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Ante la temporada de incendios forestales, científica repara en la deuda de las autoridades: «Son reactivas y no preventivas» CULTURA|CIENCIA

Ante la temporada de incendios forestales, científica repara en la deuda de las autoridades: «Son reactivas y no preventivas»

Marco Fajardo
Por : Marco Fajardo Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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Según la científica Rose Marie Garay, lamentablemente el fuego se esperaba ya desde agosto «y se va intensificando porque, al haber tan bajas precipitaciones, cada vez hay más biomasa seca, hojarasca, arbustos y árboles susceptibles al fuego». «Todos somos actores relevantes en proteger y vigilar nuestro entorno, tener claridad de que si vivimos en lugares apartados, de difícil acceso, los tiempos para recibir ayuda oportuna son mayores, que la demanda por ayuda crece exponencialmente y esa ayuda quizás llegue tarde», advierte.


Durante la tarde de este domingo una enorme columna de humo se podía observar desde distintos puntos de Santiago.  Su origen fue un incendio forestal en el sector El Toyo, en la comuna de Pirque, que obligó a la autoridad a decretar Alerta Amarilla.

Para combatir el siniestro, que en pocas horas consumió más de 80 hectáreas, se requirió de seis brigadas de Conaf, acompañadas por tres helicópteros, un chinook y un avión cisterna, junto con personal de Bomberos de San José de Maipo y Puente Alto.

La seguidilla de incendios forestales se ha constituido, una vez más, en una grave amenaza en el país, en el noviembre más caluroso en diez años, cuando el verano aún no ha comenzado oficialmente.

Este incendio sumado al de la Región de Valparaíso –que incluso ha obligado al cierre de la Ruta 68–, ha dejado al descubierto la falta de política pública al respecto.

Según la científica Rose Marie Garay, lamentablemente el fuego se esperaba ya desde agosto «y se va intensificando porque, al haber tan bajas precipitaciones, cada vez hay más biomasa seca, hojarasca, arbustos y árboles susceptibles al fuego».

La ley pendiente

Garay es profesora de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile y tiene más de tres décadas de especialización en el tema.

Ella señala que actualmente el tema se está abordando por la vía de una mejor planificación y equipamiento para el combate, aumento significativo de presupuesto a Conaf, coordinación entre bomberos y brigadistas, alguna ayuda de las Fuerzas Armadas cuando es necesario, etc.

Sin embargo, está pendiente una ley de incendios forestales, con la intención de definir límites, responsabilidades e involucrados, en pos de disminuir la propagación y proteger la seguridad de las personas. Garay admite que se está recién discutiendo su contenido técnico, mientras se pueden volver a generar grandes daños.

«En el ámbito de prevención hay mucho por hacer. En primer lugar, informar a la población respecto al área donde habita o trabaja, si existe, y en qué magnitud, riesgo de incendios forestales. Si es el caso, lo segundo es comenzar un plan de acción que involucre a todos, tanto comunidad como autoridades, ya que un incendio se torna peligroso cuando se descontrola y es en la alerta temprana donde estamos todos llamados a estar activamente comunicados, vigilantes y guardianes de nuestro entorno», subraya.

Coordinación y normas

La académica Rose Marie Garay destaca que hay ejemplos en otras partes del mundo donde los incendios forestales ya son parte de la cotidianidad.

«También en Chile hay comunidades preparadas, organizadas, que saben que viven en un peligro constante y ya cuentan con algún equipo básico, capacitación y coordinación en un sistema colaborativo con la municipalidad, bomberos y Carabineros, enfrentando un trabajo serio y coordinado en donde el tiempo de reacción, el disponer de agua, así como saber cómo y hasta cuándo es prudente y seguro intentar apagar el fuego sin arriesgarse y sin contar con capacitación y equipamiento para actuar en un primer control, al mismo tiempo de dar aviso oportuno a Conaf y Bomberos», recalca.

En países que han vivido situaciones muy graves de megaincendios forestales ya han reaccionado y tienen normas muy precisas para enfrentar la seguridad, como es el caso australiano y norteamericano, que en palabras simples definen cómo debe ser la coexistencia de bosques y población y las distintas actividades humanas, añade.

Entre otros aspectos, se establece por ejemplo la prohibición de expendio de gasolina o depósitos de materiales combustibles en áreas de riesgo de incendios forestales, puesto que lo primero que ya hicieron fue crear mapas de riesgo y clasificar todo el territorio según el nivel de peligro y daño potencial.

«En Chile hay avances, pero se deben intensificar estos mapas a través de modelos de simulación confiables basados en variables climáticas, vegetacionales, accesibilidad, geomorfología, históricas, entre otras. Erróneamente el tema se ha focalizado en una discusión respecto a la cercanía de plantaciones y comunidades, en circunstancia que es mucho más alta la cifra de población que habita en zonas rurales inmersas o cercanas al bosque nativo, que igualmente se quema, con efectos ecológicos más severos», alerta.

Materiales de construcción

La especialista además enfatiza la importancia del material que se usa en la construcción de las viviendas, donde entre los elementos combustibles se cuentan los plásticos.

«En el caso de las viviendas de madera, hay que hacer una revisión exhaustiva del entorno y tomar una serie de medidas preventivas, con las que se puede disminuir el riesgo», precisa.

Respecto a los materiales de construcción, tanto en Europa como Australia y Norteamérica, donde construyen principalmente con madera, existen normas que obligan a certificar los materiales para construcción y no es posible el empleo de materiales inflamables o de alta toxicidad, aspectos que van siendo más restrictivos en la medida que aumenta la categoría de riesgo del área que se habita, similar al plan de mejoramiento térmico de viviendas, pero para seguridad contra el fuego.

Esto rige para todas las viviendas nuevas, que deben ser construidas con códigos especiales para estas zonas. Las edificaciones más antiguas deben adecuarse a estas normativas.

Sin exigencias

Sin embargo, en Chile no hay ni siquiera advertencia sobre el uso de materiales plásticos cercanos o adyacentes a las construcciones, como algunos de los que habitualmente se están usando en mejoramiento energético de viviendas, ampliaciones, terrazas, pérgolas y quinchos, que pueden ser materiales combustibles, inflamables o tóxicos al combustionar.

Tampoco hay exigencias respecto a la combustibilidad, toxicidad o inflamabilidad de los materiales no estructurales, entonces cortinas, alfombras, pisos flotantes y muchos otros, pueden alimentar el fuego y muchas veces impedir o dificultar el escape, aumentando la opacidad del humo que ya está presente por la combustión de los árboles, causando en bastantes ocasiones muerte por asfixia antes que por quemaduras.

También es necesario advertir sobre la importancia del desempeño de la construcción, es decir, cómo se usan, se mantienen y se protegen. Algunos ejemplos típicos se dan al comparar una casa ordenada y limpia y otra, de iguales características iniciales, pero que al paso del tiempo ha tenido diversas ampliaciones informales e irregulares, así como cuando han acumulado gran cantidad de cosas, materiales, desechos y un sinfín de materiales que aportan a la combustión y a dificultar la evacuación o el acceso de los vehículos de emergencia en caso de fuego.

Otro caso típico es apilar la leña a un costado de las casas, aumentando aún más la carga combustible para el fuego.

Ante estos aspectos, si bien están normados y son los municipios los responsables de velar por el cumplimiento del aseo y ornato, no es una práctica común infraccionar por tal causa a los vecinos en zonas rurales, «pero podría hacerse».

Normas de construcción

Respecto a las normas sobre las características que deben cumplir los materiales de construcción, existen, muchas de las cuales están en la Ordenanza General de Urbanismo y Construcción, la que se va actualizando a través del tiempo, según nuevas necesidades.

«Considero que es el caso, ya que dado el cambio climático es cada vez mayor la intensidad y frecuencia de eventos extremos que pueden desencadenar desastres debido a la vulnerabilidad y fuerte exposición al riesgo en que habitamos los chilenos en la mayor parte del territorio», afirma.

Para la especialista, se requiere considerar nuevas disposiciones pensando en cómo proteger las construcciones cuando el fuego viene desde afuera, ya que las normas actuales regulan frente a la situación en la que el fuego se produce desde adentro.

