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Francisco Olavarría, el arquitecto del surgimiento del musical en Chile que ahora va por Bowie La obra se estrena este viernes en el Teatro Municipal de Las Condes

Francisco Olavarría, el arquitecto del surgimiento del musical en Chile que ahora va por Bowie

Con diez montajes en siete años de trabajo, Olavarría y Cultura Capital le han dado estatus masivo al teatro musical bajo el concepto de “Conciertos teatrales”: “Mercury” consiguió llevar a 65.000 espectadores e “Piaf” 20.000 y “Paul & John” se empinó sobre los 15.000, uniendo el esquivo mundo de la empresa privada con la cultura.


David Bowie (Gabriel Urzúa) se mueve erráticamente, intenta una coreografía pero los nervios lo traicionan. Es 1969, una etapa difícil en su vida, marcada por la adicción a las drogas y el nacimiento de su hijo Zowie, mientras la banda entona el riff inicial de Heroes. Falta una semana exacta para el estreno de Bowie, el musical, y en la sala de ensayos del Teatro Municipal de Las Condes, Francisco Olavarría, el productor y responsable del resurgimiento del teatro musical con su productora Cultura Capital, observa serio y en silencio, sin hacer comentarios. Este es uno de los pocos ensayos en que se hace presente.

“Tengo claro lo que quiero como productor y ellos tienen la libertad plena para crear. En “Bowie” yo no he tenido nada que ver, ha sido creación de la Emilia Noguera (directora) con los Gabrieles (Urzúa y Cañas) y el equipo. Ellos montan las escenas y hacen que la música sea increíble. Yo apoyo lo que más puedo pero nunca me ha tocado meterme más en las obras. Es muy peludo levantar plata y ese es mi trabajo”, explica.

FranciscoOlavarria

Director de teatro Fancisco Olavarría

Justo antes de los ensayos finales de “Bowie”, el equipo de Cultura Capital hizo una gira por regiones con “Mercury, la leyenda”, el musical sobre el fallecido cantante de Queen (interpretado por Gabriel Cañas), donde remataron en el Teatro del Lago en Frutillar, con una de esas ovaciones que pese al éxito que ha tenido el montaje desde su estreno en 2014, le sigue sorprendiendo. “En Frutillar vi cómo la gente se empezaba a volver loca al final, como desesperada para pararse a aplaudir a Cañas, y es muy heavy todo eso. La Norma Norma Ortiz, quien interpretó a la mamá en la obra “Cerati, nada personal” (2016), me dijo: “Francisco, nunca en mi vida me habían aplaudido así”. Incluso Ariel Stolier, emblemático productor teatral argentino (Baraka, El método Gronholm) vino a verla y quedó para adentro, la encontró impresionante”.

Con diez montajes en siete años de trabajo, Olavarría y Cultura Capital le han dado estatus masivo al teatro musical bajo el concepto de “Conciertos teatrales”: “Mercury” ha conseguido llevar a 65.000 espectadores, mientras que “Piaf” logró cerca de 20.000 y “Paul & John” se empinó en los 15.000, en la mayoría de los casos –como dice-, con “aplausos de pie”.

Piaf

Piaf

El método de Olavarría tiene que ver no con el amor por el teatro ni la pasión por la música, sino en cómo entender un negocio innovador y rentable a la vez. En 2010, cuando partió, se propuso lo que hasta ese momento era una quimera en el ámbito artístico (con la excepción de Santiago a Mil): hacer que la empresa privada financiara íntegramente a la actividad teatral.

“Ha sido un trabajo duro pero hemos avanzado”, cuenta. “He trabajado muchos años con las mismas empresas y eso da cuenta de que hay confianza. Me ha ayudado que trabajo en obras con referencias muy grandes, donde los gerentes conocen el tema. Si les digo: se trata de John Lennon y Paul McCartney, su amistad y cómo componían, me entienden al tiro”, dice a propósito de “Paul & John” (2013).

En su decálogo fundamental está el hecho de “no ir a pedir plata” a una empresa, sino que invitarlos a ser parte del proceso. Integrarlos a la selección de canciones o discutir el casting, han sido procesos donde se ha llevado sorpresas. “A los gerentes lo trato como partners y tienen súper buenas ideas, son gallos con habilidades, por algo manejan empresas gigantes. Armamos el programa musical con ellos y les pregunto: aquí podemos poner Hey Jude, ¿te tinca? O me dicen: mira, me falta Yellow submarine, y les digo, claro, veamos cómo calza”.

