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«Los Errantes». la novela fragmentaria de Olga Tokarczuk CULTURA

«Los Errantes». la novela fragmentaria de Olga Tokarczuk

Nicolás Bernales
Por : Nicolás Bernales Escritor y columnista literario. Ha publicado el libro de cuentos "La Velocidad del agua" (Ojo Literario 2017), por el cual se adjudicó el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura en el área de creación. En 2023 publicó la novela "La geografia dell` esillio", Edizioni Ensemble. Roma.
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Formada por secciones de diversas longitudes, donde algunas de ellas no alcanzan a sobrepasar la mitad de una pagina. También encontramos que cada tanto se intercalan imágenes. En este caso ilustraciones de distintas épocas. Mapas y planos de ciudades, jardines, océanos y ríos del mundo. ¿Estamos frente a algo nuevo? No. Este tipo de experimentación en las formas existe. Y frente a estos ejercicios automáticamente se activa un sesgo de desconfianza. La defensa del lector busca no ser engañada por el forzado espejismo de lo experimental, del uso de imágenes y el exceso de fragmentación en desmedro de las dificultades creativas y estilísticas que significan la continuidad de una historia bien forjada. Historia que no logran sintetizar tampoco en la contratapa.


La segunda semana de octubre del 2019 se anunció la esperada doble entrega del Premio Nobel de Literatura. Se anunciaron dos elegidos debido a la suspensión del año anterior. Uno de los ganadores resultó ser la escritora polaca Olga Tokarczuk. Coincidentemente editorial Anagrama preparaba la edición en castellano de su novela Los Errantes.

El libro, original del 2007, había sido traducido al inglés con anterioridad obteniendo reconocimientos y premios como el Man Booker Internacional. Poseedora de una basta obra y reconocida en su Polonia natal, nosotros, en el mundo de habla hispana no teníamos mayores referencias sobre Olga Tokarczuk.

En una primera y superficial ojeada se puede concluir estar al frente de una novela de estilo fragmentario. Formada por secciones de diversas longitudes, donde algunas de ellas no alcanzan a sobrepasar la mitad de una pagina. También encontramos que cada tanto se intercalan imágenes. En este caso ilustraciones de distintas épocas. Mapas y planos de ciudades, jardines, océanos y ríos del mundo. ¿Estamos frente a algo nuevo?

No. Este tipo de experimentación en las formas existe. Y frente a estos ejercicios automáticamente se activa un sesgo de desconfianza. La defensa del lector busca no ser engañada por el forzado espejismo de lo experimental, del uso de imágenes y el exceso de fragmentación en desmedro de las dificultades creativas y estilísticas que significan la continuidad de una historia bien forjada. Historias que no logran sintetizar tampoco en la contratapa. Entonces no sabemos bien de que va esto.

«Aquí Estoy» es el titulo que lleva el primer capitulo. El recuerdo del día en que la pequeña niña queda sola en casa donde se destaca el agobio causado por la quietud. «Lo más molesto es la quietud: espesa, visible». Luego al comenzar el segundo capitulo, la protagonista recuerda su primer viaje. Una solitaria caminata, a escondidas de su familia, hacia el río Odra. «Al encaramarme al terraplén de contención, pude ver una cinta oscilante, un camino que serpenteaba hasta mas allá del encuadre. Del mundo». En contraposición a la agobiante quietud inicial, la protagonista experimenta por primera vez la energia generada por el «movimiento». Y es en esta palabra donde comienza a discernirse uno de los temas del libro.

Esas primeras paginas, vívidas imagines de la niñez en la Polonia de finales los años sesentas, son de una belleza atrapante. Frente a esto las vacilaciones del lector se recogen y dejamos que la narradora: una escritora polaca sin nombre, empiece a desplegar su gabinete de curiosidades. Siempre en movimiento. Las va desplegando a través de recuerdos, conversaciones, encuentros en distintos lugares; como aviones, buses, trenes, ferrys, hoteles y aeropuertos. Nos vamos dando cuenta, al recorrer junto a ella extraños museos donde se exhiben anomalías biológicas y organismos humanos conservados en formaldehido, de que la mortalidad del cuerpo es otro de los contenidos centrales de la novela.

Esa energía exploratoria, donde conviven la ficción con la no ficción, es matizada por una observadora aguda, inteligente y culta.

Hay historias basadas en hechos reales como las de Philip Verheyen el anatomista del siglo XVII, que le escribe cartas a su pierna amputada. La del corazón de Chopin, transportado secretamente al interior de un frasco con alcohol entre las enaguas de su hermana Ludwika para un segundo entierro en Polonia. Las cartas de Joséphine Soliman dirigidas a Francisco I de Austria, pidiendo la devolución del cuerpo de su padre, disecado y exhibido en el gabinete de Curiosidades naturales de su Majestad Imperial.

Hay pequeños ejercicios de teoría y observación. Por ejemplo: sobre la búsqueda del punto donde el tiempo y el espacio alcanzan un acuerdo.

Y para dar con ese momento y lugar adecuado es necesario estar en movimiento: «Ahí se puede encontrar un gran amor, la felicidad, un decimo premiado de la lotería o la explicación de un gran misterio que todo el mundo lleva años buscando en vano, o la muerte». Teoriza sobre por que los trenes nocturnos con coche cama son trenes para cobardes. Sobre lo molesto que resulta encontrase con compatriotas en lugares lejanos. Una serie de ingeniosas, eruditas y al mismo tiempo entretenidas digresiones de esta voz que ya se nos hace confiable. La que nos cuenta la historia de la primera guía de viajes, escrita en Polonia a principios del Siglo XVIII por un cura católico que nunca salió de su pueblo natal, para luego confesarnos que su segunda guía es Moby Dick, libro con el que se relaciona en su enciclopedismo.

También están las historias de ficción, de mayor longitud, y donde mejor se aprecia el talento que puede alcanzar la pluma de la escritora.

Kunicki, un hombre polaco busca a su mujer e hijos desaparecidos misteriosamente en una isla en Croacia. Los viajes del doctor Blau a congresos dedicados a la conservación de especímenes médicos, principalmente a la plastinación de tejidos humanos. La historia de Ánnushka, una mujer rusa que se sumerge en la red de metro de Moscú escapando de su hijo enfermo, de su marido, de la estática vida en los suburbios.

En «Zona de Dios», una bióloga polaca vuelve a Varsovia con el fin de prestar ayuda a un agonizante amor de juventud. En Kairos, un catedrático jubilado, experto en todo lo que de Grecia se ha escrito, excavado y dicho. Da conferencias a los pasajeros de un elegante crucero que recorren las islas del país. La mujer del catedrático escruta al publico oyente y reparara en la forma en que los jóvenes siguen al orador en concentrado silencio, y medita sobre estas nuevas generaciones: «He aquí un nuevo tipo de intelecto, pensaba Karen, que no confía en la palabra impresa en libros, en los mejores manuales, artículos, monografías y enciclopedias, intelecto maltratado durante la carrera universitaria y que ahora tiene hipo…….Intelecto racional y discursivo, solitario y estéril. Pero se mueve deprisa, un impulso electrónico brillante, inteligente, sin limitaciones, relacionándolo todo con todo, convencido de que todo junto significa algo, solo que no sabemos qué».

Al finalizar esta novela inclasificable he imposible de resumir, no nos cabe duda de que Olga Tokarczuk es una humanista europea con todas sus letras. Empapada en la tradición del pensador, novelista, ensayista, logra con naturalidad y arte combinar la ficción, la antropología cultural y la memoria. Sabe claramente lo que hace. Y al final el hilo que une cada uno de estos fragmentos que en un comienzo nos parecieron dispersos son las preguntas de siempre. Las que enfrenta el buen arte: el mundo en movimiento, la mortalidad del cuerpo, el significado del hogar y la pertenencia. Es un trabajo que supera la moda o más bien la combina con lo antiguo. Un genuino deseo de retratar el mundo.

Los Errantes. Editorial Anagrama. 386 paginas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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