Publicidad
Crítica libro: «El Museo de la Bruma», Chile espeluznante CULTURA|OPINIÓN

Crítica libro: «El Museo de la Bruma», Chile espeluznante

Gonzalo Schwenke
Por : Gonzalo Schwenke Profesor y crítico literario
Ver Más

La presente novela artefacto emula a la monumental obra de La Nueva Novela de Juan Luis Martínez, trabaja con una estructura aleatoria tipo capítulos de Rayuela de Julio Cortázar o los esquemas similares a la segunda parte de la portentosa novela los detectives salvajes de Roberto Bolaño y en la reconstitución de escenarios, en los “cuatro cantos funerarios” del poemario Reducciones de Jaime Huenún.


El Museo de la Bruma (Laurel, 2019) es la novela-artefacto del escritor Galo Ghigliotto (Valdivia, 1977) que reconstruye una colección histórica de grandes terratenientes europeos hacendados en la zona de la Patagonia. Este museo ubicado en Punta Arenas, fue construido en 1945 y quemado en el 2014. Estaba dividido en tres salas que mostraban las biografías de Julio Popper, un aventurero en busca de oro; Standartenführer Walter Rauff, ciudadano magallánico; y Bruce Chatwin, fabulador, explorador y mitógrafo británico, junto a A. P. Millard investigador de lo extraño, viajero del mundo y coleccionista de rarezas.

[cita tipo=»destaque»]El blanqueamiento de las narrativas históricas en consecuencia de una identidad geográfica que se ubica como herramienta de anulación para las memorias. Y es que, el problema no es que exista y que se rescate, sino la capacidad de intervención para resituar el horror hegemónico. Pues nada más tóxico que una Nación incapaz de reconocer y juzgar lo espeluznante. En Chile, esta situación tiene formas discursivas que son localizables y el olvido suele ser un síntoma del alarde de impunidad.[/cita]

Aquí, aparece un trabajo curatorial en la que Ghigliotto trabaja con distintos registros, piezas rastreadas y recuperadas, que dan cuenta de una historia tachada. En tanto, el narrador se anula, emergiendo una voz colectiva que describe el estrago de la supremacía racial, de clase y de países que se dedican a construir efímeras riquezas a costa de esqueletos.

El blanqueamiento de las narrativas históricas en consecuencia de una identidad geográfica que se ubica como herramienta de anulación para las memorias. Y es que, el problema no es que exista y que se rescate, sino la capacidad de intervención para resituar el horror hegemónico. Pues nada más tóxico que una Nación incapaz de reconocer y juzgar lo espeluznante. En Chile, esta situación tiene formas discursivas que son localizables y el olvido suele ser un síntoma del alarde de impunidad.

La presente novela artefacto emula a la monumental obra de La Nueva Novela de Juan Luis Martínez, trabaja con una estructura aleatoria tipo capítulos de Rayuela de Julio Cortázar o los esquemas similares a la segunda parte de la portentosa novela los detectives salvajes de Roberto Bolaño y en la reconstitución de escenarios, en los “cuatro cantos funerarios” del poemario Reducciones de Jaime Huenún.

De hecho, realidad y ficción se sitúan como elementos complementarios, no siendo antagonistas. Porque la reconstrucción de este Museo de la Bruma ha sido parte de investigación desde cartas como el niño Selk’nam (pieza n°9 ), Gauguin (pieza n° 224), Otto Bismarck, pinturas o lienzos, fotografías como la aborrecible pieza N°98 “un atleta fueguino” (1887) o la de niños selk’nam esquilando ovejas, distintos testimonios, memorándum de la CIA sobre el probable asesoramiento de Walter Rauff a la DINA en Isla Dawson (Pieza n° 11), rayados callejeros, facturas por la compra de huesos indígena por parte del Museo Británico, archivos varios, registros alimenticios de expediciones de Julius Popper, defunciones de indios en la Misión San Rafael, dientes de oro, recortes de periódicos, sumarios judiciales, las referencias a otros libros como la recopilación de la periodista y escritora Virginia Vidal sobre Francisco Coloane quien comenta sobre los funerales de Rauff con la ilustre visita del escritor que lo despide con ilustres saludos nazis, entre otros documentos. Uno de los elementos clave es la capacidad de abrir el libro en cualquier segmento, el tono es trágico, a veces fantasmagórico, lleno de mitos y leyendas donde el hilo conductor se va entretejiendo en las voces y herramientas exhibidas.

El Museo de la Bruma refleja cuan enraizada está la impunidad y que, probablemente está desde la formación de la República. Entonces, cuando hablamos de “esos otros tiempos” es precisamente la incapacidad de asimilación y de empatía sobre los crímenes en que está cimentado el país y continúa produciendo desde las instituciones. Por último, esta soberbia novela representa la reconstitución de escena sobre una historia chilena –porque la patria no existe sino vende– que cambia de piel pero siempre se está comiendo la cola.

El Museo de la Bruma. Galo Ghigliotto. Laurel ediciones, 2019, 303 páginas.

Gonzalo Schwenke. Crítico literario.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias