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Fantasía y política en libro “Capuchita negra” de Alejandra del Río CULTURA|OPINIÓN

Fantasía y política en libro “Capuchita negra” de Alejandra del Río

Ramiro Villarroel Cifuentes
Por : Ramiro Villarroel Cifuentes Poeta, escritor y productor ejecutivo para cine y TV. Vive y trabaja en Temuco.
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Podemos apreciar un trabajo profundo sobre la memoria pasada y presente, la genealogía biológica y literaria, la violencia, la muerte, el terror y por supuesto la dimensión política, cuya pátina le otorga una espesura y enriquecedora complejidad, que también es una poesía a la vez personal y colectiva. 


La última entrega de Alejandra del Río (Santiago de Chile, 1972) llamada “Capuchita negra” se hermana con textos contemporáneos de la poesía política chilena como son los de Jaime Pinos, Guillermo Riedemann, Fanny Campos Espinoza o Carlos Soto Román, entre otros, que esgrimen una poesía que registra el acontecer de un momento o momentos que configuran una realidad, criticándola o cuestionándola, en la mayoría de los casos citados utilizando la observación directa de los hechos o la documentación de los mismos para expresarlos como materia poética.

 La cuestión de los títulos de los poemas podemos entender que aluden, más allá de su contenido, a aspectos y componentes de la dictadura y la resistencia, alternadamente, que al día de hoy se mantienen vigentes como vigas de sostén de sentidos actuales como “Jornada de Protestas”, “Ficha a cara descubierta”, “Casa de seguridad”, “Descolgada”, “Sombra de militante”, “Memoria obstinada”, “Vía armada” o “Violencia revolucionaria”, entre muchos otros, títulos que nos entregan la información necesaria para decir que estamos frente a un libro en el género de la poesía política.

[cita tipo=»destaque»]La deformación que va desde un cuento para niños y un poema como el de Gabriela Mistral como “Caperucita roja”, el cual se opera para llevarlo hasta “Capuchita negra”, también es un gesto politizador de, podríamos decir, la protagonista de este libro de poesía, que es Capuchita -porque este libro, como bien dice en la contraportada, “se trata de un conjunto de poemas que pueden ser leídos bajo el mismo arco de  una novela”, destacando así su dimensión narrativa.[/cita]

En el caso, sin embargo, de este nuevo libro de Alejandra, ella explora lo político en otro sentido, que encuentra su base en una lectura de Gabriela Mistral, lectura que se proyecta en este libro que aborda tanto la dictadura como la posdictadura y la actual dictadura neoliberal en que nos encontramos, que es la versión business de la dictadura militar, la parte de los cómplices civiles de la misma, podríamos decir; es ese marco temporal y de acontecimientos el que aborda este libro contado, cantado en una clave fabulosa. Otra cuestión que podemos destacar en este mismo sentido es que al hacer el ejercicio de relacionar su título “Capuchita negra”, con el título del poema de la Mistral llamado “Caperucita roja” y cuyo último verso “y ha exprimido como una cereza el corazón”, que sirve de epigrama al poema “Abuso de poder” de Alejandra: “Deja las tartaletas/ y ven a entibiarme el lecho/ no te demores con la canasta/ prefiero lo que llevas dentro/ déjate solo la capucha/ que el resto se lo lleve el viento/ ven a entibiarme el lecho” (p.71), ubica a Alejandra del Río como una autora que se remite a la más profunda de las poetas en lengua castellana del siglo XX y lo proyecta mediante su prisma. 

