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Crítica de series de tv: «Wolf Hall», una lección para políticos calculadores Se transmite por Netflix

Crítica de series de tv: «Wolf Hall», una lección para políticos calculadores

Wolf Hall es la historia de algo imposible. Imposible, pero cierto. Cada episodio es un peldaño que muestra el lento y calculado ascenso del plebeyo, del ‘working class’, Thomas Cromwell (Mark Rylance), a la élite del poder monárquico de la corte de Enrique VIII (Damian Lewis) en el siglo XVI. Sus armas son la palabra, la información, la educación, la resiliencia, los nervios de acero, una escala de escrúpulos flexible, y una mente brillante.


Parte del mérito de este drama histórico pertenece a Hilary Mantel. Laureada escritora inglesa en cuyas novelas Wolf Hall y Bring Up the Bodies se base esta adaptación en seis partes de BBC TWO, ganadora del Globo de Oro 2016 a la mejor Mini Serie, y más recientemente, ganadora de un BAFTA como mejor Serie Dramática. Credenciales de sobra para señalar que se trata de un imperdible dentro de la oferta de Netflix.

Wolf Hall es la historia de algo imposible. Imposible, pero cierto. Cada episodio es un peldaño que muestra el lento y calculado ascenso del plebeyo, del ‘working class’, Thomas Cromwell (Mark Rylance), a la élite del poder monárquico de la corte de Enrique VIII (Damian Lewis) en el siglo XVI. Sus armas son la palabra, la información, la educación, la resiliencia, los nervios de acero, una escala de escrúpulos flexible, y una mente brillante. Esto le permite seducir, convencer y manipular con cierto éxito, a quien haga falta (hombres y mujeres), para mantener el equilibro del poder y manejar el complejo aparato administrativo del reino, algo que estoy seguro resulta la envidia del Ministro Burgos.

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La serie muestra a un Cromwell maduro, pero da algunas pistas sobre su pasado. Fue mercenario en el ejército francés, y luego protegido de un banquero de Florencia. Dicha estancia en la península itálica es clave en su biografía. Allí es donde logra sus competencias en derecho y políticas administrativas en el contexto del renacimiento florentino, época que comparte con el autor de ‘El Príncipe’, Nicolás Maquiavelo, a quien no llega a conocer, pero ciertos historiadores señalan que fue admirador de su obra. Con seguridad las complejidades políticas vividas entre las distintas regiones italianas fueron su mejor escuela para la vuelta a Inglaterra.

La dinastía de los Tudor, y particularmente, el reinado de Enrique VIII, marca una época clave en la evolución política de Inglaterra con consecuencias que perduran hasta hoy. El quiebre con la Santa Sede y el surgimiento de la iglesia anglicana es el mejor ejemplo de lo señalado. Visto a la distancia, tuvo que ser un proceso de alta complejidad, no apto para pusilánimes. Y claro, detrás de una estrategia cuya cara visible era el Rey, estaba Thomas Cromwell. Para que nos entendamos bien; en clave Games of Thrones, Cromwell viene a ser la ‘mano del rey’ (Ned Stark, Tyrion Lannister, entre otros). La diferencia es que en el contexto inglés las cabezas rodaban de verdad.

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Como todo personaje histórico alejado de la caricatura, hay luces y sombras sobre Cromwell. El de Wolf Hall es una interpretación que se distancia del Cromwell de la también notable ‘Los Tudor’ (producida por Showtime y llevado a escena por el actor James Frain durante tres de sus cuatro temporadas). Dado el formato mini serie, la propuesta de BBC TWO es pausada y se permite algo más de tiempo para desarrollar el mundo privado del protagonista, donde paciencia y lealtad destacan tanto o más que su capacidad de intrigar, o su disimulada animadversión por esa aristocracia que complotó contra su amigo, el cardenal Wolsey (Jonathan Pryce). Digamos que hay mucha sangre en el ojo de Cromwell, por lo que a pesar de su calma, resulta un tipo de temer.

Wolf Hall es en realidad el nombre de la casona señorial de la familia Seymour ubicada en Burbage, Wiltshire. Como se sabe (y esto no es un spoiler, es historia) la hija de la familia Seymour, Jane, se convertirá en la tercera esposa de Enrique VIII, luego de Catalina de Aragón, y la famosa Ana Bolena. Aquí también está la mano de Cromwell.

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La historia de Enrique VIII es casi un subgénero histórico en la televisión inglesa. Existen muchos largometrajes, series y mini series que se enfocan en la particular vida del rey, desde el punto de vista de la erótica de alcoba y los equilibrios geopolíticos que perseguían los enlaces matrimoniales. Faltaba un trabajo que mostrara el lado más político, pero no menos interesante, de su reinado, y que de alguna forma enalteciera la figura de Cromwell.

Se podría pensar que con Cromwell se funda la ilusión moderna de la meritocracia como una idea viable, hoy expresada en el ‘Yes we can!’ de Barack Obama, por ejemplo. Imposibilitado de llegar a la punta de la pirámide del poder (no podía ser Rey), demostró en los hechos tener mejor muñeca que el Chino Ríos para moverse en una Corte adversa, convirtiéndose -de facto- en el hombre más poderoso de Inglaterra hasta que Henry le apagó la música del Wurlitzer.

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Teniendo en cuenta los contextos históricos, creo que Francis Underwood, o Francis Urquhart en la versión original inglesa de ‘House of Cards’, es una alpargata frente al gran Thomas Cromwell.

El poder de la mente es un arma poderosa, y Cromwell lo demuestra capítulo a capítulo en Wolf Hall. Todo un ajedrecista.

Yo que Burgos, tomaría nota.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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