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Félix Murcia, el director de arte de Almodóvar, que ya no quiere trabajar con el «gigante» español

Félix Murcia, el director de arte de Almodóvar, que ya no quiere trabajar con el «gigante» español

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Marco Fajardo Caballero
Por : Marco Fajardo Caballero Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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De visita en Chile para el Segundo Seminario Internacional de Cine y Ciudad de la UDP, Murcia reconoce que Almodóvar es un «genio», pero que no puede ya trabajar con él «porque no se entienden». Respecto del futuro del cine, el director de arte cree que en el futuro, gracias a la tecnología, un solo artista será capaz de escribir un guión, crear digitalmente personajes y escenarios, lograr la interacción, filmación y montaje de la cinta. Un ejemplo son los videojuegos, “cada vez más perfectos”.


Ha filmado con Pedro Almodóvar, fue parte de un fallido proyecto con Miguel Littín, ha ganado cinco Premios Goya y el Premio Nacional de Cinematografía de España (1999).

El director artístico Félix Murcia (Aranda de Duero, 1945) es uno de los invitados estelares del Segundo Seminario Internacional de Cine y Ciudad que realiza este jueves la Universidad Diego Portales (UDP) a partir de las 15:00 horas en la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño (República 180, Metro República), con entrada liberada.

El objeto del seminario organizado por la Escuela de Arquitectura es fomentar el debate en torno a los paisajes urbanos teniendo como base el rol que el cine ha tenido en la difusión de las ciudades. Los otros dos invitados son el cineasta peruano Augusto Tamayo (montajista de La ciudad y los perros de Francisco Lombardi) y el local José Manuel “Che” Sandoval (Te creís la más linda, pero erís las más puta).

Félix Murica, director de Arte

Félix Murica, director de Arte

El futuro, un solo artista

A los 70 años, Murcia tiene experiencia de sobra. Fue responsable de la ambientación y decoración de numerosas películas, series de televisión y obras de teatro, tanto en España como el extranjero.

Fundador y vicepresidente de la Asociación Profesional de Directores de Arte de Cine y Televisión, participó en innumerables filmes, entre otros las nominadas al Óscar Mujeres al borde de un ataque de nervios (Pedro Almodóvar, 1988) y Secretos del corazón (Montxo Armendáriz, 1997).  Además es autor de “La escenografía en el cine: el arte de la apariencia” (2002), uno de los pocos libros dedicados a su especialidad.

Adelanta que hoy en su especialidad convive lo artesanal con lo digital, y que uno de los problemas actuales es que suele haber directores de arte para la filmación y otros para la posproducción, encargados de los “retoques”, lo que genera duplicación de costos y otros problemas, como la coherencia conceptual. Lo ideal es formar profesionales que dominen ambas categorías, asegura.

Asimismo, cree que en el futuro, gracias a la tecnología, un solo artista será capaz de escribir un guión, crear digitalmente personajes y escenarios, lograr la interacción, filmación y montaje de la cinta. Un ejemplo son los videojuegos, “cada vez más perfectos”.

Un «genio» con el que no se entiende

En Mujeres al borde de un ataque de nervios, Murcia dotó a una historia surreal, de personajes surreales de –cómo no- de una escenografía con una atmósfera surreal.

Sólo filmaron una película juntos, porque usualmente los realizadores dejan en manos del director de arte la escenografía, algo que no sucede en el caso de Almodóvar, a quien hay que seguir sus instrucciones al pie de la letra.

“Él se compra una revista de ‘Vogue’  y te dice: ‘quiero este sofá, esta mesita’. No te da opción a que puedas decidir, como ocurre normalmente”, explica.

Con el cineasta obsesionado por incluir un skyline de Madrid, habían pasado de la idea de filmar de una azotea en un edificio en el Paseo de la Castellana (que no convencía a Murcia por problemas con las cajas de los ascensores) a otro en la Gran Vía que no sirvió porque cuando iban a empezar se dieron cuenta que no resistiría el peso de la escenografía y los equipos.

Terminaron rodando en un galpón en las afueras de la capital española, con el skyline reproducido en fotografías ampliadas, que además obligó al director de fotografía a usar una luz particular.

Era un lugar con aquel aire de artificialidad que terminó marcando la película, la más taquillera aquel 1986. “Yo entendí que la historia que estaba contando tenía visos de irrealidad, ¿entonces por qué no hacer todo en la misma línea? El decorado es el decorado pero también es algo irreal, como los personajes y la propia historia”, afirma Murcia.

En el caso de esta cinta, el tema de la escenografía fue tan accidentado –entre otros por un amigo personal de Almodóvar que impuso como ayudante a Murcia, y que no funcionó- que una vez que estuvo construida, Murcia renunció el mismo día que comenzó la filmación.

“Al final quedó claro que ni Almodóvar quiere trabajar conmigo, ni yo con él. No nos entendemos. ¿Y para qué trabajar con alguien con quien no te entiendes?”.

Chile, viejo conocido

El director de arte español conoce bastante bien América Latina. Su vínculo con el cine chileno, en tanto, es frustrado. En 1986 fue elegido por Littín para El viajero de las cuatro estaciones, una película que iba a filmarse en Grecia y España. Cuando faltaba una semana para empezar a rodar, se suspendió porque el productor debía dinero a todo el equipo. La película nunca se hizo.

