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Carmen Aldunate en Sin corazas: «Pintar era y es un acto de exorcismo» CULTURA

Carmen Aldunate en Sin corazas: «Pintar era y es un acto de exorcismo»

María José Quesada Arancibia
Por : María José Quesada Arancibia Licenciada en Filosofía. Coordinadora general en El Mostrador
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La pintora y dibujante chilena Carmen Aldunate, en el marco de la publicación de su biografía “Sin corazas” (Ed. Catalonia), escrita por la historiadora Patricia Arancibia Clavel, conversó con El Mostrador sobre los principales aspectos de la obra, que será presentada este lunes 21 de diciembre a las 19:00 horas, a través del canal de YouTube de la Universidad Andrés Bello, UNABTV. «Nosotras, las mujeres, estamos hechas de mil recuerdos que acumulamos sin siquiera darnos cuenta, sin olvidarlos, aun sin saber, y tampoco sabemos que no se van tan fácilmente. Los escondemos, los tapamos con máscaras para que no se vean las cicatrices, los atamos para que no se vayan o nos hieran otra vez, los disfrazamos con ropajes y vendas para defendernos. Pero siguen ahí», confiesa.


La figura femenina, ataviada por túnicas que recuerdan la indumentaria medieval, ha sido la gran protagonista de sus obras que, a través del óleo sobre tela y el dibujo a lápiz, conforman la particular cosmovisión de esta pintora y dibujante chilena, nacida en Viña del Mar en 1940. Tal como dice Carmen Aldunate en esta entrevista con El Mostrador, «parece ser que la bodega de recuerdos, buenos o malos, es más vasta en mujeres. Es por eso que pienso que, en su bodega, cada mujer tiene sus espinas».

Toda la vida la ha volcado a la pasión que comenzó a desarrollar a los 17 años con una dedicación que sus profesores Mario Carreño, Nemesio Antúnez, Roser Bru, Delia del Carril, Mario Toral y José Balmes, siempre destacaron. Se especializó en el Departamento de Arte de la Universidad de California en Davis, Estados Unidos, y también ha ejercido la docencia.

Ahora se prepara para lanzar su biografía, escrita por Patricia Arancibia Clavel, historiadora que logró que aceptara ese desafío de publicarla. «La idea de todo esto fue enteramente de Patricia. Al parecer olió algo en mí que le despertó curiosidad, unido a un buen entenderse de inmediato, que creo la hizo pensar en un embrión por fecundar. No tuvo que convencerme, pues de verdad jamás creí que podría ser material de nada. Pero surgieron esos encuentros, y ella es una inquisidora sin piedad, junto a una inteligencia y simpatía que te saca hasta el último suspiro».

-Así como cuentas que la pintura ha sido y es tu refugio, esa voz interna y tu vida, ¿estos encuentros con Patricia Arancibia Clavel de alguna manera lograron ser otra voz?
-Si bien pintar y escribir son oficios diferentes, son a la vez formas de comunicación que corren paralelas. Logré, logramos, hilar una voz que no imaginé, una forma de escarbar tan profunda que me sorprendió mil veces.

-Me llamó la atención tu frase de que “todas las mujeres tienen algo clavado en alguna parte de sus cuerpos o de sus almas”. Cuéntame un poco, ¿a qué te refieres con eso?
-Nosotras, las mujeres, estamos hechas de mil recuerdos que acumulamos sin siquiera darnos cuenta, sin olvidarlos, aun sin saber, y tampoco sabemos que no se van tan fácilmente. Los escondemos, los tapamos con máscaras para que no se vean las cicatrices, los atamos para que no se vayan o nos hieran otra vez, los disfrazamos con ropajes y vendas para defendernos. Pero siguen ahí. Es curioso, pero parece ser que la bodega de recuerdos, buenos o malos, es más vasta en mujeres. O tal vez se quedan pegadas heridas y momentos en forma tan diferente, que lo que nos duele pasa totalmente desapercibido, incluso para quien nos hirió. Es por eso que pienso que, en su bodega, cada mujer tiene sus espinas. Algunas tal vez son sabias guardándolas sin permitir que se asomen. Otras, tratamos y no podemos. En estas conversaciones apareció un llavero enorme que abría mil recovecos de esa bodega que yo creía tener cerrada.

-Según relatas, te acostumbraste a expresar tus sentimientos a través del dibujo y la pintura. Esta se va forjando al ritmo de tus vivencias. Tu última obra aborda la pandemia, ¿cómo traduces en palabras los sentimientos allí plasmados?
-Cuando pintas, todo a tu alrededor importa, aporta o agrede. La luz, la hora, el invierno, el ruido. Todo. Era imposible desconectarse de la pandemia. Me salió como un grito, rápido y mío. Pinté como poseída unos dos meses, de temprano a muy tarde en la noche. Lo curioso es que quería hacer 19 telas, por motivos obvios, pero después de la número 12, se me acalló el grito y quedé muda por un rato. Si me preguntas la razón, no la hay. Nunca hay una razón para pintar, escribir o esculpir. Simplemente no puedes dejar de hacerlo. Y cuando termino una cadena (como las llamo), se rompe el eslabón y comienza otra.

-¿Qué es lo más significativo que descubriste en esta especie de “terapia” de dos años en que se desarrollaron las conversaciones con Patricia?
-Los encuentros con Patricia eran profundos y minuciosos. A tal punto que muchas veces me dejaban angustiada y otras feliz. No eran conversaciones fáciles.

-A propósito de que “pintar era y es un acto de exorcismo”, si hacemos la analogía con la escritura, ¿sientes que tu propia vida con este libro se transforma en una especie de obra de arte?
-Creo que este libro traduce en palabras lo que he tratado de decir en mi pintura. No es nada de fácil para mí enfrentarlo, sería mejor barrer debajo de la alfombra, pero tal vez pueda hacerle bien a alguien.

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