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Crítica a libro “En manos de otros: infancia y abandono en la Barcelona del siglo XV” de Ximena Illanes: volver al pasado y pensar el presente CULTURA|OPINIÓN

Crítica a libro “En manos de otros: infancia y abandono en la Barcelona del siglo XV” de Ximena Illanes: volver al pasado y pensar el presente

El libro recorre el contexto histórico que permitió la creación del Hospital, así como su estructura de funcionamiento para recibir niñas y niños expósitos para que pudieran luego insertarse en la sociedad


“Que en un padre, una madre o ambos dejen a su hijo o hija en manos de otros, a la caridad de los desconocidos, conocidos o simplemente solos, es una constante en la historia de la humanidad”, extracto del libro.  

En manos de otros. Infancia y abandono en la Barcelona del siglo XV es un libro que partió como tesis doctoral y que cuyo contexto es bastante específico: niñas y niños abandonados a las puertas del Hospital de la Santa Creu de Barcelona, en las postrimerías de la Edad Media. La investigación que llega a nosotros gracias a Ediciones UC, en convenio con el Instituto de Historia de la misma institución (2019), incluye estudios y perspectivas transdisciplinarias, superpone voces, humaniza el drama infantil, más allá de la fría estadística o el detalle pormenorizado de la historia. En este sentido,

“el abandono de niñas y niños en el Hospital de la Santa Creu de Barcelona durante el siglo XV implicó tres etapas esenciales: la escena del abandono, el cuidado de los lactantes en manos de nodrizas y, en los que sobrevivieron, la etapa del aprendizaje en casas de otros bajo diferentes modalidades. Mi propuesta analiza cada fase tomando atención a las condiciones de integración y marginación de las criaturas, la presencia de lo femenino y las historias de amores y desamores” (pág. 19). 

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Ximena Illanes lee entre líneas los documentos hospitalarios, los libros de expósitos del propio Archivo Histórico del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (AHSCP) y del Archivo Histórico de la Biblioteca de Cataluña (BCAH), que describen con detalle cronológico la llegada de cada criatura al Hospital, los objetos que llevaban consigo (canastas, ropas, paños, piezas, medallas partidas, etc.), el proceso de lactancia a través de nodrizas, y la vida posterior cuando salían del hospital para insertarse en la sociedad de la época (aprender un oficio en el caso de los niños y contraer matrimonio en el caso de las niñas); para descubrir lenguajes, corporalidades y emociones; y transmitirnos –tal como si fuera hoy– la crudeza de la situación. 

“Los libros de expósitos estudiados (1412-1413) (1426-1430) registraron un total de 201 niñas y niños abandonados. Del total, la gran mayoría –un 91%– fueron ´expuestos´ fuera del recinto hospitalario; un 8% fue llevado directamente por adultos que se pusieron en contacto directo con el personal a cargo de la Sección de Expósitos y solo un 1% nació en la misma institución” (pág. 65). 

[cita tipo=»destaque»]La investigación nos permite aproximarnos a una época lejana y, para algunos, francamente oscura, pero donde es posible explorar, a través del agudo análisis de la autora, desde los pequeños elementos hasta los más profundos significados culturales. Preguntas así son valiosas: ¿Por qué si eran abandonados, muchos niños y niñas portaban objetos para su protección? ¿Qué significaba la sal y su relación con el bautismo? ¿Qué rol desempeñaban las nodrizas? ¿Qué significaba criar o la lactancia en el imaginario medieval? [/cita]

“Un 75% de los pequeños y pequeñas arribados al Hospital (1426-1430) lo hicieron dentro de canastitas, distinguiéndose la senalla de palma, la senalla de esparto y el capazo de esparto. La presencia de estas habla de objetos que debieron ser frecuentes en la vida cotidiana de las familias; las senallas, cestas con dos asas, fueron utilizadas para el transporte de escombros, tierras y otros elementos similares” (pág. 128). 

“La espera extendida implicaba temperaturas más bajas durante la noche y peligros latentes. En algunas ocasiones el niño o la niña debió esperar a que ´fuera visto´, como es el caso de Ffrancesch De Maome, quien fue abandonado en la puerta que daba a la calle del Carmen. El pequeño pasó toda la noche solo en la intemperie y recién al día siguiente, con la luz del sol, pudo ser visto y acogido” (pág. 73). 

