierdecilla. Así que agacha la cabeza, y ponte a trabajar, mierdecilla. Así al menos sacarás algo en claro. Cállate, agacha la cabeza, trabaja, y sé consciente de que no vales una mierda”.
Una buena lección para tanto escritor chileno, para tanto artista chileno, para tanto crítico chileno, para tanto escritor de mundo, para tanto artista de mundo, para tanto crítico de mundo.
Tan sólo por eso, leer a Knausgård vale la pena.