Experiencia internacional

A nivel internacional, la científica destaca que es relevante comprender que las autoridades de otros países no se basan en exponer a los bosques como responsables de los incendios y, por tanto, limitar su existencia, sobre todo porque ahora con el cambio climático los necesitamos más que nunca, pues son los grandes captadores de carbono y emisores de oxígeno.

«Sin ellos las posibilidades de sobrevivencia, al menos de la civilización que conocemos ahora en el planeta, se ve improbable», recuerda.

Por eso, para ella la solución está en manos de todos y cada uno.

«Todos somos actores relevantes en proteger y vigilar nuestro entorno, tener claridad de que si vivimos en lugares apartados, de difícil acceso, los tiempos para recibir ayuda oportuna son mayores, que la demanda por ayuda crece exponencialmente y esa ayuda quizás llegue tarde», afirma.

«Entonces, si la idea es ocuparnos del tema, tengamos por seguro que encontraremos un camino fértil cuando buscamos ayuda preventivamente para organizarnos, hacer un plan, tanto individual como colectivo, aunque los gobiernos, las leyes y normas tarden más de lo que deberían, ya que son reactivos y no preventivos, aunque todos entendemos que esa fórmula es muchísimo más cara para el Estado y, por tanto, para todos nosotros», añade.

Por ello es que la lección que se aprende es que las personas que han vivido experiencias extremas son las que más se organizan, son las más activas para dar ideas, brindar apoyo y crear conciencia del peligro.

Mitigación preventiva

En cuanto a la prevención, para la científica está claro que la mayor herramienta para evitar los incendios forestales es la mitigación preventiva.

«Hay que hacer un plan: diagnosticar nuestro entorno, localizar las vulnerabilidades, priorizar un plan de mitigación individual si está a su alcance y/o buscar alianzas con vecinos, con el municipio, públicas y privadas, para realizar las mejoras. Un trabajo activo y colaborativo es la clave», dice.

Tan importante como el cuidado de las construcciones, es el cuidado y mantención del entorno inmediato, ya sea en el recambio de ciertas materialidades, cambio de hábitos, provisión de equipamientos básicos como bombas, mangueras y acceso a agua.

Es un tema prioritario el manejo de la vegetación aledaña, «ya que somos responsables de la que está dentro de nuestra propiedad, así como podemos hacer valer nuestro derecho a reclamar judicialmente por protección si se está afectando nuestra seguridad, especialmente si hay vecinos que realizan malas prácticas como acumular basuras, biomasa, realizar quemas, encender fogatas o descuidar peligrosamente su propiedad, lo que vulnera la nuestra».

Además se puede intervenir la vegetación arbórea y arbustiva, realizando rebaja de la carga combustible de forma frecuente, mediante podas.

Especies protegidas

Un caso especial es que, teniendo claro que hay algunas especies protegidas, Conaf puede aconsejar cómo manejarlas, puesto que en casos extremos siempre se privilegiará la seguridad de las personas. Cuando hay árboles encima de las casas, o cuya cercanía es peligrosa, una evaluación preventiva hecha por personas idóneas de Conaf o de los municipios, nos puede guiar para hacer una poda o en casos extremos una extracción autorizada.

Otro aspecto relevante es cuando la vegetación está en contacto con el cableado eléctrico o de telefonía, entonces son las empresas las que tienen obligación, no solo de despejar sino también de retirar del lugar la biomasa extraída, y los vecinos pueden ayudar recordando por escrito al municipio cuáles son los lugares en que aún falta realizar el despeje y ellos gestionarán la acción con las empresas correspondientes.

«Más que el Estado como ente abstracto, el rol preventivo recae en cada ciudadano y en los municipios», concluye. «Y cuando sea necesario escalar, existen los mecanismos formales para conducirlos desde ahí. Por lo que el mayor consejo, para nosotros los ciudadanos, es que nos organicemos, planifiquemos y solicitemos los apoyos que consideremos pertinentes. Como dije, es un trabajo de todos evitar tanto daño», remarca.

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