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La inutilidad del arte o el valor como medida CULTURA Obra parte de la muestra de la Bienal de Sao Paulo

La inutilidad del arte o el valor como medida

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Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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Sin caer en ingenuidades abstractas sobre la negación del hecho de potenciar formas de ventas a escala internacional de artistas nacionales, lo relevante de la actitud inútil no es la propia negación de lo útil, sino su expansión a los lugares y niveles que se apropie cualquier individuo creativo: una creatividad lleva a otra. Las artes contemporáneas han perdido, de alguna manera, el rumbo pues hay demasiadas energías puestas en juego en torno a la puesta en valor análogo a los antiguos valores utilitarios.


En una cultura donde la subjetividad se basa en lógicas de mercado, las disciplinas concernientes a los estudios, investigaciones y aplicaciones sobre los legados de la potencia creadora como propiedad intangible son innecesarias, al menos en los países más neoliberalizados y menos educados. En países con el mismo sistema, pero menos precarizados en lo concerniente a la educación, la capitalización robusta y agresiva en torno al aprovechamiento político de la subjetividad los hacen ricos económicamente en lo concerniente a los mercados de arte y cunas modelizantes en los campos del pensamiento milenario: la filosofía.

[cita tipo=»destaque»]Las artes contemporáneas han perdido, de alguna manera, el rumbo pues hay demasiadas energías puestas en juego en torno a la puesta en valor análogo a los antiguos valores utilitarios. Es entonces que la medida del crecimiento de la contemporaneidad en este tema se le intente medir (y en forma precaria en sus gestiones) de acuerdo a los éxitos del intento de mercado internacional, de comerciantes marchantes millonarios.[/cita]

Lo último, a pesar de ser abundante desde perspectivas de mercado, no significa nada para países como el nuestro que viven en la vieja escuela de las economías neoclásicas. Esta situación tiene pro y contras. Por un lado, con respecto a las artes, al no tener un mercado duro podría resguardarse, por el momento, en cierto posible “espíritu” cultural/creativo. Por otro lado, solo por el hecho de que la capitalización de la vida es un hecho global, el atraso ignorante en materia de real inversión en cultura y artes hace que la economía simbólica solo mire con curiosidad ciertas emergentes industrias naranjas o creativas, las cuales están muy por debajo de la real economía en la potenciación de un mínimo mercado en arte. En Chile el intento más fuerte es la frágil feria de arte contemporáneo Chaco. Y la menciono como frágil, pues sus intentos no atraen a los inversionistas en arte contemporáneo como se quisiera; además del provinciano arribismo del evento.

Sin embargo, lo que digo hasta ahora es parte fuerte de una realidad en el mundo donde la creatividad subjetiva que se le atribuye a lo que entendemos como arte vive su mayor fuerza objetivante en lo concerniente a las economías corporativas designadoras del valor estratégico de lo sensible de acuerdo a flujos de mercado. Esto último, obviamente, en Chile no es tal, principalmente por la precaria inversión en el tema, no por el cuidado de un posible patrimonio o valor diferenciado de la productividad competitiva.

En este sentido la posición y valorización de la inutilidad activa es algo que no se puede dimensionar hoy en día, pues el mencionado “espíritu de época no lo permite”. Esto a pesar (y aunque sea paradójico con lo que planteo) de que la importancia de la inutilidad activa no solo potenciaría la economía en muchos niveles, sino que también podría ser el germen de la evolución de los procesos simbólico mercantilistas de los sujetos para llevarnos a otras formas de concebir la realidad sin, necesariamente, desvincularse ingenuamente hoy de ciertas estructuras de convivencia mercantil (y sin por esto ser, necesariamente, capitalistas). Esto último a pesar de la experiencia de “fracaso” de las vanguardias históricas cosificadas y reificadas a un mercado absurdo y a una academia estetizante sin impacto político. El cambio de realidad que pretendían algunas de estas vanguardias era constitutivo a la inutilidad activa que menciono, la cual pretendía reforzarse en la crítica y resistencia a lógicas mercantilistas que fueron condicionando el principio y valor subjetivo a la capitalización de transacciones comerciales duras.

Sin caer en ingenuidades abstractas sobre la negación del hecho de potenciar formas de ventas a escala internacional de artistas nacionales, lo relevante de la actitud inútil no es la propia negación de lo útil, sino su expansión a los lugares y niveles que se apropie cualquier individuo creativo: una creatividad lleva a otra. Las artes contemporáneas han perdido, de alguna manera, el rumbo pues hay demasiadas energías puestas en juego en torno a la puesta en valor análogo a los antiguos valores utilitarios. Es entonces que la medida del crecimiento de la contemporaneidad en este tema se le intente medir (y en forma precaria en sus gestiones) de acuerdo a los éxitos del intento de mercado internacional, de comerciantes marchantes millonarios.

¿Cuáles son nuestros planes para el potenciamiento cultural y artístico contemporáneo en el país? Considero que se pone extrema atención a los lugares de feriantes con menos o más lucas, en vez de trabajar en el fortalecimiento de la educación general con respecto a lo sensible en todos los aspectos de la vida; esto potencia la cultura de un territorio, y si se quiere, por añadidura y dependiendo de los aprovechamientos democráticos de cada cual, la economía.

Samuel Toro. Licenciado en Arte. Candidato a Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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