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Neruda, 2019: un “blanqueamiento” impresentable CULTURA|OPINIÓN

Neruda, 2019: un “blanqueamiento” impresentable

Francisco Ramírez
Por : Francisco Ramírez Periodista y escritor
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Tras la divulgación del hecho, el mundo literario, académico y social reaccionó con indignación ante lo se juzgó ineludiblemente como violación (esa, creemos, es la palabra correcta) por parte del poeta Pablo Neruda contra una mujer india sobre la que ejerció todo su poder mientras era cónsul de Chile en Ceylán a comienzos del siglo XX. Cómo se ve, la historia no es nueva; sí lo es el nuevo libro “Los pecados de Neruda”, en el que su autor presenta una singular defensa del vate. “Es un lujo”, nos dice, sobre el autor de “Canto General”. Al respecto, es posible discrepar…


El cuerpo “Artes y Letras” de El Mercurio publicó el domingo 3 de noviembre un artículo titulado “El doble regreso de Neruda: una apología y sus poemas de los años 50”. Como se desprende, el texto aborda dos temas. En primer término, un nuevo libro biográfico (Editorial Lumen, 2019) llamado “Los “Pecados del poeta”, del autor nacional Hernán Loyola. El segundo, una referencia al tercer tomo de “Poesía completa”, publicado por Editorial Seix Barral.

Ambas publicaciones son del todo complementarias: especialmente en los poetas, la asociación entre “vida” y “obra” tiende a ser simbiótica. Yendo más lejos, es muy posible que, aunque no se lo propongan, ésta se deslice en sus versos o escritos. Por cierto, hay un caso más directo aún: cuando se adentran en los singulares laberintos de la autobiografía.

[cita tipo=»destaque»]Otro de los “pecados” del poeta se vincula con su primer matrimonio, el nacimiento de su hija y su posterior alejamiento de ambas. Corría 1930 cuando se casó con la neerlandesa Maryka Antonieta Hagenaar Vogelzang (conocida como “Maruca”). En 1934 vino al mundo Malva Marina Trinidad, con una grave enfermedad a cuestas: la hidrocefalia. Dos años después, Neruda se separó formalmente de Hagenaar, pero su solicitud de divorcio fue rechazada. En marzo de 1943, Malva muere en Gouda (Países Bajos). Tenía 9 años.[/cita]

En estas líneas, nos centraremos en la primera sección del artículo, específicamente por un fenómeno que creemos bastante singular: una voluntad por parte de Loyola de casi expurgar de todo “pecado” -justamente, a eso alude el nombre de la obra- la vida de Neruda o, al menos, de justificarlos con razonamientos bastante insólitos. No ocurre lo mismo con el trabajo del periodista Pedro Pablo Guerrero, un texto justo y en el que siempre está presente una duda razonable respecto a la cuasi “santidad” que se le suele atribuir al autor de “Residencia en la Tierra”. Hay una sospecha esencial en sus líneas, llegando incluso a interpelar directamente a su entrevistado: “(…) el cargo de violador es objetivo”, le confronta.

La alusión no es gratuita. Se enmarca en los once “pecados” del vate que Guerrero enumera siguiendo los contenidos del libro. “Poeta inútil, machista, fabulador, mal marido, mal padre, plagiario, insolente, abandonador, estalinista y burgués”. El listado incluye otra palabra: “violador”.

Sin duda, este último vocablo ha cambiado para siempre la imagen pública de Neruda.

La “inocencia” de los muertos

La génesis de cómo se difundió el caso resulta casi inverosímil. El punto de partida es una escueta, pero minuciosa, descripción por parte del poeta en la que reconoce abiertamente y sin mayor pudor cómo abusó sexualmente de una joven mujer tamil mientras ejercía como cónsul en Ceylán (hoy Sri Lanka). En plena conciencia de que ella era considerada de la casta de los “parias”, es decir, una «intocable» y más aún sabiendo que su función se reducía a “limpiar el baño” del bungalow donde vivía, el poeta ejerció todo su poder al mancillarla, más aún dado su estatus de diplomático en funciones. Los hechos se remontan a 1929, con un Neruda… de 24 años.

Lo insólito es que los hechos estaban ahí, escritos, desde hace décadas en el volumen de memorias “Confieso que he vivido”. El libro fue publicado en 1974 en España… con un poeta que ya yacía bajo tierra (falleció a días del Golpe de Estado del `73). Lo que se infiere directamente es muy simple: nunca tuvo que dar la cara ni la más mínima explicación por este o cualquier otro acto contenido en su escrito. Pero aquí no termina el asunto. Si bien el texto estaba a disposición general -incluso, en tiempos no muy lejanos, era recomendado como lectura escolar- nadie parecía haber reparado en la violación descrita. Eso, hasta hace pocos años cuando comenzó a difundirse por naciones de todo el orbe esta singular narración, la que incluye el siguiente párrafo:

«Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia», se lee en las memorias nerudianas. 

¿Porqué no las publicó en vida? La respuesta parece lógica: los muertos nunca responden por sus actos…

“Apología de Neruda”

Cual Platón inmortalizando a Sócrates, el autor de “Los pecados de Neruda” parece no ver mayor gravedad respecto al asunto. Nadie duda de que su trabajo sobre el poeta pueda ser exhaustivo, pero sus opiniones dejan un sabor muy extraño…

La cita es textual: “Lo que resulta verdaderamente deplorable es que haya gente que no pueda entender que en esas páginas hay una confesión que cumple todos los requisitos de una confesión hecha a un cura católico: hay un reconocimiento sin atenuantes, un arrepentimiento y una determinación de no recaer. (….) ¿Conoces algún reconocimiento público como el que hace Neruda? Yo, ninguno. No digo que se aplauda a Neruda por esto, pero que al menos se le reconozca”.

Verdaderamente insólito. Impresentable.

Primero, porque para quien lea el fragmento completo de Neruda (es fácil de encontrar en la web) no hay el más mínimo “arrepentimiento”, ni tampoco eso de la “voluntad” de no recaer. Las palabras del entonces diplomático son claras: “No se repitió la experiencia”.

Segundo, sólo por el hecho de realizar una confesión a un cura, ello no exime de culpa, en lo más mínimo, a menos claro que el religioso estipule una absolución. Es muy insólito este argumento: implicaría que si Hitler (o en un caso más cercano, Manuel Contreras) fueran a confesarse y dijeran que son unos genocidas psicópatas, para pasar a describir sus crímenes y planes futuros, por la sola enunciación de ello ya estarían “libres” de todo pecado. Injustificable.

Por último, esto del “reconocimiento público”: ¿Qué valor tiene si corresponde a un libro publicado tras la muerte de su autor y más aún cuando ya tenía el Premio Nobel en sus manos desde 1971? En la práctica, ninguno.

Otro de los “pecados” del poeta se vincula con su primer matrimonio, el nacimiento de su hija y su posterior alejamiento de ambas. Corría 1930 cuando se casó con la neerlandesa Maryka Antonieta Hagenaar Vogelzang (conocida como “Maruca”). En 1934 vino al mundo Malva Marina Trinidad, con una grave enfermedad a cuestas: la hidrocefalia. Dos años después, Neruda se separó formalmente de Hagenaar, pero su solicitud de divorcio fue rechazada. En marzo de 1943, Malva muere en Gouda (Países Bajos). Tenía 9 años.

Para el biógrafo (y editor de los cinco tomos de las “Obras Completas” del poeta), tal situación tiene una “explicación” bastante particular.

“Lo que he intentado yo con respecto al Neruda mal padre o mal marido fue mostrar que se encontró ante un dilema verdaderamente terrible: él no abandonó a su hija; se separó de su mujer que es otra cosa”, comenta. Es muy probable que una cita como ésta provoque horror en muchos padres.

También resulta altamente llamativa su afirmación de que los ataques contra Neruda estarían originados en la “mala fe unida a la ignorancia”. Lo de la ponzoña sea, sobre todo en un campo como la Literatura, donde las envidias y rencillas son tan viejas como el pan; lo de la ignorancia es otra cosa, más aún tratándose del autor más universal de Chile, sobre el que existen millones de páginas impresas dedicadas a su vida y obra, por no mencionar el material babilónico de Internet.

“Se condena sin indagar mayormente ni darle voz al acusado. No hay voluntad de comprender al ‘delincuente’; hay una toma de posición previa”, nos explica también Loyola.

Un “lujo” de Chile

En la crónica/entrevista de Guerrero, el autor sostiene que el “pecado mortal” de Neruda fue haber sido abiertamente estalinista. Por cierto, tal postura se iría modificando con los años, en concreto a partir del período del “deshielo” en la Unión Soviética, en donde destacó la denuncia que en 1956 hizo el Secretario General del Partido Comunista, Nikita Jrushchov, de los crímenes registrados durante los 30 años del mandato de Stalin, así como del “culto de la personalidad” que le rodeaba. Curiosamente, sólo tres años antes, en 1953 el autor de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” recibió el por entonces llamado “Premio Stalin de la Paz entre los pueblos” otorgado por la URSS; el que fue bautizado como “Premio Lenin de la Paz entre los pueblos”, tras la “desestalinización” iniciada por Jrushchov. ¿Qué habrá hecho con la medalla honorífica que le otorgaron los soviéticos, tras conocer de esta faceta “desconocida” de Stalin?

Neruda, por cierto, se conmovió con tales revelaciones, aunque “no cambió de partido, sino de poesía”. Fiel a su militancia comunista, fue precandidato del partido para las elecciones presenciales 1969, cediendo finalmente esa nominación a Salvador Allende, quien terminó liderando la Unidad Popular.

De todas formas, ser partidario de Moscú no era mal “negocio” en aquellos años y más de algún beneficio le debió reportar al poeta, en momentos en que la URSS y EE.UU., se disputaban codo a codo la hegemonía mundial, sin ninguna nación que les hiciera contrapeso. Ello, unido a su fama artística internacional, terminó por convertirlo en un personaje casi mitológico de la izquierda mundial.

Por tanto, aquello de sostener que su devoción por la Unión Soviética fue un “pecado mortal” parece a la luz de los años totalmente dudoso; es más, podría pensarse que fue precisamente todo lo contrario.

Finalmente, Loyola aclara que “más allá de ser comunista, Neruda es un lujo de Chile. ¡No lo podemos perder! Es un valor que está más allá de su propia posición política”. El autor (nacido en 1930) fue amigo del poeta. A los buenos amigos, como se sabe, uno tiende a perdonarles todo, pero cuando se escribe una biografía…

Mientras en Chile se desarrollan las protestas masivas más grandes de que se tenga memoria, el INDH recibe a diario nuevas denuncias de violaciones a los Derechos Humanos (más de 2.300 a la fecha), incluyendo muchas detenciones ilegales contra mujeres, adolescentes y niñas.

En 1929, en Ceylán la joven tamil que “se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama” por el cónsul Pablo Neruda y quien “permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. (Y) hacía bien en despreciarme” no contó con el apoyo de ningún Estado ni organismo internacional de Derechos Humanos.

Es bueno no olvidar eso al hablar de los “pecados”… de Neruda.

Francisco Ramírez. Periodista y escritor. Premio “Fondo del Libro” 2018 en la categoría de Literatura/Creación).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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