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Chris Offutt y la ferocidad de la vida rural CULTURA|OPINIÓN

Chris Offutt y la ferocidad de la vida rural

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Sergio Sepúlveda A.
Por : Sergio Sepúlveda A. Sergio Sepúlveda A. Profesor Escritura Creativa PUCV. Escritor.
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El escritor norteamericano revela en “Kentucky Seco” (Sajalín, 2019) la salvaje y despiadada realidad de una localidad minera desaparecida de Estados Unidos. A través de los nueve relatos que componen su ópera prima, conocemos a hombres y mujeres que soportan estoicamente las condiciones más adversas para sobrevivir. El menosprecio de lo intelectual por sobre lo físico se convierten en una huella sobre los instintos animales reprimidos y nos muestra un mundo que creíamos, falsamente, desaparecido bajo el manto de la tecnología, las supuestas buenas costumbres de la ciudad y el narcisismo posmoderno.


Algunos pueblos aparecen y desaparecen por la necesidad de una región determinada. Nacen en mitad de la nada, las casas se levantan en medio de bosques tupidos y sus habitantes luchan contra la naturaleza indomable de un territorio no conquistado. Esta belleza y dureza es el mundo donde se desarrolla “Kentucky Seco” (Sajalín, 2019), debut literario de Chris Offutt (Estados Unidos, 1958) y que nos muestra a través de nueve relatos, publicados en inglés en 1992, la vida de un poblado sin nombre de los montes Apalache, donde vemos a hombres y mujeres enfrentados a la áspera realidad de una vida rural indómita.

Por las páginas de “Kentucky Seco” —nombre que refiere al whisky destilado antiguamente de manera clandestina en el sur de los Estados Unidos— vemos una realidad representada por personas que prefieren la compañía de los bosques a las personas, que ponen lo físico por sobre intelectual y que viven el día a día bajo la ley del más fuerte. En muchos casos son gente analfabeta, sin empleo, albañiles testarudos, hijos sin padres y sin mayores oportunidades que las que entrega ese paraje tan bello como ruin.

Los relatos del libro, escritos con una inusual maestría, se desarrollan en una localidad sin nombre muy similar a Haldeman, una pequeña población minera desaparecida en la que Chris Offutt vivió en su infancia y su juventud. Representa en toda su magnitud a esos pueblos ignorados y dejados al arbitrio de su propio desarrollo. Son poblados que salen en la TV o en las noticias cuando hay asesinatos y desgracias, y forman parte de un mundo que, en muchas ocasiones, es denostado, caricaturizado y satirizado por la vida citadina y por los habitantes de las grandes ciudades que ven en estos pueblos poco “sofisticados” un retroceso intelectual o, simplemente, los contemplan como un paraje vacacional “exótico” y “espiritual” para “conectarse” con la naturaleza.

El lado oscuro del sueño americano

Es posible que “Kentucky Seco” comparta un sitial importante con “Manual para las mujeres de la limpieza” de Lucía Berlín y con “Knockemstiff” de Donald Ray Pollock. Los tres libros —con su propio estilo y búsqueda— retratan los verdaderos suburbios de los países, que no necesariamente corresponden a la periferia de las capitales, sino los pueblos con caminos de tierra, a las personas con empleos deficientes, a los que no tienen escapatoria y a los que se habitúan tanto a la derrota que ven en la victoria algo inútil y sin sentido.

El mismo Offutt fue parte de ese callejón incierto donde no entran los supuestos ganadores. Viajó por todo el país haciendo dedo y trabajó en decenas de empleos mal remunerados. Estaba destinado, quizás, a la faena de esclavo moderno, a ser jornalero, un oficinista del montón o en el mejor de los casos a ser un empleado público de esos que siempre están enojados y frustrados. No obstante, en un momento de cordura —tan difícil de tener cuando el dinero escasea— ingresó a la escuela de escritura creativa de la Universidad de Iowa. Allí se encontró con el escritor James Salter (“La última noche”) que lo animó constantemente a preservar su estilo y a culminar “Kentucky Seco”.

Sus personajes nos conmueven a pesar de la infamia que los rodea, porque somos testigos de sus vidas anónimas y la manera en que se diluyen lentamente en un pueblo estancado en tardes de viento y lluvia. Chris Offutt hace patente que la bondad solo es posible en la presencia de lo abyecto y nos muestra el Estados Unidos más profundo y complejo, donde conviven rednecks, campesinos, alcohólicos, drogadictos y una serie de personas que configuran el lado oscuro del sueño americano.

Uno termina el libro con cierta incomodidad, porque el autor nos obliga a mirar nuestra parte más animal, esa que no teme a las represarías éticas y morales, y a ese lugar de libertad suprema donde solo la naturaleza guía las leyes. Y más detenidamente, “Kentucky Seco” nos habla sobre la dignidad de los desdichados, de los ignorantes, de los bastardos, de los iletrados, de los perdedores que no temen serlo y de aquellos que viven al margen de la sociedad. Chris Offutt lo dice de manera conmovedora en el epílogo, como si a la vez, quisiera darnos una lección de vida «brindar un libro a la gente de casa… en el que los lectores de las montañas pudiesen por fin reconocer su cultura sobre el papel, con un lenguaje que pudiesen entender, sin condescendencia».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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