La deformación que va desde un cuento para niños y un poema como el de Gabriela Mistral como “Caperucita roja”, el cual se opera para llevarlo hasta “Capuchita negra”, también es un gesto politizador de, podríamos decir, la protagonista de este libro de poesía, que es Capuchita -porque este libro, como bien dice en la contraportada, “se trata de un conjunto de poemas que pueden ser leídos bajo el mismo arco de  una novela”, destacando así su dimensión narrativa. Así estas imágenes de Caperucita y Capuchita terminan por fundirse, las que terminan en una búsqueda común, si atendemos a la cita que hace Bruno Bettelheim en su conocido “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” de 1975, donde dice que “Tolkien afirma que los aspectos imprescindibles en un cuento de hadas son fantasía, superación, huida y alivio; superación de un profundo desespero, huida de un enorme peligro y, sobre todo, alivio” (P.174, op. cit.), lo que significa que hay terror, pánico, desesperación y miedo ante la amenaza, pero de lo cual este personaje puede escapar, en este caso, justamente, gracias al poder de la palabra, la escritura, la poesía. Según el mismo Bruno Bettelheim “los cuentos de hadas, a diferencia de cualquier otra forma de literatura, llevan al niño a descubrir su identidad y vocación, sugiriéndole, también, qué experiencias necesita para desarrollar su carácter” (p.27, op. cit.), cosa que podemos leer en varios de los poemas de este libro. Por ejemplo en el poema “Operación retorno”: “De la mano de la mama/ va la niña aferrada a su cuaderno/ mientras bajan del avión (…)/ Cuando pisan territorio desconocido/ las letras del cuaderno se desparraman (…)/ Es invierno y falta mucho/ para que empiece a amanecer” (p.29), o en el poema “Vía armada”: “Un cuaderno es el arma que lleva escondida/ un código secreto/ es poesía, dijo la mama/ lenguaje que nadie entiende” (p.41), o más adelante en el poema “Del cuaderno de Capuchita”: “No sé cómo llegó esta cartera a mis manos, pero sé que es mágica. La ocupo para guardar cosas sobrenaturales. Lo sobrenatural me protege … Contenido de la cartera:/ una goma mágica para borrar lo malo/ un lápiz para dibujar lo bueno/ una libreta para anotar sueños y poemas/ castañas recogidas en el bosque/ (guardan secretos por descifrar)/ el espejo chico que me hace bonita/ salero mágico con polvo mágico para abrillantar lo opaco/ (alas molidas de polillas nocturnas)/ una tarjeta pintada de verde para relajarme mirándola/ la piedra que me habló en la calle/ (nunca más me ha vuelto a hablar)/ mi silbato para llamar duendes … Guardo mi cartera bajo la cama, nadie puede verla o tomar mis cosas mágicas. Son mías, para mí. Yo misma las he dotado de poder y yo soy la única que sabe para qué sirven. Está prohibido hablar de ellas.// Año 1982, ninguna precaución es poca” (p.93). Inclusive más adelante podemos leer en el poema “Árbol de la fe”: “la abuela creyó en el fascismo/ la mama creyó en el comunismo/ la hija en su cuaderno” (p.121). Como podemos ver, los factores cuaderno/poesía, íntimamente relacionadas, aparecen como los instrumentos/dimensiones que proveen del alivio a Capuchita. 

Son muchos otros los aspectos que este libro surca y profundiza, como la cuestión de la genealogía de la voz poética, cuestión que es tratada desde el primer poema llamado “Convocatoria”: “Árbol genealógico/ tus plagas fumigaré” (P.11); o en el poema “Jornada de protesta”:y fui a la marcha/ tal como mi abuela” (p.21); o en el poema “Ultrona”: “La abuela invirtió el orden de las cosas/ repetía que en lo oscuro había una luz pequeña/ parecida a un poema” (p.104), versos también de claro lihnaje; o en el poema “Memoria obstinada”: “Abuela tiene un jardín/ donde florece la memoria” (p.94);  o como también podemos leer en el poema, podríamos decir hermoso, austero y definitivo “Palabras cardinales”:Tú, él/ y en medio yo/ un triángulo sencillo/ conformado por un abrazo/ de palabras cardinales:/ madre, hija y padre” (p.129). 

Si bien es cierto que podemos encontrar en este libro de Alejandra del Río sólidas relaciones con la poesía de la Mistral y otros autores chilenos como Teillier, en la cuestión de la infancia, que es el verdadero paraíso perdido de la poesía lárica; o Lihn, en su metapoética, también podemos apreciar un trabajo profundo sobre la memoria pasada y presente, la genealogía biológica y literaria, la violencia, la muerte, el terror y por su puesto la dimensión política, cuya pátina le otorga una espesura y enriquecedora complejidad, que también es una poesía a la vez personal y colectiva. 

Por último, destacar el vaticinio y la calzadura de este libro de inaudita actualidad, como versa el poema “Maldición del reformista”: “Malditos los que entregaron al compañero para ser retirado/ los que desdijeron su discurso y corrieron a esconderse/ los que vendieron el bosque/ sean ustedes malditos/ los que bloquearon las anchas alamedas con publicidad/ los que pactaron para traicionar a la aldea/ los que se integraron al lumpen de las sombras/ malditos sean y también/ los que pisotearon/ ideales con su avaricia/ maldito el enemigo encubierto en piel de lobo/ los que se dieron vuelta la chaqueta/ sean malditos por siempre” (p126). 

“Capuchita Negra”, Alejandra del Río, Editorial Aparte, octubre de 2019, 131 páginas. 

Ramiro Villarroel Cifuentes. Escritor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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