-¿Y que han opinado del resultado de las obras?

– Quedan felices. Ellos y el público han valorado que trabajemos con ideas netamente chilenas. Siento que hemos demostrado a la empresa privada que cuando el artista tiene plata para trabajar puede lograr grandes cosas, bien hechas y eso creo que no había pasado antes.

– Pero además está la exigencia comercial: hacer giras o alcanzar una cantidad x de espectadores.

– Siempre. Les doy un par de funciones gratis dependiendo de la gente que quieren convocar. A veces te dicen: queremos meter a 5.000 personas para este proyecto, y ahí buscamos fórmulas para que la empresa pueda cumplir sus metas, lo que es algo lógico. Yo prefiero que me digan que les aburrió la obra a que te digan que no cumplió las metas.

“Con “Mercury” hicimos que los clientes de Isapre Cruz Blanca eligieran dos canciones del programa e hicimos una campaña en redes donde la gente participó y votó. Y Gabriel Cañas hizo un video llamando a votar. Es heavy como esa acción fidelizó al cliente”.

Mercury

La formación de Olavarría como ingeniero comercial ha sido clave en este proceso. Como dice, “cierro buenos negocios y pago bien”. Y como ha manifestado muchas veces, no ha puesto un peso de su bolsillo. “Yo soy el dueño de las obras. Si una empresa me puso la mitad de la plata, entonces puedo hacer una gira a futuro con otro auspiciador que no sea su competencia. Mi negocio va relacionado con la venta de funciones: a veces cobro un porcentaje o entradas rebajadas para sus clientes o funciones regaladas. En general cierro con el auspiciador un grupo de funciones para ellos. Si vamos a una gira de 5 funciones, les doy 4 y pagan los costos de traslados y producción”, resume.

Los métodos pueden ser muchos, pero en lo que es intransable es en el trato a su equipo. “Son muy talentosos y humildes. Y creo que tienen que ser tratados como estrellas, al menos eso busco transmitir a las empresas: que viajen en Lan, que coman rico en un hotel, eso es parte de la pega. Ellos se exponen mucho al público entonces, ¿cómo no los voy a cuidar y proteger? Además, actores y músicos ganan los mismo porque son igual de importantes”.

Buscando una industria

Olavarría va al menos una vez al año a Broadway, y regresa con depresión. A pesar del camino avanzado, siente que falta mucho aún para cimentar una industria chilena en el teatro musical. Que pese a los éxitos de público de sus obras, aún debe explicar eso del “teatro comercial” que hace. O que está lejos de las condiciones para que un elenco pueda ensayar el tiempo necesario en un teatro.

“Con Broadway siento que no estamos tan lejos en lo artístico, pero creo que tengo una deuda como productor con mi elenco por no poder decirles que tengo el teatro arrendado para ellos por un mes. Cómo me consigo las lucas para que eso ocurra, para que ellos puedan lucirse o para que no puedan decirme nada o yo no tenga que recriminarles nada. Eso es falta de industria. Y también hacer entender que para tener mejores espectáculos es bueno tener el teatro más tiempo a disposición. En el Teatro Municipal de Las Condes se han portado muy bien, nos pasaron la sala una semana y eso es increíble. Pero me encantaría que los teatros en general definieran también ese estilo, el decir este año vamos a hacer teatro, generar esas condiciones, esos niveles de producción. Falta mucho para eso y yo me siento en deuda por estas cojeras de producción y es culpa mía por no tener una mejor gestión”.

Y muchas resistencias vienen también del medio actoral. De los comentarios de pasillo que aún ven con desdén esto de hacer obras masivas y para la familia. “¿Qué es lo comercial, que te financie la empresa privada? Sí, es comercial. ¿Pagarles buenos sueldos a los actores, llevarlos al Teatro del Lago y a hoteles cinco estrellas? Sí, es comercial. ¿Viajar en LAN y comer rico? Sí, somos comerciales”, recalca. Ese prejuicio latente lo ha hecho no postular nunca a los Fondos de Cultura, “porque siento que es para otro tipo de teatro”, aunque cree que el estado podría tener una participación activa en el fomento del género.