Su primera visita a nuestro país, en 1989, tampoco estuvo exenta de problemas. Vino con otros cuatro compatriotas en una visita exploratoria por un proyecto de una serie de Televisión Española (TVE) a propósito del Quinto Centenario, que iba a filmarse en varios países, incluido el norte de Chile, con una trama centrada en el conflicto minero.

A Murcia le retuvieron en el aeropuerto porque su pasaporte tenía un visado cubano. En la isla había filmado en 1986 Gallego, del director local Manuel Octavio Gómez. Finalmente le dejaron ir. Estuvo en Valparaíso, Antofagasta y Calama.

“Chile me gustó, me impactó, sobre todo la geografía”, recuerda. “Saber que abajo está la Patagonia, cerca del Polo Sur, y cuatro mil kilómetros más arriba hay un desierto que es el más árido del mundo. Entre un punto y el otro se da casi todo el paisaje y clima de un continente entero. Eso es muy difícil en un solo país”.

Ciudad y cine

En su exposición en el Segundo Seminario Internacional de Cine y Ciudad, Murcia hará referencia a cómo la ciudad ha servido como escenario para muchas películas, pasando de escenarios artificiales en los albores del séptimo arte (como en Metrópolis de Fritz Lang, en 1927, con Blade Runner de 1982 como último gran exponente) a otros más naturales por temas presupuestarios, especialmente en la posguerra con el Neorrealismo Italiano y la Nouvelle Vague francesa, ésta última una tendencia que por motivos estéticos –el rechazo a la artificialidad- prefería la naturalidad.

En el uso de la ciudad como escenario, Murcia destaca cintas como Roma, ciudad abierta(1945), “porque nos muestran, más que las ciudades, a sus habitantes. Las ciudades no son nada  sin ellos, no existe. Ellos son la ciudad, no en sí mismos los lugares, los ‘cajones’ en los que vivimos”.

En films como estos no sólo se muestra “casi de forma documental cómo eran estos lugares, sino cómo vivía la gente”.

Hoy es diferente. “Hemos llegado a un punto en que la propia ciudad se ha convertido en escenario cinematográfico, puesto que realmente las ciudades modernas, a base de efectos visuales de fachadas de cristal y espejos, de aspectos poco convencionales, crean una escenografía futurista, con edificios más para ver y fotografiar  que para habitar”, explica.

Un ejemplo es Nueva York, de gran riqueza escenográfica, “que ya en los años 20 destacaba como ciudad futura, adelantada a su tiempo”.

EEUU y el resto del mundo

Murcia destaca al respecto que el uso de la ciudad como escenario es mucho más fácil en Estados Unidos, donde en virtud de los ingresos que genera la industria el cierre de calles y otras medidas prácticamente no encuentran resistencia en cuanto a espacios y horarios. “En Nueva York cierran la Quinta Avenida y nadie protesta, y si protestan se tienen que callar”.

Un fenómeno que no se da en el resto del mundo, porque efectivamente una filmación genera “molestias” a los vecinos, como admite Murcia, lo que hace que haya cada vez menos permisos o sean más difíciles de obtener.

Esto de hecho ha obligado al cine europeo, por ejemplo, crear películas que puedan rodarse en ciudades más pequeñas, donde el trastorno a la vida cotidiana que genera una filmación es menor.

A nivel personal, la escenografía que más dificultad le causó a Murcia fue la serie de televisión Fortunata y Jacinta (1980), ambientada en el Madrid de 1870 y basada en la novela homónima de Benito Pérez Galdós. “Tuvimos que reproducir todas las zonas que aparecen en la novela”, con un decorado construido delante del anterior, “como la piel de la cebolla, por capas”.

Una solución que inventaron en el momento. “A veces hay que agudizar el ingenio para hacer lo que hay que hacer”, explica.

Espíritu de observación

Para los futuros directores de arte, Murcia tiene varios consejos. “Tener un gran espíritu de observación de lo que es el mundo, la vida”, dice. “Es alguien que se tiene que dedicar a reproducir, reconstruir, interpretar,  en muchas ocasiones, la vida”.

También es recomendable tener una buena preparación académica, aunque también se puede ser autodidacta. En ambos casos, “hay que estar al día de lo que se hace en el mundo de la creatividad, sea música, teatro, pintura, arquitectura. Hay que estar autoformándose y autoinformándose permanentemente”.

Además se requiere aptitudes mínimas en el diseño artístico y técnico, “que es nuestro lenguaje. Antes que se plasmen las cosas tenemos que demostrar cómo son, y nuestro lenguaje no es verbal, sino gráfico, bocetamos, diseñamos”. Sin olvidar que “al fin y al cabo no hacemos lo que nos gustaría, sino lo que necesita la película”.

La importancia del color

“El resto se aprende trabajando”, remata Murcia, un pintor frustrado que se dedicó al cine, “una expresión plástica también”. De hecho cree que su pasión por la plástica le ha hecho tan exitoso.”Siempre he entendido que el cine, además de ser una expresión dramática, es también un lenguaje plástico. Siempre he tenido mucho interés por el aspecto plástico de las películas, especialmente la forma y el color”.

“Por la vista entra lo que es bonito, lo que es bello, lo que es hermoso. Tú vas por la calle y se pasa una chica guapa, vuelves la cabeza”, ejemplifica. Lo mismo sucede con las películas: “entran por los ojos, es un lenguaje visual”.

El experto recuerda que fue William Cameron Menzies, el director de arte de “Lo que el viento se llevó” (1939), el primero en usar el color en cada escena según el momento dramático, lo que valió un Oscar. “Cada color tiene su sicología y significado, igual que la forma”, recuerda.

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