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Biólogo marino chileno, miembro del grupo de expertos de la ONU, advierte sobre los peligros emergentes en los océanos

El oceanógrafo de la U. de Concepción, Cristian Vargas, quien conformó el grupo de expertos en vida marina para la segunda evaluación mundial de los océanos, repara en que a los peligros ya conocidos, como la sobrepesca, la pérdida de la biodiversidad marina, la contaminación, el cambio climático y la acidificación del océano, se suman amenazas emergentes, como la contaminación por plásticos, los fármacos e insecticidas usados por la salmonicultura, las dioxinas de la industria de la celulosa y la contaminación por metales.


Una serie de desafíos enfrenta Chile, un país marítimo por excelencia, debido al calentamiento global, advierte el biólogo marino Cristian Vargas, quien recientemente fue convocado a una reunión de Naciones Unidas (ONU) en Ecuador.

Vargas, quien es director del Núcleo Milenio Centro para el Estudio de Forzantes Múltiples sobre Sistemas Socio-Ecológicos Marinos (Musels), de la Universidad de Concepción, estuvo los días 17 y 18 de diciembre en los cuarteles generales de la Comisión Permanente del Pacífico Sur (CPPS) en Guayaquil, Ecuador, donde se realizó el segundo ciclo del Regular Process for Global Reporting and Assessment of the State of the Marine Environment (Proceso Ordinario de Presentación de Informes y Evaluación del Estado del Medio Marino), realizado por la ONU.

Esta actividad consistió en la realización de talleres en pos de dar cuenta de la recopilación de información y datos a nivel regional para la preparación de la segunda evaluación mundial de los océanos y contó con la participación de 50 delegados de 27 países para elaborar este reporte, el que incluye aspectos socioeconómicos.

“La ONU llamó a un comité de expertos que representan a varios países de la región, yo fui en el caso de Chile y la idea es, básicamente, trabajar en elaborar un documento que permita dar a conocer cuál es el estado del océano”, explica.

Cristian Vargas. Crédito: Universidad de Concepción.

Reunión en Ecuador

En Ecuador, su función específica fue la de participar en el Proceso Regular para la Información y Evaluación Global del Estado del Medio Ambiente Marino, incluyendo algunos aspectos socioeconómicos. Este es un mecanismo global que ha sido establecido después de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, el año 2002, y que tiene como objetivo poder revisar periódicamente los cambios ambientales, económicos y sociales de los océanos.

Este grupo es, en cierta medida, responsable ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y su propósito es contribuir al fortalecimiento de la evaluación científica periódica del estado del medio marino, para mejorar las bases científicas para la formulación de políticas en cada país, detalla.

El taller es parte del programa de trabajo para el período 2017-2020 del segundo ciclo del Proceso Regular y está destinado a apoyar el desarrollo del Segundo Informe sobre el estado del océano, hacer la respectiva recopilación de datos a nivel regional y permitir a los integrantes, que deberán escribir cada capítulo, reunirse de forma preliminar para definir los temas que contendrá este informe.

Vargas estima que la invitación se debió no solo de su experiencia en el tema, sino también a su participación en comités científicos de varios programas internacionales asociados con el estudio del ciclo del carbono y la acidificación del océano (por ejemplo, GOA-ON, IOCCP), así como su rol en la formación de una Red Latinoamericana de Acidificación del Océano (LAOCA).

Acidificación del océano

Vargas realizó sus estudios de pregrado en Biología Marina en la Universidad Austral de Chile, en su ciudad natal, Valdivia. Luego inició sus estudios de Doctorado en Oceanografía en la Universidad de Concepción, tras lo cual se fue a vivir a Suecia, cerca de Gotemburgo, donde estuvo por casi un año y medio haciendo su tesis doctoral, enfocada en el estudio del plancton y el ciclo del carbono.

La parte final de su tesis de doctorado la realizó en la Institución Oceanográfica de Woods Hole, cerca de Boston. Con posterioridad hizo un posdoctorado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, asociado al grupo de investigación de profesor Sergio Navarrete, del Departamento de Ecología.

«Desde prácticamente el año 2009 he estado estudiando los impactos del cambio climático y ahora, de forma más reciente, la acidificación del océano sobre los organismos marinos», puntualiza.

Su área de trabajo toma elementos de la química del océano y la biología, para comprender cómo los cambios en la química de los océanos puede afectar a diferentes organismos marinos. En su grupo de trabajo hay estudiantes y posdoctorantes, quienes trabajan estudiando los cambios en los niveles de pH y CO2 en el océano a lo largo de la costa de Chile, así como los efectos de estos cambios en diferentes organismos, desde bacterias, algas, organismos del plancton, hasta moluscos como ostiones, choritos y caracoles.

Para ello, cuentan con un laboratorio muy completo para hacer análisis asociados al ciclo del carbono, pero además con sistemas experimentales en la Estación de Biología Marina de Dichato, donde pueden simular cuáles serán las condiciones de temperatura, oxígeno y pH que tendrá el océano en 50 o 100 años más «y, así, exponer a ciertos organismos marinos a estos cambios para comprender sus respuestas biológicas».

Los problemas de Chile

Cristian Vargas comenta que los problemas que enfrenta el ambiente marino en Chile no son muy distintos de aquellos a los que hacen frente otros países.

«Sin lugar a dudas temas como la sobrepesca, la pérdida de la biodiversidad marina, la contaminación, el cambio climático y la acidificación del océano son elementos comunes con otras regiones del mundo», sostiene.

Añade que es evidente que problemas emergentes, como la contaminación por plásticos que llegan al océano a través de diferentes vías –directamente al océano o por medio de la descarga de agua dulce de los ríos–, los fármacos e insecticidas usados por la industria (por ejemplo, salmonicultura), la contaminación por dioxinas y furanos de la industria de la celulosa, la contaminación por metales, «son elementos que es imposible no poder considerar».

