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Gonzalo Rojas y la defensa del «conservantismo» en el libro Daniel J. Mahoney Crítica de textos de actualidad: Los fundamentos conservadores del orden liberal. Instituto de Estudios de la Sociedad

Gonzalo Rojas y la defensa del «conservantismo» en el libro Daniel J. Mahoney

Gonzalo Rojas
Por : Gonzalo Rojas Profesor titular, P. Universidad Católica de Chile.
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El libro cobra especial valor porque la discusión sobre el conservantismo -la palabra está proscrita a favor de “conservadurismo”, pero ésta resulta horrenda- tomó fuerza en las últimas semanas, cuando Pablo Ortúzar y Hugo Herrera aceptaron incorporarse (algunos dicen “se tomaron”) al grupo de redacción de los documentos de Chile Vamos. Si el texto de Mahoney es valioso, es precisamente porque habla de lo que todo conservador tiene muy vivo -si lo es de verdad- sin necesidad alguna de revivencias o resucitaciones. Distinta es, por cierto, la necesidad de que esas convicciones se vuelvan a encarnar en un partido que las defienda y promueva.


La lectura de La Gran Sociedad de Jesse Norman, texto también publicado por el Instituto de Estudios de la Sociedad, me había dejado con una sensación de pérdida de tiempo. Por el contrario, Mahoney y sus Fundamentos han logrado hacerme recuperar el entusiasmo por este tipo de lecturas que ese Instituto está promoviendo.

Ante todo, felicitaciones a quienes las buscan, las traducen y las publican. Ojalá hubiera más y mejor de esto mismo al servicio del conservantismo en Chile. Además, el insumo es también muy valioso para todas las izquierdas: hasta ahora han tenido que vérselas casi exclusivamente con librillos de divulgación a cargo de dirigentes políticos, mientras que el texto de Mahoney les permite conocer una formulación de peso desde la derecha.

[cita tipo=»destaque»]Las tesis del autor -repartidas en artículos de variada calidad y agrupados en un libro que, por eso mismo, quedó algo desarticulado- refrescan la convicción en esos grandes bienes que a todo conservador le otorgan tierra firme: el orden de las cosas, la carga ética exigible a la ley positiva, la libertad de acuerdo a la naturaleza, la verdad por debajo y por encima de la democracia, el ser humano como creatura, la excelencia como requisito del gobierno y tantas otras cuestiones de densidad fundante.[/cita]

Las tesis del autor -repartidas en artículos de variada calidad y agrupados en un libro que, por eso mismo, quedó algo desarticulado- refrescan la convicción en esos grandes bienes que a todo conservador le otorgan tierra firme: el orden de las cosas, la carga ética exigible a la ley positiva, la libertad de acuerdo a la naturaleza, la verdad por debajo y por encima de la democracia, el ser humano como creatura, la excelencia como requisito del gobierno y tantas otras cuestiones de densidad fundante.

El libro cobra especial valor porque la discusión sobre el conservantismo -la palabra está proscrita a favor de “conservadurismo”, pero ésta resulta horrenda- tomó fuerza en las últimas semanas, cuando Pablo Ortúzar y Hugo Herrera aceptaron incorporarse (algunos dicen “se tomaron”) al grupo de redacción de los documentos de Chile Vamos.

Ortúzar y Herrera, ¿van a seguir -entre otros- a Mahoney o van a seguirse a sí mismos? La pregunta vale porque al escribir sobre los textos que pueden inspirar las nuevas formulaciones conservadores -manteniendo lo fundamental y aterrizando con creatividad en lo accidental- yo mismo tenía muy presente el libro de Mahoney. Pero, curiosamente, Ortúzar me ha reprochado una mirada hacia el pasado, un querer mío, según él, “revivir el conservantismo”, expresión que no usé en mi aportación. Ortúzar leyó lo que quiso, no lo que dije.

Si el texto de Mahoney es valioso, es precisamente porque habla de lo que todo conservador tiene muy vivo -si lo es de verdad- sin necesidad alguna de revivencias o resucitaciones. Distinta es, por cierto, la necesidad de que esas convicciones se vuelvan a encarnar en un partido que las defienda y promueva.

Por eso sigo sosteniendo que las ideas para una reformulación del conservantismo ya están. Por supuesto, están en textos mucho más importantes que los de Mahoney, (él mismo acude muchísimo a Aron y a Solyenitsin) pero también están ahí. Y Ortúzar y yo sabemos dónde buscar esas ideas entre los chilenos: en Manuel Montt, en Manuel José Yrarrázaval, en Jorge Prat, en Jaime Guzmán, en Mario Góngora, en Gonzalo Vial. Y, por cierto, en tantos autores extranjeros que ellos leyeron o que, como Mahoney, les hacen perfecta sintonía.

Pero, Ortúzar, por contraste, aun trabajando en el Instituto que edita a Mahoney, no parece interesado en que se acuda a esas fuentes: quiere inventar la rueda hoy. ¿Para qué publicaron a Mahoney entonces?
Gonzalo Rojas Sánchez

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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