Publicidad
Delight Lab: Esta luz nunca se apagará CULTURA|OPINIÓN

Delight Lab: Esta luz nunca se apagará

Felipe Cussen
Por : Felipe Cussen Director Magister en Arte, Cultura y Pensamiento Latinoamericanos Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile
Ver Más

En la noche de este martes 19 de mayo, mientras el colectivo Delight Lab realizaba una proyección de la palabra «Humanidad» sobre el Edificio Telefónica, un camión proyectó potentes luces con el objeto de impedir que fuera leída. Como es de público conocimiento, la Intendencia Metropolitana fue la responsable, hace pocos meses, de cubrir con pintura rayados realizados en el marco de las manifestaciones sociales y, además, dañó gravemente el Mural del Paso Bajo Nivel Santa Lucía, declarado Monumento Histórico. Dada esta conducta previa, considero legítimo solicitar formalmente que se responda: 1) si la acción de este camión, durante la cuarentena total que nos rige, fue autorizada por la Intendencia Metropolitana; 2) si la acción de este camión fue organizada y financiada por la Intendencia Metropolitana; 3) si la Intendencia Metropolitana considera que «Humanidad» es una palabra censurable, y por qué.


El 20 de febrero escribí esta carta, que fue publicada en los diarios La Segunda y Las Últimas Noticias:

Quienes intentaron eliminar las imágenes pintadas en los muros del GAM no parecen saber mucho de la historia del arte. En efecto, muchos artistas han recurrido a la borradura o la tachadura para establecer un diálogo con una obra previa y llamar la atención sobre su contenido o su materialidad. El caso más famoso es el dibujo de Willem de Kooning que Robert Rauschenberg le pidió prestado con la expresa intención de borrarlo. Hoy sólo se pueden observar apenas unos rastros que, sin embargo, atraen inmensamente porque nos obligan a imaginar lo ausente. Ésa es la paradoja de la censura, como explica Craig Dworkin: este tipo de intervenciones no hace más que incrementar el poder expresivo de lo que se pretendía eliminar, y subrayan un mensaje que nunca se podrá silenciar.

Rápidamente la prensa difundió que la Intendencia Metropolitana había contratado a la empresa Servicios y Soluciones Creativas e Innovadoras Limitada para la limpieza de fachadas y eliminación de rayados. Hay espacio para discutir el carácter de estos testimonios producidos en el marco del estallido social: para algunos tienen un valor estético innegable y para otros se trata de un documento histórico, mientras que para muchos vecinos es un ataque a los edificios en los que viven. De cualquier modo, esta tensión refleja con mucha precisión la tensión política y expresiva propia de la magnitud del estallido social que hemos vivido. Y, a posteriori, también demostró la torpeza e inutilidad del propósito de la Intendencia, pues no sólo quedaron retratados como censores, sino que además su creativa e innovadora solución incitó a que muchas personas corrieran inmediatamente a fijar nuevamente sus mensajes.

[cita tipo=»destaque»]No me consta que hayan sido ellos o algún otro grupo en particular los responsables, pero en esta ocasión no quise limitarme al alegato en redes sociales, que generalmente sólo consigue volver a convencernos de lo que ya estábamos convencidos, y opté por esta vía burocrática. No sé qué ocurrirá con este reclamo, pues la verdad es que no tengo claro nada de nada durante estos apocalípticos días. Sólo puedo decir que las proyecciones de Delight Lab me han hecho recordar una hermosa canción de The Smiths, “There is a light that never goes out”, que también Mikel Erentxun cantaba en un dudoso cover: “Esta luz nunca se apagará”.[/cita]

En un clima más complejo, todavía, debido a la crisis sanitaria por el Corona Virus, hemos presenciado una escena similar. En este caso, involucra al estudio lumínico audiovisual Delight Lab, dirigido por Andrea Gana y Octavio Gana, quienes llevan más de una década desarrollando proyectos artísticos y culturales muy atractivos y diversos. A partir de los sucesos de octubre, han recurrido a una de las fachadas del edificio de la Telefónica (uno de los más feos de Santiago, y que pertenece a una de las compañías que más nos hace sufrir a sus usuarios), para proyectar, a través de video mapping, una serie de textos breves, como algunos versos de Raúl Zurita. Su trabajo corresponde, por cierto, a una  larga tradición de poetas y artistas que han utilizado el espacio público (paletas publicitarias, anuncios luminosos, rayos láser, etc.) para salir del confinamiento del libro o del museo y ofrecer una experiencia muchas veces sorpresiva e inquietante a quienes deambulan por la ciudad pensando en cualquier cosa. La acción de Delight Lab (en el epicentro de las protestas, pero también en otros lugares del país) ha tenido una gran repercusión pública, no sólo por su impacto visual, sino también porque, como ellos mismos señalan, han querido expresarse “de manera pacífica y silenciosa”.

