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La monotonía onírica. Sobre “La Máquina de Kafka” de Luis Nitrihual CULTURA|OPINIÓN

La monotonía onírica. Sobre “La Máquina de Kafka” de Luis Nitrihual

Ramiro Villarroel Cifuentes
Por : Ramiro Villarroel Cifuentes Poeta, escritor y productor ejecutivo para cine y TV. Vive y trabaja en Temuco.
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Esta ópera prima de Luis Nitrihual nos presenta a un protagonista que lleva una vida de días monótonos en una ciudad monótona, rutinaria, agobiante, inerte, como el ambiente que reina en la casa donde vive con su padre, un hombre jubilado, quien dedicara su vida a la educación y a la política, actividad esta última de la cual renegó, según su hijo, por cobardía, hombre que, en segundo plano, rinde culto a la memoria de su mujer muerta, diariamente.

Padre e hijo se llaman Luis, quizá como un guiño a la continuidad de los seres; o como una señal de identidad entre el arte y la vida o entre la imaginación y la creatividad. El protagonista, una especie de héroe fallido, es un periodista de poca monta que trabaja en un ciber en el centro de Temuco, que anida una tendencia literaria de baja intensidad.

[cita tipo=»destaque»]Predomina un naturalismo actual y urbano que hace relaciones con la literatura fantástica, a la cual le falta afinar sus rudimentos expresivos y secuenciales, cuestión que nos exige toda nuestra atención para no perder el hilo del relato que, en síntesis, más que kitsch o surrealista, podríamos definirla derechamente como onírica y metalingüística, ya que más allá de la búsqueda de la máquina de Kafka, estamos frente al problema de la creación literaria o escritura creativa, que se vuelve una problemática de proporciones para quien vive en una ciudad del sur de Chile o, lo que es más dramático, en la periferia de la periferia.[/cita]

Los personajes que aparecen en la novela conforman, junto al protagonista, un grupo literario, en el cual uno de sus integrantes, Enrique, le comenta a Luis sobre “la existencia de «la sociedad» y de una máquina que construía las historias que uno tenía en la cabeza” (pág. 31). Paralelamente  Ernesto, otro de los integrantes del grupo literario, le comenta a Luis que “se estaba dando el trabajo de construir una antología de autores asesinados por la dictadura con breves introducciones sobre su vida. Más tarde me contó que la máquina le había dado el inicio y por eso estaba a punto de terminar esa obra. Un trabajo sobre la literatura y la memoria” (pág. 37).

Si bien es cierto que la novela gira en torno a la búsqueda de la máquina de Kafka, ésta posee grandes saltos espacio temporales que por momentos le da una tímida y en algunos casos confusa trama tendiente a lo experimental que de pronto deja algunos hilos sueltos, historias inconclusas o la distrae de una necesaria profundización del tema general de la obra y descripción de la máquina y sus efectos, así como del perfil psicológico de los personajes que aparecen capítulo a capítulo como en una posta, cosa que permite la peripecia del personaje protagónico.

Con motivo de la desaparición de uno de los personajes, de Ernesto; cosa que se suma a la búsqueda de la máquina, Luis sale en una pequeña nave  voladora -que nos recuerda la ochentera “Cafetera Voladora” comandada por un joven Florcita Motuda-, desde Temuco en dirección a la pampa argentina junto a Gala, un personaje que le roba el protagonismo a Luis y que aparece desde lo incierto, como casi todos los personajes a los que Luis Nitrihual le da vida en esta novela, personajes que por lo demás poseen nombres relativos, inclusive dudosos. De cualquier manera el final abierto nos estimula a saber qué hay más allá de esta primera entrega.

En conclusión podemos decir que ésta, la primera novela de este autor es una apuesta experimental donde se conjuga la literatura expresionista con rasgos pop: “hay caserones con puertas chuecas como cuadros dieciochescos en los cuales niños pequeños comen pan y toman coca-cola” (pág. 24). Donde predomina un naturalismo actual y urbano que hace relaciones con la literatura fantástica, a la cual le falta afinar sus rudimentos expresivos y secuenciales, cuestión que nos exige toda nuestra atención para no perder el hilo del relato que, en síntesis, más que kitsch o surrealista, podríamos definirla derechamente como onírica y metalingüística, ya que más allá de la búsqueda de la máquina de Kafka, estamos frente al problema de la creación literaria o escritura creativa, que se vuelve una problemática de proporciones para quien vive en una ciudad del sur de Chile o, lo que es más dramático, en la periferia de la periferia.

Por último, es valorable que Luis Nitrihual, un escritor con ascendencia mapuche, opte por temáticas universales, como tan bien lo ha trabajado, entre otros, Pablo Ayenao con su novela “Memoria de la Carne”, Editorial Bogabantes, Temuco, 2015, 100 págs.), que lo hiciera merecedor del Premio Municipal de Literatura que le otorgó la Ilustre Municipalidad de Santiago el 2016, cuestión que sin duda debemos atender al momento de estudiar las características de la literatura indígena, tema que ha estimulado interesantes discusiones en ámbitos como las artes visuales y el cine.

Luis Nitrihual, La Máquina de Kafka, Editorial Escaparate, 2018, 97 págs.

Ramiro Villarroel Cifuentes. Escritor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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