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Andria Zafirakou en Chile: la «Mejor profesora del Mundo» revela que la clave es amar la inmigración CULTURA

Andria Zafirakou en Chile: la «Mejor profesora del Mundo» revela que la clave es amar la inmigración

Andria Zafirakou fue elegida entre 30 mil maestros de todo el mundo para ganar el Global Teacher Prize de la Fundación Varkey, con sede en Dubai, que otorga un reconocimiento y un millón de dólares. Esta semana la docente -cuya estrategia es la integración de los migrantes a través del arte- estuvo en Chile para dar el puntapié inicial de la versión local de la competencia y contar su experiencia. En entrevista con El Mostrador, la profesora señaló que «me interesan, me fascinan los orígenes de los niños, de dónde vienen. Les hago muchas preguntas. A veces en la sala hay otro niño que puede traducir, u otro profesor. Al principio pasas mucho tiempo con esos niños, para que se sientan cómodos, para conocer sus ideas».


Cuando la recién licenciada profesora de arte Andria Zafirakou (Londres, 1979) llegó a la entrevista para trabajar en su primera escuela, en el multicultural barrio londinense de Brent, las instalaciones dejaban mucho que desear. Recuerda que era un día de invierno y los niños se tiraban bolas de nieve… ¡dentro de la sala! Había goteras y mobiliario roto.

«El comportamiento de los alumnos era pésimo, lo opuesto a lo que es hoy. Había pocas expectativas, los chicos odiaban la escuela. Los profesores no enseñaban de manera creativa ni divertida», recuerda sobre la Alperton Community School.

Como conseguir un cupo en su especialidad era difícil, decidió aceptar, aunque su ideal inicial era estar solo un año.

Sin embargo, esta hija de migrantes –su padre es de Chipre y su madre de Grecia– quería que ella y los niños trabajaran en un entorno agradable. Así que la entonces joven de 26 años se puso manos a la obra y decidió pasar las vacaciones de verano, previas a su ingreso a clases, en lo que iba a ser su aula. Con ayuda de unos amigos y apoyo de la escuela, pintó y cambió el mobiliario roto.

«Quería embellecer el lugar, no había amor ahí. Es lo mismo con tu trabajo, es agradable ir a un lugar bien mantenido, inspirador, profesional. Creo que los niños también lo merecen, se sienten más cómodos, valorados, estimulados», dice.

El primer día de clases, los chicos llegaron asombrados. «Les empezó a gustar estar en la sala, sabían que iban a tener una experiencia diferente. Les dije: esto es lo que quiero de ustedes, que tenía altas expectativas, que creía en ellos», rememora. Ese pequeño paso fue solo el comienzo, y el año que iba a pasar se transformó en trece, que siguen hasta hoy.

Zafirakou en clases.

«Transformamos la escuela»

Gracias a la pasión por sus alumnos –que empezó por mejorar su entorno, y siguió con una dedicación especial a cada uno de ellos, provenientes de países tan diversos como Bangladesh, Ghana y Polonia, y terminó dejando a Alperton entre las mejores escuelas de la capital–, este año Zafirakou fue elegida entre 30 mil maestros de todo el mundo para ganar el Global Teacher Prize de la Fundación Varkey, con sede en Dubai, que otorga un reconocimiento y un millón de dólares. Esta semana la docente estuvo en Chile para dar el puntapié inicial de la versión local de la competencia y contar su experiencia.

«Me quedé y transformamos la escuela. Ahora los chicos aman arte, van corriendo a las clases. Se sienten cómodos, más comprometidos. Tenemos mejores instalaciones, mejores salas, hay trabajos hermosos por todos lados. Cambió de un extremo al otro», cuenta.

Ella enfatiza la necesidad de conectar con los alumnos –de amarlos– y destaca que las artes son esenciales para enseñar a ser innovador y creativo, características claves para la economía del siglo XXI y, de paso, pueden potenciar a los alumnos en otras materias, como matemáticas o lenguaje.

«Materias como Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM) son muy importantes, pero habrá un momento en que los médicos no podrán encontrar trabajo, porque tendremos robots haciendo esos trabajos. De hecho, muchas cosas ya se pueden hacer online. Lo que las empresas necesitan es gente más creativa, que sea tecnológica, pero también capaz de pensar más allá, que pueda innovar, resolver problemas. En esto la gente del arte es excelente», asegura.

Zafirakou en el lanzamiento del Global Teacher Prize en Chile.

Profesora de vocación

Es su primera vez en Chile y en Sudamérica. En casa quedaron sus alumnos, su marido y sus dos hijos. «No he visto mucho, pero la gente es encantadora. Hay una gran energía positiva en todos lados», comenta a El Mostrador.

«Conocí a un par de profesores encantadores, muy apasionados por ser profesores», afirma. «Es un lugar encantador. Me encantaría volver. Creo que lo haré cuando tenga tiempo, y exploraré por mi cuenta», señala.

Andria siempre quiso ser profesora. Estudió arte y diseño, con énfasis en textiles.

«Mis padres me cuentan que cuando tenía cuatro años solía jugar a enseñar. Colocaba a mis muñecos y les leía y los cuidaba. Cuando tenía siete, mis padres tuvieron una cita con mis profesores y ellos les dijeron que yo les decía todo el rato qué hacer. ‘Es tan mandona’, les dijeron. Así que no creo que fue una elección, sino que era una cuestión de tiempo», comenta.

[cita tipo=»destaque»]»El arte ayuda a los estudiantes a ser creativos, explorar sus propias ideas, tomar un concepto y evaluarlo, a ser curiosos, a investigar. También a desarrollar habilidades sociales, porque tienes que discutir tu trabajo. Hablan sobre su trabajo, sobre lo que pueden mejorar, establecen lazos, aprenden a trabajar en equipo y a ser resilientes, porque en el arte, por ejemplo en la música, aprendes intentando una y otra vez. Haces un viaje, batallas».[/cita]

Sus antecedentes familiares fueron claves en su profesión. «Mi herencia griega ha sido una parte fundamental. Creemos en valores familiares, en el amor, el cuidado, el apoyo, el respeto. Enseñar es muy difícil, pero cuando tienes esa base, es fácil. Creo que también es importante porque te ayuda con los niños que no tienen amor, que han sido descuidados. Lo ves muy rápido, porque es muy diferente a tu manera. Entonces puedes ir y ayudar», explica.

Ella los detecta cuando llegan con ropa sucia, no se han bañado o tienen hambre, o lucen muy cansados o tristes. «No parecen niños, son muy tranquilos… ahí te das cuenta», puntualiza.

Cree que es muy importante que los profesores conozcan a sus alumnos, «sus vidas, saber qué les gusta, lo que les parece desafiante. Así les mostrarás que los respetas y que te preocupas de ellos. Eso facilitará que se esfuercen más, porque sabrán que pueden obtener un logro allí porque hay alguien que cree en ellos».

Colegio multicultural

De niña, Zafirakou estudió en un colegio que también era multicultural, en Camden Town, con compañeros de países como Bangladesh, Sierra Leona y Ghana. «Nunca me sentí diferente. Nunca vi a los otros como algo mejor o peor», recuerda. Sin embargo, a diferencia de hoy, en aquella época sus profesores eran todos blancos y enseñaban el currículo tradicional.

Hoy, en Alperton, muchos de sus colegas tienen orígenes extranjeros, igual que ella. «Es importante para los niños, porque eres un modelo. Es mi escuela hay gran diversidad entre los profesores, y es muy bueno. Tienes profesores islámicos que enseñan matemáticas o ciencias, y eso es muy bueno para chicas, hay mujeres enseñando computación y tecnología. Creo que es importante porque los niños automáticamente se sienten a gusto con el mismo color y tenderán a buscar consejo en ellos. Es vital», destaca.

Los profesores son de múltiples orígenes, igual que sus alumnos. Entre sus estudiantes «algunos nacieron en Inglaterra, otros no. Vienen de India, Pakistán, Somalia, Ghana, Nepal, Sri Lanka, Polonia, Serbia, Kenia…». Y no todos hablan inglés, pero eso no es un obstáculo.

«Me interesan, me fascinan los orígenes de los niños, de dónde vienen. Les hago muchas preguntas. A veces en la sala hay otro niño que puede traducir, u otro profesor. Al principio pasas mucho tiempo con esos niños, para que se sientan cómodos, para conocer sus ideas».

Acá, con los niños de Haití, por ejemplo, «buscaría la ayuda de otros profesores u otras escuelas donde hablan creole. Haría una investigación, activamente», dice.

A los profesores en Chile con alumnos extranjeros «los invitaría a emocionarse. Sean curiosos, celebren. Estimulen esa expresión de cultura en el aula y aprécienlo, porque van a aprender mucho y los niños también. Los niños no tienen prejuicios, los adultos los tenemos», sostiene.

La importancia del arte

Para Zafirakou, el arte no sólo es importante es sí mismo, sino también porque potencia otras materias. Y frente a aquellos que lo suelen mirar en menos, dice que probablemente corresponde «a gente que no ha estado expuesta al arte desde temprana edad».

«Probablemente sus familias no los llevaban al museo. No hay una apreciación de la cultura o no tuvieron una buena experiencia con el arte en su escuela», puntualiza.

En Inglaterra, los niños tienen un currículo bastante unilateral, muy enfocado en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM), «muy dictado, donde tienes que aprender esto y lo otro, esto es correcto y esto no. Pero en arte eso no importa».

«El arte ayuda a los estudiantes a ser creativos, explorar sus propias ideas, tomar un concepto y evaluarlo, a ser curiosos, a investigar. También a desarrollar habilidades sociales, porque tienes que discutir tu trabajo. Hablan sobre su trabajo, sobre lo que pueden mejorar, establecen lazos, aprenden a trabajar en equipo y a ser resilientes, porque en el arte, por ejemplo en la música, aprendes intentando una y otra vez. Haces un viaje, batallas», plantea.

«Creo que también te da confianza. Mis estudiantes lo usan para ganar confianza en sí mismos, también por salud mental, para relajarse, para desconectarse. A veces les doy un trabajo para toda la hora de clase y se les pasa muy rápido, porque se pierden en sus pensamientos», relata.

Ella cree que no hay que ser un artista para hacer arte. «Todos los niños deben hacerlo, y siempre hay algo que puedes hallar para ellos. Algunos serán muy buenos en trabajar con cables, otros con barro y otros tantos pintando. Uno de los problemas es que la gente cree que el arte se trata solo de dibujar y pintar, pero no es así. Una vez encuentran en lo que son buenos, uno se los celebra y ellos adquieren confianza», expresa.

Por ejemplo, tuvo un alumno autista, con necesidades especiales, que no podía estar sentado tranquilo y se frustraba muy rápidamente.

«Tenía que hacer un proyecto de pintura y pintó un rostro. Le tomó mucho tiempo, pero fue muy exacto. Cuando empecé a mostrarles a los chicos los trabajos de cada uno, el suyo no estaba firmado y empecé a preguntar de quién era. Él dijo que era suyo y todo el mundo se lo celebró. Desde ese momento ganó mucha confianza y sintió que podía lograr cosas, que no era diferente al resto», explica.

La experiencia lo ayudó a concentrarse y controlar su autismo. Incluso mejoró en matemáticas. «Mejoró su comportamiento, redujo su ansiedad, se queda en el aula», cuenta.

«Obviamente las artes no conectan con todos los niños, pero les ayuda a obtener otras herramientas. Una cosa maravillosa es que, cuando tienes niños muy talentosos en ciencia o matemáticas, y luego los juntas en la clase de arte con otros menos dotados en esa área, los segundos lo hacen mejor y les enseñan a los primeros. Los bajan y equilibras las apreciaciones de los unos con los otros. Me encanta cuando pasa eso, porque puedes tener a un alumno que académicamente rinde menos enseñando a otro que rinde más. Eso es muy poderoso, porque te ayuda a conocer las habilidades de todos y en lo que son buenos cada uno», concluye.

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