En los últimos días, sin embargo, este colectivo ha recibido diversos ataques, como el hackeo de su cuenta en Instagram. La situación se agravó este lunes cuando proyectaron la palabra “Hambre” y sufrieron amenazas personales y la difusión de sus datos privados. Hubo, además, fuertes reproches de políticos de derecha que consideraban que se trataba de una acción concertada y planificada para exacerbar las protestas ante la falta de alimento. Uno de los más enojados fue Diego Schalper, cotidiano invitado de piedra en nuestras pantallas matinales, quien escribió en twitter: “Todo muy espontáneo: ‘Proyectan hambre en edificio Telefónica’. Tenemos desafío titánico y compatriotas pasándolo muy mal. Algunos en vez de aportar, prefieren agrandar el problema para ponerlo al servicio de su ideología y agenda política, violencia incluida. Miserables”. Si el diputado, antes de sobrerreacionar, se hubiera preocupado por leer un poco más que la sola palabra “hambre”, no le hubiera costado darse cuenta que aquí no había ninguna planificación especial (pues el colectivo ya había realizado este tipo de proyecciones muchas veces), y que su objetivo, como está escrito en la bajada de la imagen en Instagram, no respondía a a ningún interés partidista: “Hacemos el llamado a que se agilicen las medidas de ayuda en los hogares del país para que no tengan que salir las personas a manifestarse y exponerse en cuarentena”. A continuación compartían un link de Súbela Radio con distintas iniciativas para ayudar a distribuir alimentos. Esto fue lo que le pareció miserable a Diego Schalper.

Este martes, como ya es conocido, Delight Lab repitió su acción pero un camión protegido por Carabineros proyectó focos blancos sobre el edificio, que borraban el texto. Hubo, por supuesto, muchas discusiones en redes sociales. Muchos aludían al carácter artístico del trabajo de esta obra, como si eso le diera una especie de superioridad moral o aura mágica. Personalmente, ese argumento tan esencialista no me interesa mucho, pues creo que precisamente su valor radica en el modo en que aquí se conjuga un propósito estético con estrategias y tecnologías frecuentes en la publicidad  (“publicitario”, en este caso, no lo considero un defecto sino una virtud), y un mensaje político muy potente gracias a su concisión. Es más, lo realizado por los hermanos Gana me ha llevado a valorar de otra manera una serie de prácticas similares que, muchas veces, me hacían arriscar la nariz desde mi postura demasiado purista. Es justamente por esa energía que tiene la que ha provocado tanto a quienes están más preocupados de reprimir que de colaborar. Me enojó mucho, por eso, el acto de censura que habían sufrido, que me recordaba demasiado a los ocurridos en febrero. Fue por ello que, en un acto que no sé si es de optimismo o ingenuidad, esa madrugada realicé este reclamo por ley de Transparencia a la Intendencia Metropolitana:

En la noche de este martes 19 de mayo, mientras el colectivo Delight Lab realizaba una proyección de la palabra «Humanidad» sobre el Edificio Telefónica, un camión proyectó potentes luces con el objeto de impedir que fuera leída. Como es de público conocimiento, la Intendencia Metropolitana fue la responsable, hace pocos meses, de cubrir con pintura rayados realizados en el marco de las manifestaciones sociales y, además, dañó gravemente el Mural del Paso Bajo Nivel Santa Lucía, declarado Monumento Histórico. Dada esta conducta previa, considero legítimo solicitar formalmente que se responda: 1) si la acción de este camión, durante la cuarentena total que nos rige, fue autorizada por la Intendencia Metropolitana; 2) si la acción de este camión fue organizada y financiada por la Intendencia Metropolitana; 3) si la Intendencia Metropolitana considera que «Humanidad» es una palabra censurable, y por qué.

No me consta que hayan sido ellos o algún otro grupo en particular los responsables, pero en esta ocasión no quise limitarme al alegato en redes sociales, que generalmente sólo consigue volver a convencernos de lo que ya estábamos convencidos, y opté por esta vía burocrática. No sé qué ocurrirá con este reclamo, pues la verdad es que no tengo claro nada de nada durante estos apocalípticos días. Sólo puedo decir que las proyecciones de Delight Lab me han hecho recordar una hermosa canción de The Smiths, “There is a light that never goes out”, que también Mikel Erentxun cantaba en un dudoso cover: “Esta luz nunca se apagará”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias