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Rafael Gumucio justifica el bullying y trata de «llorones» a escritores de las clases populares Afirmó que «un colegio sin bullying es un fracaso escolar», causando repudio generalizado

Rafael Gumucio justifica el bullying y trata de «llorones» a escritores de las clases populares

Como lo “más estúpido, insensato e insensible que se ha dicho sobre acoso escolar” calificaron académicos y especialistas las declaraciones del escritor, exigiendo incluso una retractación pública. Por el lado de los escritores, tampoco le fue mejor. Un colega de oficio lo calificó de típico intelectual de la transición, un «Ricardo Lagos» de la literatura.


Una entrevista del escritor Rafael Gumucio, donde –entre otros puntos–  minimizó la gravedad del bullying en la escuela y trató de «llorones» a colegas de los sectores populares, causó rechazo entre expertos y autores.

Gumucio señaló al diario La Tercera que le resultaba «ridículo todo el llanto en torno al bullying«, porque «lo sufrí y no es tan terrible».

«Es lo más estúpido, insensato e insensible que he escuchado en torno al acoso escolar», señaló el profesor Jaime Retamal, académico del Departamento de Educación de la U. de Santiago. El académico calificó las declaraciones de «provocaciones» y pidió que se retracte, no solo por los niños que han sufrido maltrato sino también por sus familias.

«Uno no debiese, a partir de uno mismo, hacer declaraciones generalizables a toda la sociedad. Él tuvo la fuerza (para superarlo) y debe haber tenido una familia (que lo respaldó), pero no todos lo hacen, y ahí quedan dolores y heridas de por vida», opinó por su parte Pablo Valdivieso, académico de la Escuela de Psicología de la U. de Chile.

Gumucio celebra el bullying

En sus declaraciones, Gumucio minimizó el bullying e incluso señaló que era necesario para «aprender en la vida».

«Yo creo que los niños están en condiciones para sufrir bullying. Un colegio sin bullying es un fracaso escolar. O sea, hay que sobrevivir, y si no sobreviviste, ¡no sobreviviste! ¡Qué tanta huevá!, te fue mal nomás. Para eso es el colegio. Yo le digo siempre a mis hijas: todo lo que le enseñan en el colegio lo podrían aprender ellas solas, todo, menos el bullying. Yo no hablo del bullying físico, pero del mental, sí. Lo lamento mucho pero si un apoderado me dice ‘pucha, es que mi hijo no sobrevivió al bullying’, bueno, tu hijo no está hecho para la sociedad; perdió nomás», expresó.

Para Retamal, estas palabras constituyen «una ofensa para todas las familias que tienen niños que sufren bullying. Es como si esta persona se riera del femicidio y culpara a las víctimas de no saber defenderse frente al que les genera el daño. Es como decir que la víctima es responsable por el maltrato del victimario y ‘mala suerte’ si no sabe cómo defenderse», agregó.

«Las afirmaciones de Rafael Gumucio son de una ignorancia absoluta y espero que se retracte luego de repensar lo que ha dicho, porque es un desprecio hacia la víctima y un desconocimiento de lo que el bullying significa en cuanto a dolor, sufrimiento, no solo en el niño sino también en su familia», manifestó el académico.

La escuela, ¿un laboratorio de violencia?

«Es cierto, la realidad es dura, pero el colegio no está para ser un laboratorio de violencia para que los niños, a partir de ahí, adquieran habilidades relativas a superar el daño. Es un discurso lleno de nihilismo y cinismo educacional sin parangón», afirmó Retamal. La escuela debe ser un lugar donde los niños «aprendan a respetarse, a tolerarse, a aceptar la pluralidad, la diversidad», enfatizó.

Valdivieso, por su parte, advirtió que el bullying puede llevar incluso al suicidio, «entonces, hacer este tipo de declaraciones es complejo”.

«Tenemos en Chile varios casos de niños que se han suicidado y, en casos de menos gravedad, generan personas con baja autoestima, que quedan aisladas, un menor rendimiento escolar, sufren segregación, o generan episodios de violencia como una forma de reaccionar. Si él no lo vivió como una situación lamentable, me alegro mucho por él, pero eso no significa que no sea un problema social, y no solo en la escuela, sino también en el trabajo o cualquier lugar donde alguien con más poder hostigue a otro con menos poder”, agregó.

«Lo que pasa es que en Chile la palabra bullying perdió su sentido dramático, entonces ahora en cualquier situación de juego, incluso, el niño dice ‘me están haciendo bullying’. Ha sido redefinido para cualquier situación de ‘molestarse'», apuntó.

Un hombre reaccionario

Pero la polémica no se quedó ahí. Gumucio también recibió una lluvia de críticas por decir que le daban «mucha risa los escritores jóvenes».

[cita tipo=»destaque»]»Las afirmaciones de Rafael Gumucio son de una ignorancia absoluta y espero que se retracte luego de repensar lo que ha dicho, porque es un desprecio hacia la víctima y un desconocimiento de lo que el bullying significa en cuanto a dolor, sufrimiento, no solo en el niño sino también en su familia», dijo el académico Jaime Retamal.[/cita]

«Lloran en las entrevistas y escriben libros para alabarse y para alabar su clase social, ‘yo sufrí pero igual conseguí todo’. Se tienen un amor a sí mismos casi infinito. O sea, si un tipo de clase alta hiciera un libro como hace la clase media ahora, ‘me encanta mi colegio y mis compañeros y lo pasamos increíble’, lo matan. Pero si viviste en Cerrillos podís contar ‘el Lucho y el no sé qué’, y es la raja. Me molesta esa autoindulgencia», aseguró.

La opinión causó fuertes debates en las redes sociales, donde el escritor fue respaldado por el editor Matías Rivas y autores como Sergio Gómez y Pablo Simonetti.

«Lo triste de su declaración es que no tiene nada que ver con la literatura», señaló el autor y escritor Marcelo Guajardo. «Les baja el dedo a libros como NancyDu Maurier o Qué Vergüenza, solo porque están escritos desde otra clase. Su alegato es político. Reaccionario al avance cultural de los grupos medios. Hay cierta parte de la izquierda que ha sido súper refractaria con la aparición de nuevos grupos. El conservadurismo en lo político lo puedo entender, pero que eso se extienda a la lectura es algo que simplemente no comprendo. No podemos perder la sorpresa de una buena lectura, venga de donde venga», afirmó.

El «Ricardo Lagos» de la literatura

«Leo esas frases de Gumucio como las de un personaje autoritario, molesto con el posicionamiento de nuevas voces, con la incidencia de perspectivas de clase en los espacios de la influencia cultural», opinó el escritor Richard Sandoval.

«Y eso es un signo propio de los tiempos. Así como en la política Ricardo Lagos dicta cátedra contra los lolos que vienen a hablar de sus dolores sin valorar lo que una clase hizo por su porvenir en dictadura, Gumucio, indignado con estos cumas que se atreven a hablar del Lucho y sus vaivenes, golpea la mesa para que volvamos a admirarlo a él y a su forma de comunicar, propia de la transición. Gumucio es el Ricardo Lagos de la literatura», apuntó.

Para el editor Jorge Núñez, el tema de la clase y la literatura es muy interesante de analizar, pero no puede ser tomado tan a la ligera, «como lo hacen algunos críticos con los cuicos, o Gumucio con los de clase media o baja. Lo encuentro irresponsable, sobre todo en el momento que nos encontramos».

«En los 90, las editoriales publicaban a autores mayormente cuicos. Hoy el escenario es distinto, el panorama cambió. Pareciera que Gumucio quisiera perpetuar esa época. Hacer vista gorda al alcance lector que tienen estos nuevos autores de clases medias y bajas, es penoso y preocupante», planteó.

«Él tuvo la suerte de tener un buen apellido, influencias y publicar como un niño terrible burguesón de whisquierda a finales de los 90. Hoy sus libros pueden resultar interesantes para esos cuarentones izquierdosos burgueses onda Meo», remató por su parte el escritor Rodrigo Ramos.

«Gumucio llora por la herida, porque sus últimos libros han tenido mala recepción, al menos de público. Ya no hay una voz que pueda sonar interesante», complementa Vladimir Rivera. «Entonces surge una camada de escritores jóvenes, de región, periféricos, como Richard Sandoval y Paulina Flores, que vienen a hablar del dolor, de la marginación, pero en primera persona. Y las editoriales independientes les dan voz. Antes era muy común que escritores de clase alta escribieran del proletariado sin conocerlo. En los años 90 solo se podía publicar por Planeta o Random House y era para unos pocos, que eran todos de una cierta elite. ¿Cuántos quedan hoy de ellos? Dos, quizás tres», señala.

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