“El ejemplo más conmovedor fue el de una niña que ni siquiera tenía nombre. El documento la identificó como muda y loca. Se la encontró amarrada a la puerta, pues ya caminaba y así no podía escaparse; tenía entre cinco y seis años” (pág. 73-74). 

No pocos de los niños y niñas abandonados en el Hospital tenían dolencias físicas o mentales, o bien habían sufrido algún tipo de abuso sexual o maltrato. Un porcentaje no menor de infantes, pese a los cuidados y atenciones, fallecía.

“Se debe tener en cuenta que los hijos enfermos, deformes o con comportamientos extraños se asimilaron, según las creencias populares, a los pecados cometidos por los mismos padres; la idea del castigo estaba muy arraigada” (pág. 107). 

“Los índices de mortandad infantil fueron altos en todos los grupos sociales. Hay varios registros que quedaron inconclusos, pero de los datos constatados en el primer libro estudiado (1412-1413) se sabe que falleció un 40,4% del total, es decir, 36 criaturas; para el segundo (1426-1430), el porcentaje de muertes alcanzó a un 36,6%, lo que se tradujo en 41 pequeños. Las enfermedades más comúnmente mencionadas fueron la viruela, la disentería, la roña y la tiña” (pág. 218-219). 

Sin embargo, es difícil tener una mirada sobre el fenómeno del abandono y su impacto social en ese tiempo, reconoce la autora, “pues la escasez de datos y los discursos ambiguos de la Iglesia con relación al abandono, impiden dimensionar la realidad de este ámbito. A su vez, para la época, convive la prédica moral junto con los significados que tiene el abandono en una población, que se encuentra completamente vulnerable a las fragilidades de la vida”. Como si fuera poco, la propia definición de abandono para el periodo de estudio debe cuestionarse, siguiendo las reflexiones de John Boswell, puesto que “la práctica de abandonar fue tan cotidiana y frecuente en el siglo XV, que pierde la carga valórica que hoy le concedemos”. 

“Se podría definir como abandono el que una niña o un niño sea dejado a la caridad de los desconocidos en sus primeros meses de vida. No obstante, también era común que las y los pequeños, ya con cinco o seis años, fueran enviados a otras casas para servir o aprender un oficio. La crianza se trasladaba a otras familias y podían extenderse por varios años. ¿Abandono o práctica común en la gran mayoría de la población, que deambula entre ires y venires? ¿Desamparo real o prácticas culturales impregnadas en el inconsciente colectivo?” (pág. 60). 

 “Las razones para abandonar claramente fueron diversas y también particulares. La condición de marginación estaba presente en sus antecesores, especialmente a través de sus madres: esclavas, prostitutas y mendigas, entre otras; ellas definían a sus hijos desde el anonimato. A su vez, la pobreza fue una constante en los motivos de desamparo, lo que agrava los entornos familiares” (pág. 91). 

La autora explica que el abandono de niñas y niños también era una alternativa viable y menos arriesgada al infanticidio (se hacía pasar, muchas veces, por muertes involuntarias o accidentes) o el aborto, por la condena abierta que existía en el mundo cristiano. De hecho, entre “las medidas rigurosas establecidas para la mujer que cometía aborto” estaba “la pena de muerte, castigos corporales o el exilio”. 

Escritora Ximena Illanes

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El libro recorre el contexto histórico que permitió la creación del Hospital, así como su estructura de funcionamiento para recibir niñas y niños expósitos para que pudieran luego insertarse en la sociedad. Por ejemplo, nos informa “que en los últimos siglos del periodo medieval catalán estuvieron marcados por el aumento progresivo de enfermos y necesitados (…) la llegada de la peste provocaba retrasos en las nuevas construcciones, pero a la vez favorecía el impulso de donaciones a través de testamentos para estas instituciones”. Todo esto, acompañado desde finales del siglo XIV, con una nueva mentalidad social respecto a la salud y a la marginación, a la par con el crecimiento urbano. En este sentido, el Hospital era indisociable de la ciudad como núcleo urbano, “creaba conexiones y lazos con los habitantes”, “generando trabajo y dando espacio para la hospitalidad”. 

“El Hospital de la Santa Creu se situaba entre las calles del Carmen y del Hospital, emplazadas en el Raval, zona rodeada de huertos que lentamente habían ido poblándose con los primeros conventos e instituciones hospitalarias, como los hospitales de San Lázaro, de Colom y el convento del Carmen. La construcción de este edificio en el arrabal de la ciudad, en lugar del antiguo hospital de Colom, significó la urbanización del entorno y una verdadera transformación espacial” (pág. 44). 

“(…) se quería que los niños y niñas que llegasen al recinto sobrevivieran a los primeros años de vida y luego se insertaran a la sociedad mediante el trabajo o el servicio. Esto llevaba consigo una compleja y diversa organización que implicaba registrar minuciosamente a todas las criaturas ingresadas. Las Ordenaciones detallaban que debía existir una mujer a cargo de los infantes (dona qui ha carrech dels infants). Debía ser notable, honesta e de bons costums. Era ella quien los recibía a su llegada, les buscaba una nodriza para que los amamantara y los recibía en los intervalos, si eran restituidos. Cuando las niñas y los niños eran devueltos definitivamente, se hacía responsable de ellos por dos o tres años, con el fin de prepararlos para ser aprendices o sirvientes” (pág. 46). 

“La complejidad de recibir y acoger a las criaturas huérfanas y abandonadas se hacía patente. Predominaba el anonimato, no se sabía de sus padres. La gran mayoría de estos pequeños eran depositados durante la noche en las afueras del recinto. No existía un torno para la época, por lo tanto, era común dejar a las criaturas en la Puerta Mayor del Hospital. Unos pocos eran entregados personalmente por sus familiares o cercanos, y los menos habían nacido en el mismo recinto, porque su madre era una mendiga, una mujer pobre, una prostituta o formaba parte de la sección de los locos” (pág. 47). 

El Hospital, en este sentido, cumplió un rol primordial en el cuidado de estos niños, erigiéndose no solo como una institución caritativa bien organizada sino como una “entidad autónoma y superior a todos los hospitales anteriormente establecidos en Barcelona”. Así, había que entender el Hospital tanto en su función caritativa, como en su función “civilizatoria”.

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El libro analiza, desde los estudios actuales de psicología y psiquiatría, la importancia de los vínculos tempranos, los lazos afectivos, no solo de los cuidados médicos indispensables. Una historia de los afectos, de los dolores y la soledad. Una mirada histórica sobre la vulnerabilidad tanto de niños y niñas como de sus propias familias. También, análogo a esto, la reflexión sobre la maternidad en perspectiva feminista, asumiendo las complejidades y la resignificación del rol. ¿Qué significaba ser madre en esa época? ¿Qué significa serlo hoy? Y más aún, ¿qué significaba y significa ser mujer? 

También, en una lectura de género dentro del periodo medieval, se puede constatar las diferencias entre niñas y niños, más allá del contexto específico del abandono. 

“En la vida diaria, los niños parecieron ser más deseados que las niñas. Un hijo varón podía continuar el oficio de su padre, heredar sus tierras y tener una mayor capacidad física para las labores más pesadas. La mujer fue considerada más débil y costosa para la familia; se debía pagar una dote en el momento de su matrimonio, pues sin esta no había casamiento. A las hijas había que vigilarlas, dotarlas y casarlas; esto valía para las niñas de toda condición social” (pág. 77). 

“Para ellas, lo importante era que pudieran reunir parte de los dineros necesarios para sus dotes, es decir, el aprendizaje, trabajo y servicio, no era un fin, sino un medio para llegar al matrimonio” (pág. 312). 

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La investigación nos permite aproximarnos a una época lejana y, para algunos, francamente oscura, pero donde es posible explorar, a través del agudo análisis de la autora, desde los pequeños elementos hasta los más profundos significados culturales. Preguntas así son valiosas: ¿Por qué si eran abandonados, muchos niños y niñas portaban objetos para su protección? ¿Qué significaba la sal y su relación con el bautismo? ¿Qué rol desempeñaban las nodrizas? ¿Qué significaba criar o la lactancia en el imaginario medieval? 

Por ejemplo, en el caso de la leche, esta “cobraba una significación simbólica, pues, como argumenta Ivonne Knibiehler, María, madre de Cristo, no tuvo menstruaciones, se mantuvo virgen y no vivió los dolores del parto. Sin embargo, que el niño Jesús mamara de su pecho era un signo de su humanidad y de una relación afectuosa e íntima”. En este punto, cabe destacar la importancia de la figura de María dentro de la conformación de las subjetividades individuales y en el imaginario occidental entre la Baja Edad Media y el siglo XIX.

Por otro lado, ¿qué ocurría con sus vidas luego de ser desmamados? ¿Qué tipo de enseñanza recibían? ¿A qué se dedicaban? ¿Cuál era el rol que cumplía en esto el Hospital?

Cobra interés la inserción social y laboral de niños y niñas en esta época, cuya significación es compleja desde las actuales discusiones sobre el trabajo infantil. Ya cuando los infantes terminaban su periodo de lactancia a cargo de una nodriza, eran devueltos a la institución hospitalaria, donde la mujer encargada de ellos los preparaba para “un aprendizaje futuro en el exterior”. Ella era, junto a los administradores del Hospital, quienes se contactaban con los receptores, hombres y mujeres que buscaban a un niño o una niña, “ya sea para un servicio, una labor específica o simplemente para que formara parte integrante del entorno familiar”. Para ello asumían promesas, obligaciones y pagos, lo cual no siempre se cumplía. 

“A lo largo de la Edad Media, el crecer y hacerse adulto estuvo en directa relación con el trabajo, pues formaba parte vital del aprendizaje. Como plantea Teresa Vinyoles, era durante la infancia cuando se aprendían los cánones de una sociedad, pues allí se asimilaban los conocimientos, las técnicas y las formas de comportarse, transmitiéndose de una generación a la otra” (pág. 237). 

“Las autoridades y el personal de la Sección de Expósitos del Hospital tuvieron, al igual que otras instituciones que acogían a criaturas abandonadas, dos objetivos principales. Primero, reducir la mortandad infantil, cubriendo todas las necesidades básicas de los pequeños, y, segundo, procurar que los que sobrevivían en los primeros años de vida se integraran en la sociedad. Es por ello que, para el segundo propósito, se implementaron redes significativas, pues se temía que los huérfanos y expósitos, pudieran caer en la mendicidad y estigmatización” (pág. 277). 

“Las personas que recibieron a los menores debieron asumir cuidados y obligaciones para con ellos, aunque no quedaban explícitamente registrados en los documentos. Los ámbitos más visibles fueron las remuneraciones y los tiempos de estadía; los cuidados en la salud y enfermedad; la compra de zapatos y ropas; y, finalmente, la alimentación. Esto significaba que los pagos no solo se traducían en dineros, sino que también involucraba la satisfacción de las necesidades básicas. Además, se establecía una relación dialéctica de entregas mutuas, pues las muchachas y muchachos también debían cooperar en las casas destinadas; si esto no era así, probablemente serían restituidos al Hospital” (pág. 311-312). 

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Este libro funciona, en definitiva, como un doble ejercicio. Por un lado, nos permite observar el pasado; y por otro, observar nuestro presente. Esto es, la realidad de niñas y niños vulnerables en nuestro país, de esos que terminan en instituciones como el SENAME y cuyo derecho es transgredido por el propio Estado. Porque una vida carente de afectos duraderos es una marca o un estigma indeleble. Porque una vida así solo es el reflejo de una sociedad y su historia.  

Pese a que esta investigación se enmarca en un contexto histórico determinado, como lo son los niños y niñas abandonados a las puertas del Hospital de la Santa Creu de Barcelona en el siglo XV, hay una incómoda persistencia de la miseria y del abandono a lo largo de los años, que nos debería hacer reflexionar acerca de lo poco que hemos aprendido. 

Ximena Illanes Zubieta. En manos de otros: infancia y abandono en la Barcelona del siglo XV. Ediciones UC, 2019. 346 páginas. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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