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“La vida nueva: versión final” de Raúl Zurita: diálogos con nuestros muertos CULTURA

“La vida nueva: versión final” de Raúl Zurita: diálogos con nuestros muertos

“La vida nueva”, publicada en 1994 en una versión incompleta, ahora se encuentra en su versión final bajo el sello Lumen.


Raúl Zurita Canessa (Santiago, 1950) cierra con este libro, “Purgatorio” (1979) y “Anteparaíso” (1982), una trilogía poética sobre la pasión más bruta de la vida y la muerte, los sueños, y los paisajes que nos rodean, nos reflejan y de los que somos parte. Es un libro que prosigue con la tradición, tal vez algo difusa en la poesía actual, de los poemas telúricos, hablando de nuestra geografía e historia, tal como el Canto General de Pablo Neruda o Poema de Chile de Gabriela Mistral.

[cita tipo=»destaque»]“La vida nueva” tiene un valor histórico, su tejido representa las voces ancestrales, de nuestros orígenes, de la verdadera patria, es un canto a la vida y a la muerte, un diálogo lleno de amor con el universo que busca que los torrentes puedan circular otra vez con calma desde las montañas hasta el mar y también a través de nosotros mismos.[/cita]

En un tono que apela a “La divina comedia” de Dante Alighieri y que incorpora versículos de la Biblia, “La vida nueva” reúne en su paraje inicial enfocado a los ríos, sueños de pobladores del campamento Raúl Silva Henríquez en 1983, para luego desplazarse a través de diversos testimonios de los que serían los primeros habitantes de Chile o de un periodo difuso, quizás post apocalíptico, evocando a las grandes tragedias que los marcaron: las matanzas por la tierra y el poder, y las aparentemente incomprensibles desgracias provocadas por la naturaleza.

“Por el fin del mundo aparecerán nuestras caras y los ríos habrán dado vuelta su curso para entrar en el cielo. Yo entonces te veré. Yo veré allí a mi amor que ahora las espumas del río se han llevado. Porque vinieron a ser solamente retratos de espumas nuestras vidas, pero de piedra fueron las desgracias.”
(Página 74)

Los testimonios abarcan visiones y sueños, la voz de los muertos a través de ellos, y estos van construyendo la historia de Chile y sus tradiciones. Es una forma de mirar nuestro pasado más allá de la política o religión, y percibir como un todo la complejidad de la naturaleza humana y su conexión con el universo y la tierra.

“Igual que cuerdas, como si todo Los Andes no fuese otra cosa que paños colgados del cielo y Chile sólo un sueño reencadenado a esas montañas.”
(Página 114)

Este libro, de casi seiscientas páginas, con el que Zurita ha cargado más de la mitad de su vida, incluye mapas de los ríos del sur, imágenes de figuras trazadas en el cielo, una fotografía área de la frase “Ni pena ni miedo” escrita en el desierto de Atacama, e incluso un soundtrack, con links a canciones en Youtube, como una forma de conectar con la actualidad.

“Al ver que su hermana se había hecho agua, el hermano Lienlaf quiso ser ahora una gran piedra azul en el medio del río para que al entrechocar con ella más sonidos tuviera el canto de su hermana que era el canto de todas las aguas. Sobre la piedra comenzó entonces a crecer una flor que al llegar la primavera soltó su polen que fue subiendo y subiendo por el aire hasta llegar al cielo donde formó las estrellas de la Vía Láctea que es el mismo hombre Lienlaf y que está recostado sobre el gran río del cielo.”
(Página 152)

“La vida nueva” tiene un valor histórico, su tejido representa las voces ancestrales, de nuestros orígenes, de la verdadera patria, es un canto a la vida y a la muerte, un diálogo lleno de amor con el universo que busca que los torrentes puedan circular otra vez con calma desde las montañas hasta el mar y también a través de nosotros mismos.

La vida nueva: versión final

Raúl Zurita

Editorial Lumen

595 páginas

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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