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Las artes como patrimonio en una constitución  CULTURA|OPINIÓN

Las artes como patrimonio en una constitución 

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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La cultura y las artes deben ser muy cuidadas, pues estas no viven por sí solas, pueden decaer e incluso perecer dada las circunstancias. En el estado actual de cosas es imperativo fortalecerlas dándoles la gran importancia que poseen en la construcción de realidades e irrealidades, las cuales conforman todo lo que somos.


Cuando, quienes estudiamos los temas relacionados a la cultura y las artes nos referimos a estas, considero que debemos ser “majaderos” en la insistencia de la gran importancia que tiene para una cultura a mediano y largo plazo. En Chile, las formaciones y educaciones tecno-eficientistas han creado un cierto imaginario de liviandad y/o romanticismo cuando hay que referirse o enfrentarse a ellas. Una persona con cierta cultura media considera la importancia de esto, pero no le da el real peso que tiene. 

Los pactos sociales, las transformaciones sociales, políticas, tecnológicas y científicas llevan una carga de subjetivación epocal que no se puede discutir desde la década de los 90 en el mundo, pues es en ese período cuando las ciencias experimentales (es decir, las que van a la punta de la búsqueda de lo desconocido) integran, deliberadamente, las ficcionalizaciones en sus modelos, o sea, integran teorías de “inexistencia” que vinculan los modelos con la literatura, las artes, el juego teatral, etc. En este proceso se van descartando algunas de estas integraciones cuando el modelo ya no lo requiere, pero se integran otras en la medida de nuevos avances en el descubrimiento. En los modelos experimentales de la ciencia de la computación  también hay modelizaciones que toman prestado entes “inexistentes”, sobre todo para problemas en los avances de la inteligencia artificial y los experimentos sobre la singularidad. La individualización (o individuación en filosofía), en este caso, nos muestra que las distintas variaciones de ejecuciones experimentales nunca han estado separadas de las creaciones de subjetividad extrema: las artes.

[cita tipo=»destaque»]Sería muy interesante considerar a las artes y sus manifestaciones como un bien patrimonial, partiendo como un derecho a ello. Esto último antes de considerar los problemas de autoría o concesión, pues el derecho patrimonial corresponde al tipo de derecho subjetivo que debiese anteceder a los problemas sobre las economías vinculadas a la autoridad sobre ciertas obras u otras. Un derecho patrimonial en las artes vincularía, de alguna forma, los problemas de propiedad y a la vez los que corresponden a un bien público nacional en este caso. Se requiere una protección inquebrantable para crear un piso fuerte en lo que respecta a la creatividad de una nación, la cual, repito, ya sabemos que en todos los campos de la vida incide y repercute, aun cuando no se perciba.[/cita]

Si hoy también sabemos que la tecnología y las ciencias cambian la percepción de cosmos de los contemporáneos a ellas (y de quienes vendrán), tenemos la evidencia de que los campos políticos y sociales siempre responden, de una forma u otra, al “espíritu” de época que les corresponde. Todas estas cuestiones son muy extensas (y muchas veces complejas) de mostrar en una breve columna, pero son cosas que están ocurriendo en nuestro mundo. Quizá uno de los principios, desde la filosofía, pueda tomarse desde el realismo especulativo, pensando este como una integración efectiva del ser humano y el no humano como una unidad de individuación conjunta, inseparable cultural y naturalmente. 

La cultura y las artes deben ser muy cuidadas, pues estas no viven por sí solas, pueden decaer e incluso perecer dada las circunstancias. En el estado actual de cosas es imperativo fortalecerlas dándoles la gran importancia que poseen en la construcción de realidades e irrealidades, las cuales conforman todo lo que somos. Al final del día todos y todas buscamos esa profunda emoción inexplicable, ese enigma que nunca responderemos con la razón. Cuando esa búsqueda se debilita o se apaga, una cultura entera corre el riesgo de precarizarse. En Chile tenemos un gran desafío y una gran deuda con el tema. Considero que la conjunción entre educación-cultura-arte serían las transformadoras y salvaguardadoras de una rica sociedad culta y sensible.

Sería muy interesante considerar a las artes y sus manifestaciones como un bien patrimonial, partiendo como un derecho a ello. Esto último antes de considerar los problemas de autoría o concesión, pues el derecho patrimonial corresponde al tipo de derecho subjetivo que debiese anteceder a los problemas sobre las economías vinculadas a la autoridad sobre ciertas obras u otras. Un derecho patrimonial en las artes vincularía, de alguna forma, los problemas de propiedad y a la vez los que corresponden a un bien público nacional en este caso. Se requiere una protección inquebrantable para crear un piso fuerte en lo que respecta a la creatividad de una nación, la cual, repito, ya sabemos que en todos los campos de la vida incide y repercute, aun cuando no se perciba. Un resguardo de derecho patrimonial nacional contribuiría a elevar los niveles científicos, tecnológicos, sociales y políticos, pues ninguno de ellos están exentos de su influencia; están en el cuerpo mismo de ellos en tanto individuación colectiva: en lo social y político no puede separarse de las decisiones afectivas y/o temperamentales; en la ciencia y tecnología se encuentra en la base de muchos modelos experimentales (lamentablemente en Chile ni se sabe de esto último, pues la ciencia también está en crisis en nuestro país).

Termino con un pequeño “grano de arena” ad portas de una votación histórica en el país, donde a través de reformas que se entenderán desde el mercado nunca se podría considerar la posibilidad patrimonizable de nuestras más profundas subjetividades; tampoco es industrializando el arte. Es importante aclarar que con patrimonio no hablo de la protección de algunos bienes inmuebles, sino del patrimonio cultural total del arte.  En una nueva “Carta Magna” es donde existe, incluso matemáticamente hablando, las mayores posibilidades de considerar la cultura y las artes de un país como un derecho patrimonial de extremo resguardo para la construcción de base no solo de un un intento de un nuevo país, sino en la colaboración del deber urgente de un nuevo mundo.        

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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