Impacto local

En cuanto al impacto en nuestro país, explica que, en términos generales, se han desarrollado proyecciones respecto de los potenciales impactos del cambio climático en Chile, como es el caso de la temperatura.

«Se espera un aumento de la temperatura promedio en Chile, el que se estima que ocurra en un gradiente de mayor a menor, desde norte a sur y de cordillera a océano», señala. «Aun cuando los registros recientes no han evidenciado una disminución significativa en las precipitaciones, los modelos proyectan una disminución de estas, desde la Región de Atacama hasta la Región de Aysén para el 2050, lo cual obviamente traerá consigo una disminución en la descarga de agua dulce de los ríos al océano», dice.

Vargas afirma que estos cambios en las descargas de agua dulce traerán consigo consecuencias en las propiedades físicas y químicas del océano, con consecuencias para los organismos que habitan la zona costera.

«Sabemos además que en otras partes del mundo se ha registrado una expansión de las áreas carentes de oxígeno, como las que encontramos en el norte de Chile entre los 100 y 400 metros de profundidad, pero desconocemos si esta expansión está realmente ocurriendo frente a las costas de Chile», subraya.

Extinción de la especie

En sus palabras, no deja de ser preocupante saber que, en la historia de la Tierra, el planeta ha pasado por períodos en que estas zonas se han expandido, justamente asociados a períodos de calentamiento del planeta y que llevó consigo la extinción de varias especies marinas, dado que estas aguas, además de ser anóxicas, son ácidas (bajo pH) y corrosivas para algunos organismos.

«Aun cuando la acidificación del océano no es una consecuencia del cambio climático, sino más bien del incremento de CO2 atmosférico que es finalmente absorbido por el océano, esta constituye una gran amenaza para la vida de los océanos», advierte.

«Del trabajo que hemos realizado en nuestro laboratorio, sabemos que algunas zonas de la costa de Chile se caracterizan naturalmente por tener aguas de bajo pH. Sabemos además que algunas poblaciones de organismos marinos que allí habitan tienen cierto grado de adaptación a estas condiciones. Lo que no sabemos es cuál es el límite de tolerancia de estas especies, dado que puede ser que estas poblaciones de crustáceos y moluscos ya se encuentren en el límite de su tolerancia», apunta.

Desafíos

En virtud de dicha situación, el país enfrenta una serie de desafíos, sobre todo por sus características.

«Chile es un país marítimo, el transporte de nuestros productos ocurre a través de vía marítima, parte de nuestra economía depende del océano, ya sea a través de las pesquerías o de la acuicultura de moluscos y peces», señala. «El océano ha sido motor del desarrollo de comunidades locales, generación de empleos y, especialmente en algunas regiones del país, como Isla de Pascua y Chiloé, ha sido parte del patrimonio cultural a nivel regional», prosigue.

Por eso, no solo el cambio climático, sino también el cambio global asociado a los efectos de la actividad antropogénica constituyen amenazas importantes para la sustentabilidad de estas actividades y uno de los grandes desafíos de este país es poder generar, en estas comunidades vinculadas con el borde costero, planes de adaptación frente a estos cambios.

«En este sentido, con nuestro Centro Musels estamos, justamente, trabajando de forma interdisciplinaria con economistas, sociólogos, oceanógrafos, ecólogos y biólogos, para poder generar herramientas que nos permitan adaptarnos a estos cambios actualmente en curso, y que no nos encuentren de sorpresa sin un plan previamente establecido», plantea.

Medidas

Para Vargas, uno de los grandes problemas que tenemos en nuestro país es el de no contar con sistemas de observación del océano que puedan ser apoyados de forma permanente por el Estado.

«Tenemos pocas evidencias directas de los efectos que está generando el cambio climático, principalmente porque no contamos con series de tiempo largas –mayores a 10 o 20 años de registros–, que nos permitan saber si los cambios que están actualmente ocurriendo son parte de una tendencia de largo plazo o son, quizás, solo parte de un ciclo que puede durar algunos años», alerta.

«Chile es un país 100% marítimo y, aunque aún no lo reconozcamos –a diferencia de nuestros vecinos, como Perú–, deberíamos poner al océano al frente de las prioridades a nivel de investigación. En Chile gran parte de la investigación es desarrollada en las universidades y nosotros, los científicos, debemos competir entre nosotros cada cierto tiempo para conseguir recursos desde las agencias de financiamiento como Conicyt o Milenio, los cuales sabemos que son insuficientes», critica.

Para Vargas es «triste» pensar, además, que grupos de investigación que han sido formados al amparo de programas como Fondap (Fondo de Desarrollo de Áreas Prioritarias-Conicyt) o Iniciativa Científica Milenio, luego de 10 años de duración, deben desintegrarse porque la escala de tiempo para su duración no supera dicho umbral. «Es decir, cuando llevas 10 años de investigación, empiezas a obtener frutos, a obtener resultados contundentes y empiezas a formar generaciones de científicos jóvenes, estos grupos deben desintegrarse», lamenta.

«Chile requiere de centros de investigación permanente, cuyo financiamiento sea asegurado por el Estado chileno, tal como ocurre en otros países, y que permita poner a la ciencia como un instrumento prioritario en la toma de decisiones. Es necesario que este país no solo se enfoque en potenciar desde nuestros observatorios la visión de los hermosos cielos estrellados, sino también en cambiar nuestra mirada hacia ese inmenso mar azul, al cual le hemos dado la espalda… por años, y del cual dependemos para nuestra subsistencia», expresa.

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