“Acá se aplaude al Cirque du Soleil y a las obras argentinas y decimos que son increíbles y no son tan increíbles tampoco. El Soleil puede hacer la misma cosa todos los años, le cambian el vestuario y la gente queda maravillada. No critico que venga, pero detrás hay una política que falta, como que el Estado diga, ¿invertiste x millones en traer al Soleil? Ahora tienes que invertir x millones en teatro musical chileno. Siento que eso todavía está en deuda”.

Música y actuación

– Los conciertos teatrales se caracterizan por ser simples en su estructura.

– Es súper simple, la música es lo que domina. Es difícil tener una dramaturgia potente cuando el sentido de los musicales es dar a conocer la vida del personaje. Pueden tener escenas más o menos poéticas, pero siempre hay un bajón con la canción que viene después, y no porque sea más mala o menos mala, es porque la canción te evoca otra cosa. El texto te da información pero no va a conseguir evocar en el público lo que una canción conocida puede hacer.

– ¿Tu equipo busca darle un poco más de complejidad a la estructura?

– A ellos les encantaría hacer algo más profundo, pero siempre lo planteo como que son ideas mías y este es mi proyecto en que yo les invito a trabajar, porque tiene un sentido y contenido que sé cómo va a funcionar. Pero ellos tienen la libertad plena para crear. Entendieron cómo se hace y han valorado mucho los aplausos, porque de verdad es increíble cómo los aplauden, es heavy lo que producen en la gente.

– Al público le impacta que en “Mercury”, Gabriel Cañas logre esa transformación en Freddie Mercury tanto en voz como en actuación. ¿Cómo fue trabajar con Gabriel Urzúa para no repetir eso en “Bowie”?

– Gabriel Urzúa fue el primero que se nos ocurrió, porque tiene una capacidad actoral tan grande que puede hacer cualquier cosa. Y juntos con Cañas tienen una capacidad impresionante. Urzúa llega a ser Bowie sin parecerse demasiado ni cantar igual, logra meterte en el personaje sin esa capacidad. En “Bowie” tratamos de ser lo menos parecido a “Mercury”, así como “Mercury” trató de ser lo menos parecido a “Paul & John”, siguiendo siempre la misma línea. Aquí hay más música que por ejemplo “Mercury”, que era más escena-música-escena-música.

La negativa de Cerati

Solo una vez Olavarría sintió que una producción se le iba de las manos. Fue este año con “Cerati, nada personal”, el homenaje al líder de Soda Stereo protagonizado por Matías Oviedo, el que pese a las múltiples gestiones, no logró tener la autorización de la familia del fallecido guitarrista. Por eso su temporada fue breve, en el Teatro CorpArtes. Ya estaba trabajando en la producción y la ATN (Sociedad de Autores Nacionales de Teatro, Cine y Audiovisuales) le había dado el visto bueno, cuando se contactó con la familia. “Nos trataron de frenar el estreno”, dice. Incluso le escribió a Laura, su hermana y albacea, ofreciéndole ser parte de la producción. “Pero no. No querían saber más de la obra. Incluso vino su abogado a ver la obra y escribió que era una de las más lindas que había visto. En otros casos, como en “Los 80’”, la temporada fue corta porque el equipo era de 45 personas “y era carísimo salir de gira. En “Mercury” salimos 16 personas”.

Cerati

Cerati

“Bowie” estará desde mañana 14 hasta el 30 de octubre en el Teatro Municipal de Las Condes, pero Olavarría ya piensa en “Amy”, su acercamiento a la vida y obra de la fallecida cantante de “Back to black”, la que podría ser protagonizada por uno de sus nuevos descubrimientos, Daniela Castillo (quien encarna a Coco Schwab en “Bowie”). Mientras, planea remontar “Paul & John” y acaricia lleva a escena la vida de Syd Barrett, el primer cantante de Pink Floyd, su grupo de cabecera.

“Estoy empezando con “Amy” y siento que “Bowie” ya fue. Siempre estoy empezando una idea más. Es una locura porque nunca paras”, remata.

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