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Crítica de teatro: Chan!, el humor negro y la ironía en un Chile hostil

Crítica de teatro: Chan!, el humor negro y la ironía en un Chile hostil

Chan! se instala desde una dramaturgia íntima, fragmentaria, propia, que emula a procesos actuales de jóvenes vinculada a un rango etario muy concreto, lo que le da el valor agregado de ser reconocible, identitario dentro de una comunidad determinada, con una lectura dramatúrgica y direccional muy contingente a la par que visionaria de su entorno y época, tocando temas sensibles, polémicos y que generan necesariamente una reflexión sobre nuestra realidad.


Chan! Es una puesta en escena plena de momentos que implican cambios de suerte y peripecias, como muy bien sintetiza su nombre con esa onomatopeya que representa el sonido que solía instalarse en televisión para marcar un instante dramático. Así es como lo enuncia la obra: la vida misma esta plena de chan!.

El humor negro y la ironía, marcan esta visión de un Chile hostil, definido por el retorno a una sociedad excluyente y segregadora, que son temáticas predominantes al hablar de Chan!

¿Sitcom?, ¿comedia? ¿comedia romántica? ¿Historia personal? Son están seductoras preguntas que surgen al ver Chan!, puesto que esta podría gustar o no gustar, pero se debe reconocer que hay una investigación en un refrescante estilo y formas de instalar el discurso.

El montaje aborda el problema del retorno y, por lo tanto, del desencuentro, el quiebre entre las expectativas y la realidad, que al final del día es también el gran quiebre de Chile, en tanto nuestra sociedad se imagina de un modo, se autoconstruye con un ideario (el jaguar de Latinoamérica) pero que en la realidad suele ser más patético, más clasista, más pobre y más parecido a un gato famélico que al mentado felino selvático. En lo personal -y a diferencia de otras lecturas de este montaje- me parece sobre todo interesante la mirada sobre el concepto del retorno, en la medida que ese regreso supone la base para algunas de las preguntas centrales que organizan la obra: el retorno a una idiosincrasia, a un contexto, al encuentro con lo real.

Al mismo tiempo, emerge el tópico de la falta de pragmatismo en el acto de dedicarse al arte, tópico que se ve teñido en Chan!, por una mirada sobre la cultura propia que es también excluyente a lo reflexivo. En particular si no se es alguien o algo de un quehacer práctico, no hay triunfo, de modo que los personajes quedan fuera del dispositivo social y al especializarse en lugar de abrir camino, se vuelven más inútiles, porque el Chile posmoderno parece no requerir doctores en arte sino que solo economistas, no trabajadores bien calificados en pensar sino mano de obra barata, hablamos de un Chile que no requiere arte ni pensamiento, sino que objetos y consumo.

Dos jóvenes se conocen en Nueva York, estudiando su doctorado se emparejan y construyen una relación, al regresar se encuentran con un Chile difícil, que no los recibe con la valoración que ellos creen merecer y que más bien instala muros entre ellos y el mundo y, a la larga, entre ellos mismos. De algún modo, la premisa de la obra es que Chile no está preparado para su retorno y ellos tampoco están preparados para retornar al país, sobre todo el personaje de José (Pablo López), quien estudia Literatura Comparada, pero además, es el prototipo de un artista, un hombre desadaptado, romántico, y que está sobre calificado en artes, para una cultura tan pragmática como la chilena.

Es irónico, divertido, patético y al mismo tiempo dramático, ver como el personaje de José (Pablo López) vive el viaje de retorno y el proceso de aterrizar en esta sociedad, tan apartada de su vivencia en el extranjero donde él se especializó por largos años en una área aparentemente inútil en nuestro país, es tragicómico extrañarnos al ver este choque cultural y sobre expuesto por el contraste a través del personaje de Camila, una mujer que aparenta ser alternativa, desbordada, intensa en sus inicios, pero que se va alineando y moldeando en una estructura que, al mismo tiempo, la hace ser tremendamente tradicional y condicionada a un sistema vinculado a la clase social de donde proviene, por lo que su retorno se vuelve más apacible y adaptado, entregada al sistema en la que se adecua completamente, incluso cambiándose de pareja –es un momento cargado, al tratarse de alguien de su infancia- que muestra un retorno a lo mismo, después de una “salida al mundo ancho y ajeno”, donde fue a experimentar (a modo de paréntesis existencial algo snob), pero que al volver, retoma las antiguas estructuras, pues sino, queda fuera, excluida.

Chan! se instala desde una dramaturgia íntima, fragmentaria, propia, que emula a procesos actuales de jóvenes vinculada a un rango etario muy concreto, lo que le da el valor agregado de ser reconocible, identitario dentro de una comunidad determinada,
con una lectura dramatúrgica y direccional muy contingente a la par que visionaria de su entorno y época, tocando temas sensibles, polémicos y que generan necesariamente una reflexión sobre nuestra realidad.

Desde el modo fragmentado que posee la dramaturgia, subyacen diversos temas que nacen a partir de una historia de amor, dos personas que representan distintas posiciones sociales e ideológicas y que, por tanto, a su regreso esa diferencia se acrecienta ¿Por qué esas diferencias sociales en Nueva York no se vislumbraron? Es interesante ese fenómeno, por que nos hace reflexionar e ir más allá de la historia romántica, sino a la raíz de por qué esa relación se fractura

Las actuaciones elevan la propuesta. Pablo López, interpretando a José con gran honestidad y sentido de la verdad, el actor encarna el personaje, pasa a ser alguien reconocible, pleno de mundo interno, dándole particularidades a la actuación, pasando por lo patético a los tragicómico. Al igual que Catalina Osorio, quien articula un personaje natural, verosímil y sin caer en estereotipos, sino que pleno de contradicciones, elemento la enriquece, además de mostrar versatilidad escénica dentro de la propuesta, realizando otro personaje en el que logra generar la diferencia entre ambos. Los protagonista dialogan muy bien y sutilmente podemos ver el viaje de ambos, logrando una empatía con ellos y con sus peripecias, que a momentos son aterradoras, sobre todo por que son tan cercanas, reconocibles, de este modo logran que el público se identifique con la historia. Como se diría en el teatro griego, logran que el público por identificación genere “conmiseración”.

Sin duda hay que destacar a Juan Pablo Troncoso en sus múltiples personajes, puesto que le da versatilidad al montaje, caracterizando diversos roles, diferenciando notablemente unos de otros. El actor tiene grandes momentos, elevando las acciones que acontecen y generando dinamismo en las escenas.

La escenografía desde su sencillez aporta al relato en tanto que su forma alargada como su amplitud dotan a esta obra la sensación de pasaje, de tiempos, de puente, de transición y aeropuerto, el aeropuerto dotado como la transición de una cultura a otra, de una historia a otra, de un Chan! a otro. A momentos, hubiese sido interesante que esta escenografía ambientara algunos espacios, para definir mayormente un momento de otro, o que la utilización de esta se apropiara de mayor dramaturgia escénica, donde el paso de el tiempo y cambios se vieran reflejados en la misma y así aportara al sentido dramático, pero de todos modos esta cumple muy bien con el montaje y está totalmente al servicio de la obra, ciertamente, genera una estética propia de la puesta en escena.

El montaje se constituye de fragmentos, con grandes momentos y escenas que logran entregar gran comicidad y reflexión, siguiendo un hilo conductor, a pesar de la fragmentación, que se inicia en el avión con el viaje de retorno a Chile desde el aeropuerto. A momentos, la historia tiene algunos flash back, recortes de memoria, sin embargo, carece de una estructura total firme que funcione como ancla para organizar la obra como una propuesta entera por si misma. Con esto no quiero decir que deba haber un orden lógico (se ve que hay una propuesta de dramaturgia en fragmentos) pero aún si esa es la intención, a la puesta le falta fuerza en su forma como totalidad. Sin embargo, hay que destacar que hay momentos muy lúcidos en las escenas y de gran sensibilidad de la directora (Camila le-Bert) para describir e interpretar su época y contexto en que se encuentra. Codifica y conceptualiza cosas evidentes, porque son temáticas que están en el aire y ella los baja al teatro en el marco de una idea dramatúrgica y escénica propia.

La dramaturgia de Camila Le-Bert se construye evidentemente en torno a las referencias del pop, desde el título mismo de la obra hasta la conformación de los diálogos , incluyendo las referencias musicales y el formato mismo del discurso que en cierto sentido emula a las sitcom. Sin duda, un estilo diferente al propio formato de dramaturgia “chilena”, en tanto se aleja de la tradición, a momentos se traslada incluso a un formato de índole cinematográfica, pero que a su vez, desde la historia, refleja una temática que se traslada desde la intimidad de las relaciones humanas hasta las posturas políticas y sociales que muestran los personajes.

Se deja ver en esto la búsqueda de una voz propia, fragmentaria, pero que a veces pasa de las ironías o los entredichos (que son interesantes) a una cierta obviedad en la que el texto pierde fuerza.

Sin duda es una obra muy interesante de ver, tanto por la búsqueda de lenguaje y la instalación de nuevas propuestas escénicas y por sobre todo por que identifica y escenifica a una sector muy claro de la sociedad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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