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Recuerdo de Juan Rivano: Un pensador injustamente sepultado A un año de la muerte del provocador filósofo chileno

Recuerdo de Juan Rivano: Un pensador injustamente sepultado

Al cumplirse el primer aniversario de su muerte, tres profesionales de la Filosofía, discípulos y amigos de Rivano -Andrés Araya, Antonio Vargas y Rogelio Rodríguez han escrito el libro «Miradas sobre la Filosofía de Juan Rivano» (Bravo y Allende Editores) a modo de homenaje, recuerdo, gesto afectuoso y deber filosófico.


El primer recuerdo que conservo del filósofo Juan Rivano tiene que ver con un suceso que se produjo antes siquiera de haberlo conocido.  Había terminado mis humanidades en el Instituto Nacional y entraba, en 1971, a estudiar Filosofía en la Universidad de Chile.  Una de las asignaturas más importantes en primer año era la de Introducción a la Filosofía: en ella los profesores mostraban la disciplina y motivaban nuestro empeño en la aventura del pensar.

Había varias secciones, cada una dictada por un profesor distinto.  Como no los conocía, recurrí a mi profesor de Filosofía del Instituto Nacional: “Inscríbase en la sección de cualquiera, menos en la de Juan Rivano”, me aconsejó.

¿Se puede concebir mejor publicidad para empujar a un estudiante recién llegado a la búsqueda de la sabiduría hacia lo que aparecía como un verdadero espacio de un pensamiento irreverente, vetado, tachado, poco menos que maldito?

 

Me inscribí en la sección de Rivano.  Y lo tuve también, ese primer año, como profesor de Lógica.

Recuerdo el curso de Introducción: un análisis de ese famoso discurso de Calicles en el diálogo Gorgias de Platón, en que se opone una mirada a los hechos desnudos de los hombres versus la especulación idealista de una filosofía anclada en el reino de las formas puras e inmateriales.  Rivano se alineaba con Calicles: la filosofía debía abandonar la torre de marfil y constituirse en reflexión profunda de los “asuntos humanos”, abordándolos en su dimensión material y natural.PORTADA LIBRO SOBRE RIVANO

Años antes, partiendo de Hegel y la filosofía neohegeliana de autores como Bradley y Joachim (traduciendo incluso algunos de sus escritos al español), Rivano había desembocado en la dialéctica materialista, introduciendo el estudio de Marx en los ambientes académicos y universitarios.

Pero en 1971, ya había abandonado el marxismo y comenzaba a cuestionar los resultados de esta ideología en aquellos países con regímenes políticos inspirados en ella, incluido el nuestro: paradójicamente, en nombre de sus principios humanistas, los gobiernos seguían ejerciendo inequidad, violencia, opresión, explotación, censura…  Rivano, fiel a la lucidez de un pensar materialista y no sujeto a dogmas de ninguna clase, no vacilaba en remover mitos y poner en tela de juicio toda doctrina política que promoviera o encubriese hechos de sufrimiento, injusticia y enajenación para los seres humanos.

Vino el golpe de estado en 1973.  El temor al pensamiento crítico y libertario de parte del régimen militar, junto a innobles desquites personales de algunos oscuros académicos universitarios  (defensores de la philosophia perennis, ofendidos por las ideas y escritos de Rivano) llevó a que Juan Rivano se viera despojado de sus cátedras, perseguido, encarcelado por casi un año y obligado a partir al exilio, siendo acogido por el lejano y frío país de Suecia. En esas tierras  terminó trabajando como investigador en la Universidad de Lund.

Obras de Rivano

A fines de la década de los ’80 le fue permitido volver a su patria.  Su producción intelectual no había decaído en ningún momento y nuevos libros  –mostrando variadas inquietudes y articulando las ideas de nuevos autores, antiguos y contemporáneos, con su propia reflexión en forja de importantes herramientas conceptuales para sondear nuestra sociedad y nuestro tiempo–  engrandecían su bibliografía.  Sin embargo, la Universidad de Chile, que debía haberle abierto sus puertas de inmediato reconociendo su aporte al pensamiento nacional e internacional, complejizó su retorno a las cátedras con innecesarios requerimientos burocráticos que la dignidad de Juan Rivano le impidió aceptar.

Así, siguió viviendo en Suecia hasta el final de sus días: falleció hace justo un año, el 16 de abril de 2015, a sus 88 años de edad.

Vino a Chile en múltiples ocasiones a visitar a familiares y amigos, trayendo casi siempre un original bajo el brazo que se convertía en un nuevo libro editado bajo el sello Bravo y Allende Editores.

Si a sus libros publicados antes de su exilio y los editados en los años posteriores cuando venía a Chile, agregamos la reciente edición de varios otros (hasta ahora inéditos) en Editorial Satori, Amazon, podemos decir que la producción de Rivano alcanza una cincuentena de obras, entre ensayos filosóficos, novelas, piezas de teatro y escritos autobiográficos.  Sus ideas también se han desplegado en más de un centenar de artículos de revista y columnas de opinión en periódicos.

A la vista de esta ingente y relevante bibliografía, podría causar extrañeza el grado de desconocimiento de esta obra en nuestros ambientes intelectuales, académicos, culturales.  El nombre de Juan Rivano debiera destacar permanentemente entre las escasas figuras filosóficas con que cuenta nuestra historia intelectual.  Sus libros debieran ser leídos y estudiados frecuentemente por las jóvenes generaciones de estudiantes de filosofía.  Los medios de comunicación debieran nombrarlo cada cierto tiempo, a la vista de los numerosos temas sobre los que arrojó luz su incisiva y honda meditación. Y nada de esto ocurre.

La conclusión a que se debe llegar es que, todavía hoy, la filosofía crítica, punzante, lúcida y rebelde de Juan Rivano sigue incomodando. Incomodando a una tibia y mansa academia filosófica (de la que poco o nada se escucha en nuestro medio, dicho sea al pasar); incomodando a nuestro periodismo cultural; incomodando a nuestros “enseñadores” de la filosofía y las ciencias humanas.

Por eso, al cumplirse el primer aniversario de su muerte, tres profesionales de la Filosofía, discípulos y amigos de Rivano  –Andrés Araya, Antonio Vargas y yo–  hemos escrito el libro Miradas sobre la Filosofía de Juan Rivano (Bravo y Allende Editores).  A modo de homenaje, recuerdo, gesto afectuoso y deber filosófico.  Un primer libro sobre esta figura del pensamiento  (entre pensador y profesor, como gustaba definirse a sí mismo, agregando que nada lo satisfacía más que contribuir con lo que pensaba y enseñaba a la formación de la gente joven) al que ojalá sigan otros.

No pretendemos en este libro mostrar exhaustivamente el pensamiento de Rivano. Desde su concepción de una filosofía anclada en los hechos, marginal por su propia naturaleza, dedicada cien por ciento a nuestra cultura y nuestra gente, Rivano apuntó a una multitud de contenidos: el poder, la ideología, la tecnología, los mitos, el vínculo cultural, la globalización, el conocimiento, el sinsentido, la retórica, el humanismo, el neodarwinismo, la religión, el cinismo, el lenguaje, los problemas insolubles de la filosofía…  Y nos introdujo pedagógicamente en el conocimiento de pensadores clásicos y contemporáneos: Diógenes, Montaigne, Koheleth, Lear, Popper, McLuhan, Dawkins, Toulmin, Szasz, Tomkins y varios otros.

Las páginas de nuestro escrito pretenden ser solamente un toque de campana, una llamada de atención para sus lectores: ¡Tenemos un pensador injustamente sepultado, cuyo legado filosófico contiene una tremenda riqueza que merece ser descubierta en pos de un original, a la vez que riguroso y revelador,  escaneo de nuestra cultura y nuestra época! ¡Atrévanse a leerlo!

 Rogelio Rodríguez Muñoz

 Licenciado en Filosofía, U. de Chile

 Magíster en Educación, U. de Chile

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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