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La gran importancia de las artes y las humanidades hoy y su peligro de extinción CULTURA|OPINIÓN

La gran importancia de las artes y las humanidades hoy y su peligro de extinción

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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La fuerza de un retorno humanista y poético a todas las esferas de la vida es imprescindible en la construcción de un o unos nuevos mundos, si es que pretendemos “continuar aquí” de las formas más sanas posibles. La reflexión y sensibilidad en el pensar, actuar y crear, integrado a las costumbres técnicas y científicas -conviviendo con ellas- tiene una urgencia invisible para poblaciones y generaciones de herencia liberal, pero nos encontramos en momentos de inflexión, y el cambio de época o de era depende de nosotros y nosotras.


La mayoría de las perspectivas serias, con respecto al origen de la actual pandemia, plantean una suma de factores que provocaron (y han hecho posibles otras anteriores) la enfermedad de forma zoonótica. En base a esto, y también desde perspectivas serias, la aceleración y mutación de las enfermedades zoonóticas serían causadas por los aceleradas alteraciones y cambios de los ecosistemas, provocados, también, por la acelerada velocidad del progreso. Incomode o no, el progreso técnico-científico, productivista, eficientista, competitivo, etc., que vivimos a escala global (a pesar de las grandes diferencias en las brechas de acceso de diferentes países y territorios) no es una superación de las producciones y de los logros científicos y técnicos de siglos atrás. Lo que vivimos hoy es parte consustancial del principio modernista de las viejas escuelas no superadas de la ilustración, el pensamiento iluminista y positivista. De hecho, el principio viene del renacimiento cuando los primeros logros de reproducción y tecnificación pudieron usarse como rentabilidad competitiva en un mercado de diferencias en los productos. Pero es en el iluminismo cuando se solidifica en tanto ideología.

El capitalismo, y su correlato más duro neoliberal, es hijo directo de lo antes señalado. Nuestras crisis mundiales, muchos antes del terrible ejemplo de esta pandemia, se han generado a partir de una ciega carrera por alcanzar lo inalcanzable en materia de competencias. Detenerse era (y sigue siéndolo) fracasar. En este proceso, los estudios, investigaciones, cuestionamientos y producciones humanistas y artísticas comenzaron a ser una especie de estorbo para la normalización de las razones instrumentales que debían avanzar lo más velozmente posible, sin reflexión sobre las consecuencias. Ese es, justamente, el problema que trae a colación las humanidades y las artes: reflexionar profunda y críticamente qué es lo que estamos haciendo, ¿quienes somos en medio de una naturalización salvaje de competencias de unos contra otros? Esto último, sobre todo cuando los mayores beneficios de esta carrera la han obtenido una cantidad muy pequeña de la población del mundo. Pero, aunque hubiera sido obtenida por la mayoría no hubiera dejado de ser un problema, y quizá peor en términos planetarios.

Es en este escenario donde podríamos explicar el por qué las “disciplinas” que menciono no son consideradas en serio en el debate de los problemas y soluciones mas serios que pueden vivir la mayoría de las naciones. La perspectiva inter o transdiciplinar en la política chilena, por ejemplo, es solo una anécdota que no se lleva a la práctica. Un ejemplo se puede ver en las importantes decisiones que se toman en la actual coyuntura con respecto a la salud y la economía. Estas mesas las integran “expertos” o especialistas en las áreas disciplinares de la herencia de la especialización ilustrada que mencionaba antes, la cual no ha cambiado, solo se ha robustecido. Para este tipo de agencias, filósofos, intelectuales, artistas no tienen sentido de ser en la base de estos problemas. La “grandeza” de la tecnicidad del mundo a relegado estas disciplinas, pues una integración real de ellas a la discusión país, o discusión mundo, pone en riesgo el propio sistema, el cual, aún, se intentará mantener lo más posible, a pesar que cada vez más nos muestra su exponencial declive y los terribles costos para todos.

La fuerza de un retorno humanista y poético a todas las esferas de la vida es imprescindible en la construcción de un o unos nuevos mundos, si es que pretendemos “continuar aquí” de las formas más sanas posibles. La reflexión y sensibilidad en el pensar, actuar y crear, integrado a las costumbres técnicas y científicas -conviviendo con ellas- tiene una urgencia invisible para poblaciones y generaciones de herencia liberal, pero nos encontramos en momentos de inflexión, y el cambio de época o de era depende de nosotros y nosotras.

Considérese que las actuales posiciones mentales de época instrumental son consecuencia de una consolidación política/filosófica de los siglos XVIII y XIX mencionados antes. Si reconocemos la importancia de esto, aun cuando tengamos (sin darnos cuenta muchas veces) este tipo de herencia, podemos contribuir, de forma “real”, a que las ciencias, los trabajos técnicos, la economía, la política, y muchos etcéteras, sean estudios y disciplinas que se reflexionen y vivan humanista y poéticamente. Imaginen: la potencia creadora artística y la reflexión humanista, incidiendo, día a día, en todas las decisiones cotidianas, políticas y científicas. Si esto socavara, más rápidamente, los modelos del sistema actual, sería parte de un proceso necesario para una subsistencia humanitaria, si es que podremos seguir llamándola así una vez integrada “seriamente” a todas las condiciones de la vida en nuestra existencia.           

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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